La Representación del Misterio

A veinte años de La Pasión, de Mel Gibson

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La película fue guionada desde los textos evangélicos y escritos de Ana Catalina Emmerick
La película fue guionada desde los textos evangélicos y escritos de Ana Catalina Emmerick

Hoy fui al dentista a ponerme unos implantes, y reconozco que me dolió bastante, pero para ser sincero, no sé si me mortificó más la cuenta que tuve que pagar, de acuerdo a los tiempos significados en una conocida expresión: no hay plata. Una buena ocasión para reflexionar sobre ese misterio del sufrimiento, que tantos argentinos tenemos, expresado por el poeta tanguero como el dolor de ya no ser.

En medio de esos avatares, mientras mi boca era convertida en un campo de Agramante, no pude dejar de reconocer que lo mío era una verdadera fruslería comparado con lo que la Iglesia católica y los cristianos celebraban esa misma semana, llamada santa: la pasión, muerte y resurrección del Hijo de Dios hecho hombre. Es el momento estelar y culminante del calendario litúrgico cuyo centro estelar es la cruz, que identifica la esencia del cristianismo.

El sacrificio del Justo inocente

El sufrimiento es intrínseco a la humana naturaleza y el hecho liminar, que en la tradición religiosa se verifica siempre con una peculiar dramaticidad. En el cristianismo, El Justo es el ícono de la salvación que con su holocausto propiciatorio derrota las fuerzas de las tinieblas y hace brillar la luz de la felicidad eterna.

En el mensaje religioso la redención está signada por la efusión de la sangre sacrificial, vertida en un acto supremo de amor por una víctima inocente. Por eso la semana santa no expresa tanto el dolor de una pérdida de la vida sino precisamente lo contrario, que es la consumación del amor que brinda una vitalidad feliz tan plena que no tiene fin.

Sandro Boticelli representó a Cristo entre la crucifixion y la resurrección
Sandro Boticelli representó a Cristo entre la crucifixion y la resurrección

Seguramente por eso, a partir del Concilio Vaticano II, sin quitar valor a este elemento central de la cosmovisión cristiana, la teología pastoral ha preferido abandonar, al menos en parte, esa imaginería propia particularmente en el catolicismo latino, representada de una manera sobreabundante por el dramatismo de la crucifixión. Parte de ella, teniendo en cuenta el profundo arraigo que la devoción mariana ha tenido siempre en el pueblo cristiano, ha sido la presencia de la mater dolorosa anegada en un mar de lágrimas.

Sin disminuir el misterio inefable de la cruz, en los últimos tiempos la Iglesia ha prestado en cambio más atención a la pascua de resurrección, que anuncia gozosamente el triunfo sobre la muerte, que es la consecuencia del mal y del pecado según el relato genesíaco. La palabra Evangelio significa, precisamente, buena noticia, que es la liberación obrada por Cristo.

Ciertamente que no soy el primero en descubrir que la semana santa es algo más que un feriado extra largo para una escapada a la costa, almorzar un filete de bacalao al alioli o unas buenas empanadas de vigilia, merendar una rica rosca y regalar huevos de pascua a los niños. Eso es en lo que la ha convertido el proceso de secularización que culmina con la indiferencia sobre las creencias religiosas, un olvido de lo sagrado reducido en todo caso al ámbito puramente privado e interior.

Desde luego que no es que sea criticable celebrar la pascua de una manera turística o gastronómica, al contrario, los feriados son un magnífico momento para descansar y estar en familia, pero es lo que nos presenta el panorama social actual, donde se perciben también legítimas influencias comerciales, si bien no siempre ha sido así.

Un tiempo sagrado

A lo largo de los siglos, el pueblo cristiano, en las más diversas geografías, ha expresado un alto sentido humano evidenciado en elocuentes testimonios de religiosidad que forman parte de nuestra cultura, no solamente mediante obras de arte como pinturas y esculturas, sino también y en gran medida en nuestra cultura popular.

Los que tenemos cierta edad recordamos muy bien, acaso en nuestra ya lejana infancia, múltiples y ricos signos externos de esa piedad del pueblo: las radios dejaban escuchar solamente música sacra, los comercios cerraban sus puertas al público y se evitaban las visitas y otras actividades laborales. De ordinario y salvo alguna urgencia, la generalidad de los fieles procuraban permanece en la intimidad de sus hogares, muchos de ellos atentos al momento especial que se vivía.

