Cada semana, alguna nueva noticia, hallazgo o experimento vinculado a inteligencia artificial nos sacude generando deslumbramiento, por un lado, y renovados temores, por otro. Esta semana, la revista Wired publicó un artículo titulado “Welcome to the Valley of the Creepy AI Dolls” (Bienvenidos al Valle de Espeluznantes muñecos de Inteligencia Artificial), donde relataba el nuevo producto tecnológico de la compañía coreana Hyodol premiado en la reciente edición del World Mobile Congress: un muñeco de U$$ 1.800 entrenado con modelo de IA GPT para interactuar y asistir a adultos mayores.
Hace años que las curvas poblacionales muestran el constante envejecimiento de nuestras sociedades. Nacen menos personas y vivimos más tiempo. Ecuación irrefutable que genera impactos en múltiples direcciones. La necesidad de recrear los sistemas de asistencia y acompañamiento a adultos mayores que viven más tiempo y transitan situaciones de soledad creciente, es sin dudas uno de ellos. En ese marco, la llegada de esta nueva versión de robots con fachada de muñecos capaces de conversar, proporcionar recordatorios y asistir a humanos mayores, parece captar esta candente necesidad de nuestros tiempos. Y lo que es más acertado aún, hacerlo a precios mucho más accesibles que los productos iniciales existentes hasta el momento en este segmento. Escasez de personal en los Hogares de ancianos, dificultades de los familiares para estar todo lo presentes que sus mayores quisieran y esos períodos de longevidad cada vez más largos que mencionábamos, avalan con creces esta innovación premiada en el evento tecnológico reciente.
En la misma semana, The Wall Street Journal publicó una extensa entrevista a Sal Khan, creador de la ya célebre Khan Academy y quizás el principal evangelista acerca de las bondades de la inteligencia artificial para potenciar la efectividad de la educación en las personas. En ella, Khan contaba el recorrido del reciente Khanmigo (2023), el bot con tecnología de chatGPT que creó para dar tutoría masiva y personalizada a estudiantes así como también apoyo a los profesores en la planificación de sus lecciones. Darle a cada estudiante un “tutor” es para Khan el Santo Grial capaz de elevar sustancialmente el desempeño de los estudiantes (basado en estudios científicos que han generado evidencias claras al respecto) y ello no podría lograrse nunca con servicios provistos por humanos. Solo la tecnología cada vez más inteligente podría ofrecer tutoría de forma universal y personalizada. Como todos estos modelos, Khanmigo comete errores y, en plena implementación en una docena de distritos escolares de USA con múltiples expresiones de satisfacción por parte de docentes y alumnos, aún debe demostrar la viabilidad de los resultados que promete.
Podríamos seguir con los ejemplos que llenan las agendas de los medios cada semana. La IA generativa que procesa lenguaje humano va encontrando nuevos casos de uso de forma constante. Nuevos modelos y soluciones de IA que ayudan a productores agropecuarios a dosificar el uso de riego y fertilizantes según las condiciones reales de cada pedazo de tierra cultivada; modelos de IA que optimizan la generación de diagnósticos de salud humana al procesar y entender mejor el contenido que indica el historial de casos sobre distintas patologías; modelos de IA que ayudan a organizar, clasificar y utilizar toda la base de conocimiento que una empresa construye a través de años de desempeño de sus equipos y que muchas veces se pierde en la maraña de documentos y procesos aislados; modelos de IA para seguir y ponderar adecuadamente las señales que emiten nuestros cuerpos, verdaderos sistemas complejos sometidos a innumerables estímulos y constantes desequilibrios, para a partir de allí tomar decisiones de cuidado y reparación. Modelos de IA, en definitiva, para acompañarnos en todos los campos y actividades de nuestras sinuosas vidas.
