Durante los 372 días de su cautiverio en una mal llamada cárcel del pueblo entre agosto de 1974 y agosto de 1975, el entonces Mayor Larrabure envió cartas y escribió un diario con mensajes que hoy son advertencias, consejos y aliento para la Argentina actual, que transita la salida de su decadencia cultural y económica en búsqueda de un ambiente de estabilidad y seguridad que le permita desarrollarse.
En aquellos años de una guerra nueva e inédita, sin previsiones como Estado para enfrentarla, donde se tomaban pueblos, se copaban unidades y se sembraba el terror, con una dirigencia política de entonces y como siempre, que sin entender y atender la realidad, anuló el fuero penal antiterrorista, dejando a la sociedad a merced de la barbarie que luego ocurrió.
En esa circunstancia, Larrabure volvía de estudiar en el extranjero, desechando importantes ofrecimientos laborales para hacerse cargo de la subdirección de una fábrica militar en Villa María, en la cual a los pocos meses se produjo el copamiento por parte del ERP, donde fue secuestrado y luego torturado y extorsionado, a fin de producir armas y explosivos para usar contra el pueblo, pero como un buen y valiente soldado argentino se negó, con lo cual fue consciente de que firmaba su sentencia de muerte.
Hasta aquí el proceder de un hombre íntegro, magnánimo y valiente, seguramente arquetipo de lo que hubiesen hecho otros militares en su lugar, pero a partir de allí se nos presenta en sus escritos un ser extraordinario, que se puede percibir en toda su magnitud en el libro de Sebastián Miranda Argentino del Valle Larrabure, mártir de Dios y de la Patria.
En este caso, para dimensionar lo que significa, solo referenciaremos dos mensajes.
El primero a sus hijos y amigos, cuando, ante la mirada de odio de sus captores y convencido de que lo asesinarían, les escribe: “Así suceda lo peor, no odien, si reciben una bofetada, pongan la otra mejilla y sepan perdonar”. En esos ojos de odio veía también a jóvenes extraviados en una sociedad, en un Estado, como el de hoy, incapaz de controlarlos, reencauzarlos y defender la seguridad de la República y la forma de vida de los argentinos. Actualmente, en nuestro país, hay ciudades donde no se ejerce la soberanía ni se vive en libertad.
Por ello, la importancia del segundo mensaje seleccionado: “Al pueblo argentino, dirigentes y dirigidos, para que la sangre inútilmente derramada los conmueva a la reflexión, para dilucidar y determinar con claridad que somos hombres capaces de modelar nuestro destino…”. Sería poco honesto pretender, aunque queda implícito, usar la figura del Cnel. Argentino del Valle Larrabure para reivindicar una parte de aquella historia, su grandeza realza y se pone por encima de la confrontación fratricida.
Teniendo en cuenta este mensaje, reflexionaremos sobre el tema de la Defensa de la Seguridad Nacional. Como en aquellos años, el terrorismo, el tráfico de drogas, ante la inoperancia y complicidad estatal en sus tres poderes y en los distintos niveles, ha penetrado y producido un paulatino y creciente daño, donde la nueva gestión ha decidido reaccionar.
Parece ser que, por la ineficacia del Estado, la solución del problema en Rosario requiere de soluciones imprevistas y coyunturales como la participación de las Fuerzas Armadas, en similitud a 1975, cuando por decreto se introdujo a las FFAA en un conflicto para el cual no estaban preparadas y que era previsible. Fue como meter un elefante en un bazar para correr una rata.
Hoy está asumido que las FFAA solo pueden participar, para realizar funciones propias, por mandato de una ley, comprometiendo en la decisión a todo el arco político, no las tareas de las Fuerzas Policiales ni de las Fuerzas de Seguridad, ni viceversa. La capacidad de comando y control interagencial estratégico y conducción logística son capacidades innatas de las FFAA, el desarrollo y conducción operativa en el medio público son características propias de las fuerzas de seguridad y policiales.
Se debe reflexionar que esta reacción es una solución parcial, para subsanar la imprevisión o desidia del Estado, la historia universal nos señala que las naciones se proyectan al futuro, no al pasado y consecuentemente preparan su defensa para enfrentar los desafíos de su seguridad íntegramente.
El mundo actual nos permite entrever las guerras del futuro donde el terrorismo, el crimen organizado, conflictos indigenistas, hasta ejércitos privados se suman a las guerras clásicas, incluso en ambiente táctico nuclear.
El Terrorismo ideológico de la guerra fría de los 70, la caída de las Torres Gemelas, el narcotráfico regional, los conflictos indigenistas en la Araucaria chilena, la potencia del crimen organizado en cárceles paraguayas, la Guerra Ruso-Ucraniana, el terrorismo de Hamas, la depredación de la naturaleza son íconos del mundo actual.
Por ello y al margen del problema en Rosario, que en la coyuntura se debe solucionar, es necesario “que dirigentes y dirigidos se conmuevan a la reflexión, para dilucidar y determinar con claridad” (Larrabure) y en este abordaje repensar el sistema integral de seguridad nacional para estar a la altura de los tiempos de nuestro mundo y evitar sangre inútilmente derramada (Larrabure). Para ello, el diálogo, el estudio y análisis serio, honesto y profesional, dejando de lado atavismos y condicionantes ideológicos, económicos e interesados. El Papa Francisco en estos días fue claro con respecto al conflicto en Rosario.
Un nuevo plexo legal de seguridad integral para la República es imprescindible, para reorientar la Defensa Nacional, donde la previsión, organización deben ser factores disuasivos ante los distintos tipos de agresiones a la Nación, evitemos costosos atajos.
No podemos reescribir la historia pasada, hagamos un presente del que nuestros hijos se enorgullezcan.