Todo esta situación tenía un sentido porque de esa manera casi todos participaban de una manera multitudinaria en los oficios religiosos en los templos, evitando no sólo todo tipo de diversión y frivolidad, sino cualquier actividad ajena al centro de la atención. Esto que hoy en gran parte ha desaparecido constituía un indicador social de una realidad que en ese entonces se evidenciaba de un modo más prístino: que la profanidad dejaba su lugar a un dato superior como era la sacralidad de la humana existencia.

“La crucifixión blanca” del judío jasídico Marc Chagall representa elementos nazis, hebreos y cristianos
“La crucifixión blanca” del judío jasídico Marc Chagall representa elementos nazis, hebreos y cristianos

Primaba entonces durante esos días un clima de respeto, recogimiento y devoción que podía ser llamativo y evidente para cualquier observador extraño: algo muy importante y extraordinario estaba sucediendo. Era un tiempo sagrado, un elemento que como cualquier historiador o antropólogo puede certificarlo, se encuentra presente y ha caracterizado desde siempre a las más diversas religiones en todo el acontecer histórico, desde el mismo amanecer de la humanidad.

La dramatización del misterio

Dicho de otro modo, resulta harto evidente que sin el cristianismo sería ininteligible lo que se observa en los grandes museos del mundo como el Prado en Madrid, el Louvre en París o el Metropolitan en New York. Toda la civilización occidental está asentada -aunque no siempre haya sido fiel a ella, que ese es otro cantar-, sobre la tradición cristiana.

En varias ciudades españolas todavía se conserva la costumbre de las mantillas y las peinetas de antaño
En varias ciudades españolas todavía se conserva la costumbre de las mantillas y las peinetas de antaño

Entre las expresiones más populares de la pasión, muerte y resurrección se encuentra la recreación teatral de la misma, que muestra el acontecimiento de una manera plástica de acuerdo a los textos evangélicos. La representación de la pasión, o la semana santa, es una costumbre muy antigua del pueblo cristiano, que en algunos casos se remonta a un tiempo inmemorial, y que forma parte de una verdadera cultura popular como la de Oberammergau, un pequeño pueblecito alemán donde se organiza desde 1634.

Se trata de una de las mejores y posiblemente de la mejor de las representaciones existentes, llevada cabo con una verdadera calidad técnica. Si bien se ha observado que ella no es completamente fiel a los textos sagrados, recoge casi sin alteraciones su letra y su espíritu. El realismo y el cuidado escénico son sobresalientes a la hora de transmitir el clima del acontecimiento, del que participa con entusiasmo devocional todo el pueblo, incluyendo las mujeres y los niños.

La Pietá, una obra maestra de Miguel Angel Buonarotti, en la Basílica de San Pedro
La Pietá, una obra maestra de Miguel Angel Buonarotti, en la Basílica de San Pedro

Como en algunos ambientes del judaísmo la teatralización de Oberammergau ha despertado ciertas justificadas reticencias, algo que se ha reiterado en muchas de las representaciones que se han dado a lo largo del tiempo, debieron suprimirse prudentemente algunos detalles que podían resultar ofensivos o podían lastimar su sensibilidad. No hay que olvidar que el fanatismo es unas enfermedad del sentido religioso, y que históricamente se han registrado excesos que en ocasiones han dado ocasión a brotes de antisemitismo.

Esas expresiones también se distinguen por su belleza plástica, que incluye variadas manifestaciones de gran sensibilidad artística, no sólo pictórica y escultórica sino incluso literaria y musical, como acontece con los pasos de la pasión representados en varias ciudades europeas, principalmente españolas, y de modo particular en Sevilla. Allí se percibe de un modo muy evidente la fuerza de la fe del pueblo, expresada públicamente con gran fervor y espíritu penitencial.

El realismo de Oberammergau: Jesús es condenado a la pena capital
El realismo de Oberammergau: Jesús es condenado a la pena capital

El arte cinematográfico ha representado también la Pasión, desde aquellas espectaculares producciones hollywodenses de los años cincuenta hasta The Passion of Christ, la famosa película protagonizada por Jim Caviezel y dirigida por Mel Gibson, presentada con un estilo hiperrealista y descarnado, de la cual se están cumpliendo veinte años.

El filme, rodado en Italia, fue un éxito mundial, rompió records de taquilla y recaudó muchos millones de dólares y muchos fieles cristianos pudieron, gracias al celuloide y al genio del director, abismarse en la profundidad del misterio de la redención. No faltaron tampoco en este caso expresiones de desagrado en el judaísmo, pero el papa Juan Pablo II, después de verla, expresó su emocionada adhesión con un dictamen lapidario: así fue como ocurrió.

*El autor es Director académico del Instituto de Cultura del Centro Universitario de Estudios (Cudes).

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