A mediados de febrero, visité el Cementerio de Darwin donde yacen 232 combatientes argentinos caídos en Malvinas.
Nuestro guía chileno (ya con nacionalidad británica) nos repitió el libreto que tiene para los turistas: “Acá vienen muchos ex-combatientes y cuentan que la primera ducha y la primera comida caliente fue cuando los tomaron prisioneros los ingleses…. Pasaron hambre, frío, estaban mal armados, ni botas tenían”. Léase, el mejor momento de “los chicos de la guerra” fue cuando se rindieron y los tomaron prisioneros los ingleses.
En el acceso a la Catedral Anglicana de Puerto Argentino, un monumento hecho con huesos de ballena azul, lleva una inscripción sobre piedra que dice: “En conmemoración del centenario de posesión británica de las Falkland Islands 1833-1933″. Creo que es lo más infame que se puede ver en Malvinas. Una muestra de la obscenidad colonial.
Inglaterra no puede asumir que está en un territorio ocupado por la fuerza y convertido en su colonia. Por lo tanto no admite que su legítimo dueño, la Nación Argentina, intente recuperar lo que ellos tomaron por la fuerza.
El relato inglés es bastante simple: “En 1982, el dictador borracho de una republiqueta, tuvo la mala idea de desafiar a su Real Majestad, invadiendo una colonia que le pertenece desde hace más de 150 años. La invasión se hizo con un hato de chiquillos mal armados, enviados a combatir contra la Royal Navy y el mejor ejército de Occidente.”
El discurso de la prensa y diplomacia inglesa, es que la recuperación de Malvinas fue un absoluto disparate, producto de la mente afiebrada de los militares, que mandaron a morir a sus jóvenes soldados, mal armados y mal alimentados, convirtiéndolos en nuevas victimas de la dictadura.
Supuestamente, con la recuperación de las islas, la dictadura argentina violó los derechos humanos de los kelpers, y también los de los soldados argentinos que envió a las islas a una muerte segura. De ese modo, responsables del hundimiento del Belgrano y de los muertos en Malvinas no fueron las balas inglesas, sino las de la dictadura, que tuvo la mala idea de desafiar a su Real Majestad.
Los testimonios de los veteranos de Malvinas
El martes 2 de abril en una radio, escuché el testimonio de un veterano de Malvinas diciendo casi las mismas palabras que nuestro guía chileno, pero mejor ilustradas. Incluyendo que el viaje al continente como prisionero de los británicos lo hicieron en un crucero de turismo que tenía todas las comodidades típicas de esos barcos.
Narró el maltrato de los oficiales, el hambre, los castigos por robar comida. Cuando la joven periodista lo indujo a que contara si habían sufrido torturas al igual que los detenidos en los campos de concentración de la dictadura, el veterano relató que el 25 de mayo, con vientos huracanados y 20 grados bajo cero, a un teniente se le ocurrió hacerlos salir del pozo a cantar el himno muertos de frío, y luego algunos recibieron el clásico “baile” de tirarse y arrastrarse por el suelo mojado y congelado. Sin dudas una crueldad innecesaria. Pero absolutamente diferente al secuestro, tormento continuo por días hasta la “disposición final” (ser arrojados al mar), que sufrieron los desaparecidos en los campos de concentración.
A la tarde me mandaron el video de un reportaje a Oscar Ledesma, quien con sólo 19 años y una escasa preparación militar, participó en la batalla de Pradera del Ganso y abatió al militar inglés de mayor rango en las islas, el teniente coronel Herbert Jones, jefe de los paracaidistas, toda una leyenda dentro de las tropas británicas.
“En Malvinas nuestra misión era defender el istmo de Darwin, un punto estratégico de la isla Soledad.(…) El primer ataque duró entre 4 y 6 horas, yo estaba a cargo de la única ametralladora Mag que estaba en funcionamiento. El coronel Jones fue uno de los que comandó el ataque. Lo vi venir corriendo a unos 35 metros, le disparé una ráfaga y cayó. Aún así, intentó tomar una granada, me levanté y disparé una segunda ráfaga que acabó con su vida (…) Los conscriptos fuimos el aporte popular a Malvinas. Y puedo decir que ‘soy un orgulloso soldado conscripto’ sin hacer apología del gobierno de facto, ni tampoco entrar en la miseria de la victimización.”
Ambos veteranos estuvieron en Malvinas y mantienen enfoques muy diferentes. El primero recuerda el maltrato que le infringieron los oficiales y suboficiales a cargo; el segundo se siente orgulloso protagonista de una gesta histórica.
