La exposición itinerante “¿Quién es el Hombre de la sábana? Una búsqueda de rastros” es un acercamiento científico y teológico-espiritual al Misterio de la Pasión de Jesucristo, a través del Santo Sudario.
La exhibición permite a los visitantes transportarse a través de la historia y el misterio que rodea a esa icónica reliquia, a la vez uno de los tesoros religiosos más enigmáticos y venerados del mundo. Compuesta por una serie de estaciones que explican la historia de ese lienzo sagrado, la muestra informa desde su supuesto origen en la época de Jesús hasta los últimos avances científicos en lo que respecta a su estudio.
Además de la réplica del Santo Sudario, la exposición incluye una serie de copias de documentos históricos y de paneles informativos que explican su historia y contexto.
Podrá visitarse en la catedral metropolitana de 8 a 18.30.
Un poco de historia
En el año 1350 un caballero llamado Geoffrey de Charny, del pequeño pueblo francés de Lirey, dice tener el sudario que cubrió el cuerpo de Cristo en su lecho de muerte con su imagen grabada. Jamás dirá su procedencia pues dice no poder revelarla. La tela presenta una imagen borrosa e impronta del cuerpo de un hombre terriblemente torturado. El caballero que muere asesinado tres años más tarde en la batalla Poitiers, en 1356, dona la tela a los monjes del pueblo de Lirey. De pronto su pequeña iglesia comienza a recibir miles de peregrinos. Pero en el comienzo de la guerra de los 100 años los sacerdotes la devuelven al castillo del caballero para su protección. Años más tarde terminado el peligro, los sacerdotes piden la santa tela a la nieta de Charny pero esta se niega a devolverla, viuda y sin hijos la utiliza como salvoconducto entregándola a los duques de Saboya para huir a Italia a cambio de protección. Los duques de Saboya, futuros reyes de Italia, la convierten en su reliquia más venerada, guardándola en la iglesia de su castillo de Chamberye. Pero en la noche del 3 al 4 de diciembre del año 1523 la iglesia arde y el relicario de plata que guardaba la sábana doblada, se derrite, cayendo una gota que la atraviesa completamente quemándola y marcándola para siempre, pero sin destruir la imagen. En el año 1578 el duque Manuel Filiberto de Saboya traslada la Sábana Santa a Turín, futura capital de Italia, donde es recibida por la multitud, quedando bajo custodia de la iglesia en su catedral y ostentada hasta nuestros días. La Sábana Santa de Turín tiene diferentes significados para muchas personas: algunos la ven como un objeto de veneración, otros como una curiosidad medieval y otros incluso como una mera falsificación. Para un científico judío, sin embargo, la evidencia lo ha llevado a verla como un punto de encuentro entre ciencia y fe.
Ya en el siglo XIX se hizo muy famosa cuando el abogado y fotógrafo Secondo Pia descubrió que la imagen en la sábana santa como un negativo fotográfico. Hecho confirmado en 1931, cuando con motivo de la boda del príncipe Humberto II se volvió a fotografiar el lienzo con cámaras fotográficas más modernas.
En 1973, el botánico Max Frei encontró en ella una serie de pólenes propios de Palestina y Turquía, hallazgos confirmados por un estudio posterior en 1978.
Estudios con microscopía electrónica realizados en el Hospital San Andrés de Vercelli, por el jefe del departamento, el Dr. Héctor Morano, comparando con tejidos egipcios de antigüedad conocida, le han adjudicado una antigüedad de unos dos mil años a la Sábana Santa.
“La Sábana Santa desafía (las creencias fundamentales de muchas personas) porque existe una fuerte inferencia de que aquí hay algo más allá de la ciencia básica”, señaló uno de los principales expertos científicos sobre la Sábana Santa de Turín, Barrie Schwortz, a ACI Prensa.
Si bien admitió que no tenía la certeza de que estuviera en juego algo distinto a la ciencia, Schwortz aclaró que “eso en concreto no fue lo que me convenció sino que fue en realidad la ciencia la que lo hizo”.
Según la tradición, la Sábana Santa de Turín fue usada para cubrir el cuerpo de Cristo luego de la crucifixión. Venerada durante siglos por los cristianos, este manto ha sido objeto de intenso estudio científico para determinar su autenticidad y origen.
La imagen sobre la tela, de 14 pies de largo y tres pies y medio de ancho, está teñida con la imagen post-mortem de un hombre –en la parte delantera y trasera– que ha sido brutalmente torturado y crucificado.
Schwortz, fotógrafo técnico retirado y conferencista experto en esta reliquia, fue miembro del Proyecto de Investigación de la Sábana Santa de Turín que en 1978 reunió a científicos de prestigio para examinarla.
Como judío no practicante en ese momento, Schwortz fue reacio a ser parte del equipo y escéptico en cuanto a la autenticidad de la Sábana Santa, señalando que no era nada más que una pintura bien elaborada. Sin embargo, estaba intrigado por las interrogantes científicas que planteaba la imagen.
A pesar de sus resistencia, Schwortz recuerda haber sido persuadido para permanecer en el proyecto por un colega científico –un católico especialista en imágenes de la NASA– que en tono de broma le dijo: “¿No crees que Dios no querría a uno de sus elegidos en nuestro equipo?”.
Pronto, Schwortz se encontró frente a uno de los grandes misterios de la imagen que hasta el día de hoy apasiona a sus examinadores.
Para el proyecto, el equipo diseñó un instrumento específico para evaluar con rayos X, lo que permitía que las luces y sombras de una imagen se estiraran verticalmente en el espacio, en base a su intensidad proporcional de claros y oscuros.
En una fotografía normal, el resultado sería una imagen distorsionada. Sin embargo, el sudario mostró un revelado 3-D natural de una forma humana. Esto significa que “existe una correlación entre la densidad de la imagen, las luces y sombras de esta, y la distancia de la tela al cuerpo”.
“La única manera de que esto pueda suceder es por algún tipo de interacción entre la tela y el cuerpo”, explicó el experto. “Esto no puede ser proyectado. No es una fotografía: estas no contienen ese tipo de información, tampoco las obras de arte”.
La Iglesia no asevera ni niega su veracidad, queda a cuenta de los que transiten por la muestra y reflexionen a partir de lo allí expuesto, sobre la veracidad histórica de este testimonio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Un buen paseo para este tiempo pascual.