En agosto de 2018, en medio de una corrida contra el peso que llevaba cuatro meses, el presidente Mauricio Macri anunció que la Argentina volvería al Fondo Monetario Internacional. Esa misma noche, Javier Milei le concedió un extenso reportaje a Luis Novaresio. En retrospectiva, se trata de una pieza muy valiosa, porque allí Milei explicó su opinión acerca de las opciones que tiene un gobierno frente a una caída brutal de la demanda de pesos, un panorama que también era dominante cuando él asumió el 10 de diciembre del año pasado.
Milei, como era habitual entonces, se inclinaba a favor de un ajuste fiscal, que en determinadas condiciones podía ser expansivo. Así lo argumentaba: “¿Qué es lo que hace que un programa económico sea expansivo o recesivo? Que el ahorro que genera el ajuste, tenga como contrapartida inversión. Si hay inversión, es expansivo y crece. Si no hay inversión, cae. Pero si mantenés los desequilibrios fiscales que terminaron en varias mega crisis y te dicen que van a ajustar gradualmente, no vas a invertir. Mucho menos si después vienen los políticos chorros y te afanan con los impuestos”.
Al mismo tiempo, se expresaba categóricamente en contra de una devaluación. “La otra alternativa es devaluar. Pero cuando vos devaluás, ¿qué es lo que pasa? Hacés que se empobrezca la gente, que importe menos. (Además), como el precio de los alimentos y los bienes básicos están expresados en dólares, hacés explotar la cantidad de pobres e indigentes”.
Esa opinión en contra de la devaluación era una constante en Milei, cuando analizaba la gestión de Macri. Para él, la devaluación era el mecanismo que utilizaban los políticos para evitar hacer el ajuste, al que se resistían porque eran parásitos que vivían del gasto público. A diferencia del ajuste fiscal, la devaluación licuaba los ingresos.
Al referirse al inicio del gobierno de Macri, el entonces ascendente Milei decía: “La pobreza aumentó durante este gobierno, básicamente, por la negligencia e incompetencia de Prat Gay en la apertura del cepo, al negar un problema que se llama sobrante de dinero. Eso hizo que cuando vos saliste del cepo, el tipo de cambio en lugar de parecerse más al oficial, se pareció más al paralelo. Además, en el mismo momento eliminaste retenciones. El precio de los alimentos se duplicó y mandaste un montón de gente por debajo de la línea de la pobreza. Y como la gente no va a dejar de comer, dejó de gastar en otras cosas y te metió en una recesión”. Milei militaba insistentemente en contra de la licuación de ingresos por medio de una devaluación. De hecho, esta semana circuló un tuit suyo de 2017 donde decía, textual: “Corregir el desequilibrio fiscal (choreo político) vía crisis que licuél el gasto y tire a millones de personas a la pobreza es de HDRCRMPs”.
Lo curioso del caso es que cuando llegó a Presidente, lo primero que hizo Milei fue, exactamente, lo que él mismo no recomendaba. No es que devaluó: dispuso una devaluación de dimensiones históricas. Por más que él pueda argumentar que realizó el ajuste al que Macri no se animó -y sería el origen de una larga discusión- hay una evidente distancia entre aquel Milei que explicaba los efectos terribles de una devaluación y este, que devaluó.
La devaluación afectó, como él auguraba en otros tiempos, a toda la sociedad. De ahí se deriva otra distancia entre el candidato que decía que el ajuste lo iba a pagar sólo la casta y el presidente que se lo impuso a todo el mundo.
Ese contraste entre lo que Milei decía cuando era candidato y lo que hace ahora que es presidente es un clásico. Los candidatos, si quieren ganar, deben mentir. Ese recurso, tarde o temprano, pasa factura. Si Milei hubiera dicho: “Apenas llego voy a devaluar, eso va a duplicar el precio de los alimentos, la pobreza va a crecer geométricamente y habrá una recesión brutal”, tal vez no llegaba a donde está. A todos los presidentes les ha pasado. ¿Tanto como a él? Veamos algunos indicios a partir de lo ocurrido en estos primeros cien días..