Quienes trabajamos en desentrañar la historia, y estamos acostumbrados a escuchar testimonios de hechos producidos hace 40 o 50 años atrás, sabemos que en cada caso hay que ubicar al testigo en el contexto y circunstancia. Cuando muchos participan de un hecho colectivo en espacios y momentos diferentes, cada uno puede relatar lo que vio a su alrededor y la circunstancia que le tocó vivir.
Sin dudas en Malvinas hubo oficiales que actuaron correctamente y otros que, acostumbrados a maltratar a los “colimbas” en los cuarteles, mantuvieron esa misma actitud estúpidamente en una situación de guerra. El rigor y el abuso de poder de los mandos a sus subordinados es una enfermedad que sufren todas las organizaciones militares del mundo, incluyendo las romantizadas organizaciones guerrilleras.
Además de los testimonios, la historia indaga en diversidad fuentes y datos para aproximarnos a la realidad de los hechos.
Un dato importante es el número de bajas. Las bajas argentinas en Malvinas (excluyendo a los 323 muertos del crucero General Belgrano) fueron 327 (incluyendo aviadores y varios marinos). Gran Bretaña declaró oficialmente 255 muertos, aunque existe la presunción de que fueron muchos más.
Si en los combates en tierra ellos tuvieron 255 bajas y los argentinos 327, no fue un paseo, ni una paliza, sino la guerra más importante que enfrentó Inglaterra después de la Segunda Guerra Mundial.
Los testimonios de los oficiales británicos
Las memorias del general de división Julian Thompson (al mando de la 3° Brigada de Comandos de Infantería de Marina) y las del almirante John Forster “Sandy” Woodward (comandante de la flota británica) dan una versión muy diferente a la que se creó en el imaginario social, desmintiendo incluso la versión de su gobierno. ¿Por qué lo hacen? Supongo, en parte, por ese perfil profesionalista de militar inglés, y en parte porque, si tienen que explicar la paridad de bajas, están obligados a reconocer que no vinieron de paseo.
Para el almirante Woodward, la batalla naval contra la Argentina fue “una de las más terribles, y los argentinos podrían haberla ganado”; incluso en su diario, en el transcurso de la guerra, afirmó que en el enfrentamiento entre la flota británica y la aviación argentina ésta última “iba ganando”. Ya en el cuarto día de combate, Woodward sentenció que “la Royal Navy no había vivido un conflicto en el agua de esta magnitud desde la Segunda Guerra Mundial”.
A la vez, recuerda que casi la mitad de las bombas lanzadas por aviones argentinos, al menos en catorce ocasiones, no estallaron. Por ello, Woodward aseguró que si “hubiesen explotado nos hubiesen derrotado, si las espoletas de las bombas hubiesen sido correctamente armadas, no me cabe ninguna duda de que hubiésemos perdido”.
Respecto el armamento, dice Thompson: “Tenían más cañones, un transporte en helicóptero por lo menos tan bueno como el nuestro” y, por ejemplo, “en la batalla de la colina de Darwin el 28 de mayo, todos los soldados [ingleses] armados con metralletas Sterling las arrojaban para recoger los SRL de los que estaban fuera de combate o, mejor aún, se apoderaban de los FAL argentinos que disparaban ráfagas y suministraban así más poder de fuego.”
Sobre la batalla de Monte Longdon, en la que se llevó a cabo un “largo y encarnizado combate cuerpo a cuerpo y a bayoneta calada”, Thompson señaló: “Estuve a punto de sacar a mis muchachos de ahí. No podía creer que esos adolescentes disfrazados de soldados nos estuvieran causando tantas bajas”.
Malvinas en clave de liberación o dependencia
Hace 42 años, la mayoría de los jóvenes militantes peronistas -incluyendo a los de la casi extinta organización Montoneros-, la dirigencia sindical encabezada por Saúl Ubaldini -que el 30 de marzo había realizado una enorme marcha de protesta y había sido reprimida-, más la dirigencia del PJ, UCR, DC, FIP y otros partidos apoyaron la recuperación de Malvinas. Incluso una delegación encabezada por Ubaldini, Jorge Triacca, Deolindo Felipe Bittel del PJ y Carlos Contin de la UCR viajó a las islas a manifestar el apoyo del pueblo argentino a nuestros soldados.
Releyendo las declaraciones, que muchos expresamos hace más de cuarenta años, hoy, en otro contexto, y ya con el diario del lunes, no podríamos suscribir cada una de nuestras palabras. Pero en lo esencial Malvinas significó un quiebre político cultural dentro de las Fuerzas Armadas y el fin del proceso militar.
Desde 1955 en adelante, las Fuerzas Armadas se habían alineado con EEUU en la llamada Guerra Fría, y en términos ideológicos habían comprado el catecismo liberal que reza que “da lo mismo producir acero que caramelos”, como sostenía Alejandro Estrada, secretario de Comercio de José Alfredo Martínez de Hoz, para bajarle el precio a la industria pesada.