Por supuesto, no hemos salido aún de las etapas de experimentación con los disruptivos modelos de IA generativa, como GPT, que hacen del lenguaje humano una materia prima común para nosotros, sus creadores, como para las máquinas capaces ya de entenderlo. Hay riesgos de sesgos, alucinaciones y gobernanza. Pero la evidencia constante muestra una asombrosa capacidad de progreso en todas esas falencias de los modelos de lenguaje que dan vida a los nuevos sistemas de inteligencia artificial. Vamos camino a vivir con copilotos inteligentes capaces de acompañarnos en la dura carrera de vivir, aprender, producir, trabajar y progresar. Y este es quizás el aspecto más relevante de esta revolución de la IA que aún tiene tantas preguntas y desafíos irresueltos o indefinidos.
Todas las biografías son distintas. La vida humana es en sí misma, el culto a la diversidad. El sentido de la vida humana nunca puede ser un “producto prefabricado” dice Harari en su monumental Homo Sapiens. Hay que construirlo. Fred Kofman en su Revolución del Sentido pone el foco en el mismo tema, la compleja misión de dotar de sentido a nuestra existencia. Vivimos tiempos de extendido confort y tecnologías que resuelve muchas necesidades pero que hacen de aquella búsqueda de sentido una verdadera emergencia. Si hay un común denominador en esos trayectos humanos tan diversos llamados a construir sentido, es la necesidad de tutores y copilotos. No podemos solos. En general, no hemos podido solos nunca. Hemos sufrido emocionalmente, despilfarrado recursos, frustrado expectativas, destruido vínculos y desatado conflictos de graves consecuencias por haber carecido total o parcialmente de esos tutores o copilotos capaces de acompañarnos eficazmente en el análisis y decisiones que nuestras vidas siempre requieren.
¿Pero acaso la Humanidad, en su incesante evolución, no se ha ido dando soluciones a esa necesidad de compañía y mentoría persistente? La familia, las amistades, los sistemas escolares, los libros multiplicados gracias al poder de la Imprenta, la Internet más recientemente. Todos ellos podrían ser considerados acertadamente como tutores de nuestras trayectorias individuales. Y todos ellos han cumplido, y lo siguen haciendo, un función relevante para que nuestras vidas sean mucho más virtuosas de lo que serían si no contáramos con ellos. Pero no alcanzan. Ni familias, amigos, docentes o cualquier otro mecanismo pueden garantizar la cantidad ni la calidad de compañía que necesitamos para operar y tomar decisiones en nuestras vidas. Suelen hacer maravillas, por cierto. ¿Cuánto vale tener una buena familia, padres responsables, hermanos afectuosos y buenas conversaciones en el hogar? Incalculable. Pero, en el promedio, se trata de sistemas humanos. Y por ende, inestables, cambiantes, sujetos a vaivenes emocionales. Insustituibles y en muchos casos brillantes, capaces de enriquecer y transformar vidas. Pero falibles y vulnerables. Mas aún, inequitativamente distribuidos. ¿Cuántos han sufrido familias conflictivas y despiadas? ¿Cuántas amistades o parejas no han cumplido con las mejores expectativas que suelen generar? ¿Cuántas escuelas o docentes derraman buenas intenciones pero carecen de las herramientas, la cercanía o la habilidad para impactar en las vidas de un niño?
La vida se hace más compleja, difícil y solitaria cuando carece de tutores o cuando ellos están presentes sólo de forma errática e intermitente. La IA bien concebida, entrenada e implementada puede completar el repertorio y ofrecernos copilotos confiables y certeros para múltiples necesidades de nuestro accidentado devenir. Podemos construir el mejor de los mundos: mejor humanismo (familias, vínculos, empatía, etc) a partir de todo lo que hemos aprendido en el recorrido de la civilización junto a dispositivos tecnológicos más accesibles y preparados para asistirnos de forma inteligente. “La IA será la transformación tecnológica más significativa de la historia de la Humanidad” expresa el fundador de OpenAI, Sam Altman. Que esa transformación redunde en más y mejor compañía y tutoría para nuestras vidas es una posibilidad por la que vale la pena apostar.