En julio de 2022, en medio de la crisis desatada tras la renuncia de Martín Guzmán, Milei se sentó frente a Alejandro Fantino. “Quiero decirles lo siguiente -anunció el periodista, en un tono de suspenso-, si Javier Milei contara lo que estuvimos charlando tres minutos antes del aire, su idea para su posible presidencia, no solo es la tapa de los diarios de mañana, sino que definitivamente mete una ruptura en la política argentina”.
Así empezó el diálogo entre ellos:
-Te lo tengo que preguntar de una, y de frente march, si te toca ser presidente, ¿estás en condiciones de dolarizar la economía absolutamente?
-Sí. Hoy es factible dolarizar.
-¿Pero dolarizar es que sacaríamos dólares del cajero?
-Exactamente. Empezaríamos hacer transacciones en dólares por ejemplo y es absolutamente factible.
-Te lo pregunto mirándote a los ojos, en vivo, a la hora que es, exactamente 23:45. O sea, si te toca llevar adelante el destino de Argentina dolarizarías la economía.
-Yo dolarizaría y le voy a explicar a los argentinos: esto terminaría con la estafa que es el peso
-O sea, sacás los pesos de circulación
-Exactamente.
Luego, en la mitad de la nota, Fantino insistió:
-Hoy te está mirando Ariel. Él es un compañero. ¿Acá él iría a cobrar el sueldo en dólares?
-Sí, exactamente, va a cobrar en dólares. Va a pagar en dólares. Se va a mover en dólares, va a ser todo en dólares, como pasa en Ecuador, como pasa en Panamá
-O sea, es factible hacerlo.
-Es factible
Milei entonces explicó cómo retiraría los pesos de circulación, pagaría la deuda y cubriría los ahorros. Cuando terminó de calcular, concluyó que le faltaban 10 mil millones de dólares. Pero aseguró que ya tenía quién se los prestara.
-Me darían 10.000 millones de dólares cash—dijo el libertario.
-¿Quién te los daría?—preguntó Fantino.
Milei lo miró, fijo, a los ojos.
-Una institución financiera internacional de las más importantes del mundo
-Mírame: ¿ya lo tenés al OK?
-¿Vos querés que te muestre el celular?
-¿Están dispuestos a apostar por la Argentina?
–¿Y a vos qué te parece?
Al menos hasta ahora, no salen dólares de los cajeros. Milei ya no habla de dolarización sino, en todo caso, de canasta de monedas. Y se irrita cuando alguien recuerda aquello que dijo. Dice que lo malinterpretaron, o que todo es una operación de los medios hegemónicos, o algo así. Quedará para siempre la duda sobre qué hubiera pasado si, efectivamente, Fantino le pedía el celular.
Un tercer ejemplo alude a la libertad de expresión. En agosto de 2021, durante su campaña para diputado nacional, en una entrevista con Viviana Canosa explicó que cada cual puede decir lo que quiera de quien sea: eso forma parte de sus derechos. Nadie debería impedirlo, con una excepción. “Hay toda una discusión sobre lo que es la libertad de expresión…Yo puedo decir de otra persona todo lo que se me dé la gana…Yo no me puedo meter con tu opinión porque es tu propiedad… Pero ese es un mundo donde no hay Estado. ¿Qué pasa ahora si hay Estado? ¿Qué pasa por ejemplo si (…) en el fondo, es un accionar del Estado para perseguir a los que piensan distinto? Ah, bueno ahora sí estamos en un grave delito. Eso es fascismo. Eso es perseguir al que piensa distinto. Y esta es la policía del pensamiento”.
Ahora, Milei es el jefe de Estado. No es el primero ni será el último que defiende la libertad de expresión cuando es candidato y se rebela contra ella cuando es Presidente. Por eso, cuando le preguntan por qué utiliza el aparato del Estado para escrachar o humillar disidentes, dice que él tiene derecho a opinar como cualquiera, algo muy distinto a lo que decía antes. Ya no hay diferencia entre un mundo sin Estado y otro con Estado. Aquel Milei opinaría que este es “la policía del pensamiento”.
El cuarto ejemplo atañe a la manera de enfrentar el desafío del narcotráfico. Cuando era candidato, Milei exponía las teorías más inteligentes del liberalismo respecto de cómo encarar el tema. No se refería a los narcos puntualmente, pero utilizaba un ejemplo aplicable al punto. Si alguien quiere consumir algo, lo que sea, y el Estado lo prohíbe, un liberal debe levantar la prohibición, que solo genera distorsiones y violencia.