Leopoldo Galtieri, que había sido calificado de “general majestuoso” por la prensa norteamericana, descubrió de golpe que, entre el majestuoso y sus amigos ingleses, Reagan obviamente dio su apoyo político y logístico a los segundos. El Canciller argentino, Nicanor Costa Méndez, descubrió que existía la solidaridad latinoamericana y de los países del Tercer Mundo en general. Terminó abrazando a Fidel Castro, y recibiendo misiles de Muammar el Gadafi.
Y los militares argentinos que habían renegado de la herencia industrialista de Manuel Savio, de Enrique Mosconi y del brigadier Juan Ignacio San Martín, descubrieron que la soberanía militar se asienta sobre la independencia económica, sobre el desarrollo tecnológico e industrial nacional, y que a las fragatas inglesas no le podían tirar caramelos, sino que necesitaban acero y pólvora argentina.
Para los militantes del campo nacional, esas consignas y propuestas no eran novedad. Las habíamos defendido toda la vida: unidad latinoamericana, lucha contra las potencias imperiales, desarrollo científico e industrial nacional. Eran banderas nuestras, que por obra de su error e improvisación los militares argentinos descubrían pagando con su sangre en el campo de batalla.
La batalla de Malvinas ,aunque mal calculada y mal dirigida política y militarmente, condensaba las mismas banderas que habíamos levantado desde la Vuelta de Obligado, liberación o dependencia.
Las mismas contradicciones del presidente Milei
Un Javier Milei que se declaró ferviente admirador de Margaret Thatcher y aliado incondicional de los EEUU, y por carácter transitivo de la OTAN, este martes 2 de abril se despachó con un discurso que sorprende en su boca: “Venimos a rendir homenaje a nuestros Héroes, a los caídos en combate y a sus familias. El mejor homenaje a ellos es defender el reclamo inclaudicable por la soberanía argentina sobre las Malvinas. (…) La nación debe contar con Fuerzas Armadas capaces de defender su territorio frente a cualquiera que intente invadirlo (…) vamos a inaugurar una era donde el apoyo a las Fuerzas Armadas venga acompañado de una economía próspera y pujante para que puedan contar con los recursos y la tecnología necesarios para defender a nuestra patria con dignidad.(…) Para finalizar (...) me comprometo a que, durante nuestro gobierno, podremos tener una hoja de ruta clara para que las Malvinas vuelvan a manos argentinas.”
Bueno, si va a homenajear a nuestros caídos debería tener presente que su ídola Margaret Thatcher fue quien dio la orden de hundir al crucero General Belgrano fuera de la zona de exclusión, asesinando a 323 marinos argentinos.
Si quiere tener “Fuerzas Armadas capaces de defender su territorio frente a cualquiera que intente invadirlo”, no debería gastar 300 millones de dólares en comprar aviones de segunda mano, sugeridos por EEUU, que vienen con garantía de no poder hacerle daño a los ingleses estacionados en su base de Malvinas. Esa compra sería el equivalente a que Zelensky le pregunte a Putin qué aviones comprar.
Si realmente desea que “las Fuerzas Armadas puedan contar con los recursos y la tecnología necesarios para defender a nuestra patria con dignidad”, no debería cerrar Fabricaciones Militares, ni los organismos de investigación de nuevas tecnologías. Ni dejar que el mercado decida si da lo mismo fabricar acero que caramelos, porque es cierto que la fábrica de Arroyitos, produce excelentes caramelos, pero lamentablemente no sirven como armas defensivas.
Si quiere sostener “nuestro reclamo inclaudicable por las Islas” y “tener una hoja de ruta clara para que las Malvinas vuelvan a manos argentinas”, que vaya sabiendo que ni EEUU, ni mucho menos Israel, de quienes se manifiesta aliado incondicional, lo van a ayudar en esto.
Finalmente sería lamentable que, como sucedió en 1982, estas contradicciones se perciban recién en medio de algún tipo de conflicto, por no atender a las lecciones de la historia.
El cementerio argentino en Darwin
Históricamente, los ingleses han sepultado a sus muertos en el lugar donde cayeron. Esto explica por qué, en casi todos los continentes, hay cementerios con bandera británica. El poeta Rudyard Kipling escribió: “Esto serviría para recordarles a las poblaciones locales, y a las futuras generaciones la firme voluntad del Imperio Británico, y que por allí pasaron y combatieron sus súbditos y que, por lo tanto, algún día podrían regresar.”
