Si usted llegó hasta acá buscando una receta de pollo al horno con papas, voy a tener que defraudarlo. Aunque me sale riquísima, hoy me levanté con la necesidad de poner foco en una de las cocinas que más cerrojos tiene para la diversidad de mujeres: ¿Sabía que si solo 10 personas tomaran las decisiones en el ámbito público en América Latina solo 3 serían mujeres?
Sin dudas, en el último tiempo han habido importantes avances en la lucha por la eliminación de las desigualdades estructurales y las barreras políticas que sufrimos las mujeres. Sin embargo, al día de hoy muchos avances están siendo cuestionados a nivel regional y en algunos casos podemos identificar retrocesos.
Si bien puede sonar trillado, el “mantra” de Simon de Beauvoir está más vigente que nunca: “No olvidemos jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, tenemos que permanecer vigilantes toda nuestra vida”.
Al ritmo de hoy, se necesitarán 300 años para alcanzar la plena equidad de género. Sarah Hendriks, directora ejecutiva adjunta interina de ONU Mujeres, nos llama la atención sobre la necesidad “de un compromiso inquebrantable, soluciones innovadoras y la colaboración de todos los sectores y partes interesadas” para no retroceder en los compromisos acordados en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Desde la aprobación de la primera ley de cuotas en Argentina en 1991, varios países de la región han seguido su ejemplo. Argentina fue el primer país del mundo en incorporarlo a su legislación. Esta ley establece que en las listas electorales debe haber al menos un 30% de candidatas mujeres a cargos nacionales. Sin embargo, hasta 2022 solo 9 países tenían leyes de cuotas para elecciones de representación y otros 9 habían promulgado reformas para promover la paridad de género en la política.
Y en la actualidad, ¿dónde encontramos a las mujeres? Aunque Latinoamérica lidera en el camino hacia la paridad, con un promedio del 34,9% de representación en 2022, se estima que llevará más de 40 años alcanzar la paridad total en los parlamentos nacionales. Si volvemos a Argentina, nos costará encontrar gobernadoras, así como la presencia de ministras en los gabinetes nacionales reflejando la voluntad política y la (no)importancia otorgada a la paridad de género.
La participación de las mujeres en el poder local avanza (aún) más lentamente, especialmente en las intendencias. En 2021, el promedio de alcaldesas electas en la región fue del 15,4%. Sin embargo, la elección de mujeres como concejalas ha aumentado de manera significativa, con un promedio del 32,7% en 2021. En nuestra experiencia de trabajo con mujeres participando en política, hemos identificado la urgencia y necesidad de transformar las instituciones y dinámicas de participación política a los efectos de propiciar una nueva estructura de poder que permita erradicar brechas y fortalecer capacidades de incidencia.
En este sentido, encontramos que las mujeres que finalmente logran romper con lógicas políticas patriarcales y ubicarse en posiciones de decisión, aún tienen la tarea de legitimar su lugar.
Al poner la lupa en cómo las mujeres habitamos la política, dudo que alguien se sorprenda con que nuestro camino sea buscando esquemas colaborativos, la estrategia de acompañamiento e intercambio entre pares es determinante para la sostenibilidad y crecimiento profesional de las mujeres y sus agendas. Por ello, es imprescindible impulsar comunidad e intercambios multinivel; programas de formación en pos de generar cambios visibles en la región, asociados, por ejemplo, a la innovación pública con perspectiva de género, o a las habilidades; y seguridad digital para mujeres en política, entre otros temas.
El debate sobre nuestro lugar en la política implica reconocer tanto los avances logrados como los desafíos persistentes. La diversidad de perspectivas y experiencias en la toma de decisiones políticas enriquece el debate público y contribuye a la adopción de políticas más inclusivas y efectivas.
En este sentido, es crucial pensar el compromiso de todos los actores sociales, económicos y políticos en la promoción de la igualdad de géneros y la plena participación de las mujeres en la vida política. Solo mediante un esfuerzo colaborativo y sostenido podremos construir sociedades más justas, igualitarias y democráticas.