Esto dijo en abril de 2019, en un acto que compartió con Agustín Laje y Nicolás Marquez: “Al Capone para mí es un héroe. Porque viene un señor desde la poltrona y dice, arrogantemente, que tomar alcohol está mal. Ese señor, lo que hizo fue romper el mercado, romper las transacciones voluntarias. Entonces, había gente que podía producir alcohol y había gente que lo quería tomar. El gran Al Capone lo que hizo fue unir esas puntas. Y como tenía al pelotudo de Elliot Ness corriéndolo por todos lados, el negocio era muy riesgoso y, obviamente, tenía un retorno importante. Por eso había gente que quería entrar y había gente que no querían dejarlos. Entonces, ¿cómo lo resolvían? A los tiros. Por culpa de una regulación estúpida, al buen señor Al Capone se lo tildaba de traficante, asesino, un montón de cosas, todo por culpa del Estado”.
Con colocar la palabra “cocaína” ahí donde dice “alcohol” se entiende el sentido. Esos argumentos han sido esgrimidos por liberales muy destacados -desde Milton Friedman hasta Mario Vargas Llosa- para explicar por qué la droga debe ser legalizada. Hay textos muy interesantes de Murray Rothbard sobre el tema, donde agrega que la prohibición es un negoción para los políticos porque de allí surgen coimas de dimensiones colosales. Ahora Milei propone mandar el Ejército a Rosario. ¿Es el “héroe” de Al Capone? ¿O se transformó en Eliot Ness?
El quinto ejemplo es un clásico. En diciembre del 2020, en un almuerzo de Mirtha Legrand, que conducía Juanita Viale, Milei tuvo el primer enfrentamiento con Patricia Bullrich. En ese entonces, preocupada por el crecimiento del libertario, Bullrich intentaba hacer creer que estaban muy cerca, lo trataba en un tono maternal. A Milei eso lo fastidiaba. “No les dieron los números. Generaron un descalabro. Y lo intentaron arreglar cercenando las libertades. El cepo lo volvieron a poner ustedes, al margen de arrancar con el default en pesos. Yo soy liberal y no quiero que se me mezcle con una fuerza de centroizquierda. Ustedes nos trajeron de vuelta al kirchnerismo. Y la realidad es que cuando llega el momento de votar las cosas importantes, ¿sabes qué? Votan igual. Son lo mismo”, decía.
Y en esa andanada, pronunció un párrafo histórico, que luego lo repetiría cientos de veces. “Yo me comprometo públicamente, y lo voy a hacer ahora frente a esa cámara: señores argentinos les voy a decir algo. Cambiemos, el kirchnerismo, todos le subieron impuestos. Cuando le tuvieron que meter la mano en el bolsillo no tuvieron reparo alguno. Yo antes de subir un impuesto me corto un brazo”.
Como se sabe, Milei subió fuertemente el impuesto PAIS: no habría superávit fiscal sin ese detalle. Pero además propuso en la Ley Ómnibus subir retenciones y reponer el Impuesto a las Ganancias a la cuarta categoría. Por suerte, no se cortó un brazo. En una de sus últimas entrevistas sostuvo que él, en rigor, bajó los impuestos porque redujo los gastos (?).
La mentira o el pragmatismo son parte natural de la vida política. Aplicarle a un político los criterios de evaluación moral que rigen en la vida cotidiana es una tontería. Finalmente, a los presidentes las sociedades los juzgan por si resuelven los problemas de los ciudadanos y no por si son coherentes, dicen la verdad, respetan las opiniones de los disidentes o sacrificaron a muchas personas en el camino a la victoria. El tema se vuelve más inquietante si ese fenómeno reflejara una gran improvisación. Alguien que fundamentaba enérgicamente en contra de la devaluación, ¿por qué devalúa y devalúa tanto? ¿Porque revisó sus ideas y llegó a conclusiones distintas? ¿Por qué cambió el contexto? ¿O porque está haciendo un experimento no demasiado probado?
Por ahora, Milei extiende su luna de miel con la sociedad.
Estos asuntos, entonces, son meramente anecdóticos.