Está claro que el Reino Unido que no reconoce el mismo derecho para quienes los enfrentaron. El potente peso simbólico, que expresan las tumbas de soldados argentinos enterrados en Malvinas, no podía ser admitido, por lo cual, el Foreign Office, desde 1982 hizo repetidos intentos de “repatriar” al continente los restos de los soldados argentinos. La mayoría de los familiares de los caídos se negaron, con la convicción de que “no hay nada que repatriar, porque están en su patria”.
El cementerio queda a 80 km de Puerto Argentino, en medio de la nada y en un sitio apartado del camino principal, porque los kelpers no ven con agrado su existencia. Es parte del sitio Pradera del Ganso, donde tuvo lugar la batalla en la que murieron 47 argentinos.
En 2009, luego de largas negociaciones, el cementerio se remodeló incorporándole un cenotafio, una gran cruz y una ermita de la Virgen de Luján. Las tumbas están señaladas un cruces blancas y en placas de granito negro figura el nombre de cada soldado. Por decisión británica, no pueden aludir a su condición militar. Solo dos tumbas quedan con la frase “Soldado argentino sólo conocido por Dios”. Además están prohibidos los símbolos patrios.
El cementerio luce muy cuidado. El diseño aprobado por la Comisión de Familiares de los Caídos, fue construido y financiado por el empresario argentino Eduardo Eurnekian, quien además tiene contratada a una persona de forma permanente, para su mantenimiento.
Es difícil describir la emoción que siente al caminar en medio del fuerte y persistente viento, recorriendo los senderos de cruces blancas y reconociendo los nombres de combatientes que alguna vez escuchamos nombrar.
Debajo de cada cruz yace un héroe, que tiene un nombre y una trayectoria que ya es parte de la historia grande de la Patria.
La vida en la colonia Falkland
En Malvinas habitan unos 2400 civiles, la mayoría en la pequeña villa de Puerto Argentino, y en las distintas estancias dedicadas a la cría de lanares. Según comentarios de nuestro guía, hay muchos chilenos, uruguayos, peruanos e incluso senegaleses que llegan en busca de trabajo. La vida allí es muy dura, el paisaje y el clima son poco amigables, sobre todo para los niños y los jóvenes.
El abastecimiento de alimentos y otros, viene en barco desde Montevideo o Gran Bretaña. Antes lo recibían de Punta Arenas, Chile, pero se cortó, por las restricciones de paso por el Beagle que impone Argentina. Un solo vuelo semanal desde Punta Arenas los conecta con el continente.
A 45 km de Puerto Argentino por camino pavimentado, esta la base militar Mount Pleasant (Monte Agradable) que incluye una base naval, una base aérea y una base de lanzamiento de misiles, además del centro de comunicaciones y monitoreo. Es el centro militar más importante de toda América Latina e integra el dispositivo de seguridad global montado por la OTAN. Hay mas de 1500 soldados que rotan cada seis meses.
La causa de Malvinas
En estos días en que está tan sensible el debate sobre dictadura y derechos humanos, es fácil entrar en la trampa del discurso binario, buenos y malos, blanco o negro. Y pretender analizar Malvinas desde la perspectiva de derechos humanos o desde la perspectiva de género que esta muy en boga, es desdibujar y perder de vista que Malvinas, expresa claramente nuestra contradicción histórica principal que es liberación o dependencia.
Los que nos consideramos nacionales y populares, debemos definir qué queremos hacer con nuestras Fuerzas Armadas. Tuvimos 16 años de gobierno para reformarlas o cerrarlas como quieren algunos. El general más viejo, el nuevo Jefe de Ejército, Carlos A Presti, tiene 58 años. En el 76, tenía diez años. La mayoría de cuadros y voluntarios ronda los 40 años, durante la dictadura ni siquiera habían nacido. ¿Les vamos a seguir gritando en la cara milicos asesinos a gente que eligió la carrera militar por vocación o necesidad, y que vivió y creció en democracia?
Si queremos que nuestras Fuerzas Armadas, recuperen un pensamiento nacional, nada más importante que el hecho de que reinvindiquen su rol combatiente en Malvinas, que reivindiquen y hagan honor a sus héroes enterrados en Darwin -parafraseando a Kipling- para recordarles a las poblaciones locales, y a las futuras generaciones, la firme voluntad del pueblo argentino, y que por allí pasaron y combatieron sus jóvenes soldados y que, por lo tanto, algún día podrían regresar.
Para cerrar, cito a Rubén Pablos, veterano de Malvinas, de Río Negro: “Nosotros, la gran mayoría de los Veteranos de Guerra de Malvinas, no nos sentimos víctimas de la dictadura; por el contrario, estamos orgullosos de haber ido a defender a la Patria. Fuimos a Malvinas por mandato popular con el uniforme de San Martín a defender la Bandera de Belgrano, no fuimos pensando en Galtieri, y fuimos a combatir contra un enemigo externo, el imperio y su aliado.”