WhatsApp, el arma silenciosa de los acosadores

El ciberbullying es potenciado por las aplicaciones que permiten engañar sobre quién está del otro lado

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Preocupación por las herramientas que se utilizan para el ciberacoso
Preocupación por las herramientas que se utilizan para el ciberacoso

La aplicación de preferencia para acosar o ejercer ciberbullying hoy es WhatsApp, seguido por Instagram y TikTok, y en la actualidad este comportamiento comienza cada vez a edad más temprana, 9 años. El acoso por medio de la principal plataforma suele darse en un grupo. El hostigamiento es factible durante la actividad escolar, como en el tiempo libre de los menores. La inmediatez, facilidad y disponibilidad para dañar y la falta de empatía en el medio digital convierten a esta práctica en más que un problema, sobre todo porque se contrapone con la necesidad de pertenecer y las pulsiones adictivas que invitan a los niños a estar todo el tiempo conectados.

Muchos niños tardan en registrar, hablar y explicar a su entorno que son víctimas de acoso; tienen vergüenza, miedo, se sienten indefensos y con baja autoestima. El daño psicológico causado por el ciberbullying en WhatsApp puede ser muy grave y es silencioso. El dispositivo y su interacción es su espacio privado y suelen preservarlo bajo llave.

Es muy importante no dejar pasar ni desatender estas situaciones. El hostigamiento es una práctica que no es exclusiva del medio digital, pero encuentra en estos ámbitos un ecosistema de reproducción y multiplicación, en la que el menor de edad es amenazado, humillado o molestado mediante dichos, publicación de textos, imágenes, videos, audios o el extendido uso de IA para modificar fotos publicadas por niñas en Instagram y “desnudarlas” para luego distribuirlas.

En grupos de Whatsapp usualmente la agresión comienza con una broma entre pares, luego las burlas se tornan hirientes, donde la mayoría suele tomar partido por el agresor y aísla al acosado. Los códigos y términos de comunicación en estos entornos son tremendamente hostiles, agresivos y desaprensivos. El disparador puede ser celos, venganza, competencia o rivalidad y suelen usar fotos privadas, memes o vídeos íntimos para ridiculizar a la víctima.

El 97% de los adolescentes se conecta online y la gran mayoría accede a Internet en su dispositivo móvil, lo que lo convierte en el medio más común para el acoso cibernético. En ese sentido, el 21% de los estudiantes informaron haber dicho o hecho algo cruel a otra persona.

El 60% de los jóvenes ha sido testigo del acoso online, pero la mayoría no interviene. Asimismo, 4 de cada 5 jóvenes en edad escolar (80%) dice que sería más probable que intervinieran en casos de ciberacoso si pudieran hacerlo de forma anónima.

La discriminación existe tanto en los espacios digitales como offline. Las tecnologías ofrecen una amplia variedad de canales para ejecutar el acoso: mensajes personales, grupos de WhatsApp, grupos en redes sociales, memes, imágenes o videos difamatorios. Esto reproduce el daño ya que se combinan los dispositivos y se multiplican los canales de difusión y recepción.

El anonimato, la no percepción o registro del daño causado a otro, y la posibilidad de viralización hacen que el ciberbullying sea un tema por tratar, tanto en el ámbito familiar como en las escuelas e instituciones.

Ante datos sobre un posible acoso, es importante generar y preservar capturas de pantalla de las conversaciones; el bullying es difícil de demostrar, y suele ser la palabra de uno contra la de otro. Una acción inmediata consiste en salir inmediatamente del grupo, aunque esto no garantiza que el hostigamiento no continúe por otro medio, por lo que bloquear al agresor podrá ser solo un mitigante.

Es importante entender que el mundo digital atraviesa la vida de todos los infantes, y es necesario ser conscientes que existen riesgos. Por eso para comenzar a hablar de prevención, siempre lo primordial es la construcción del diálogo en el marco de la familia respecto a estos temas.

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