Argentina necesita de un pacto mayor, que sea superador a otros acuerdos de unidad nacional que se diluyeron con el correr del tiempo. Solo basta observar los palacios que hermosean la geografía de las principales ciudades de nuestro país para darnos cuenta de que perdimos ese esplendor del siglo XVIII.
Pero esta retrospección me enseña en el orden personal, familiar y como sociedad, que los logros del pasado no son suficientes para vencer los problemas actuales, que estancan el ansiado crecimiento.
Por consiguiente, un pacto de unidad nacional es necesario para establecer aquellas bases que permitan una estabilidad que se mantenga con el tiempo, para lo cual considero que debe sustentarse en tres pilares fundamentales:
Aceptación en lugar de resignación: Un pacto es un tratado entre dos o más partes, que llegan a un acuerdo o aceptación, obligándose a cumplirlo. Un acuerdo no debe estar basado en la resignación. Esto significa renunciar a nuestras convicciones. Por el contrario, la aceptación es poner toda la capacidad, valor y patriotismo, al servicio de las premisas acordadas, no viendo a la otra parte del pacto como el lado enemigo, que puede poner en peligro la estabilidad nacional. La construcción del canal de Panamá nos ayuda a ilustrarlo. Un ingeniero estadounidense, John F. Stevens, descubrió como utilizar el excedente de agua del caudaloso río Chagres, para convertir lo que era una amenaza en la fuerza necesaria que permitiría la ansiada comunicación interoceánica, después de años de trabajo sin haber visto resultado alguno. Quizás ha llegado el tiempo de convertir lo que cada parte considera como una fuerza contraria en la razón que impulse una sinergia para el bien de millones de argentinos.
Una señal clara y visible: El primer pacto fue entre Dios y el hombre, lo relata la Biblia en el libro de Génesis, después del primer diluvio a causa de la maldad en la tierra. Dios enuncia a Noe: Nunca más las aguas de un diluvio mataran a todas las criaturas, nunca más un diluvio destruirá la tierra. He puesto un arco iris en las nubes, es la señal de mi pacto con ustedes.
Un acuerdo de unidad nacional debe tener como premisa que los líderes firmantes, honren sus acuerdos, como Dios lo hace con la humanidad. Pero además nuestros gobernantes, deben ser conscientes, que hay un Dios por encima de todo pensamiento humano, que los ojos del creador están abiertos de día y de noche sobre esta casa que es el suelo argentino. Esa toma de conciencia seguramente libraría de muchos errores, pero no de ignorancia.
Un veedor representativo y federal: Tomando nuevamente Panamá como ejemplo, en el salón dorado de su palacio de gobierno, se encuentra a pocos centímetros del sillón presidencial, una silla de cuero fabricada a mano por un artesano. Forma parte de esta sala emblemática para recordar al primer mandatario cuáles son sus orígenes, y así no perder el rumbo. Del mismo modo un pacto de unidad nacional requiere de un veedor, que recuerde a los actores de dicho pacto, el compromiso asumido, para que estos no se desvíen. Creo profundamente que las organizaciones de la sociedad civil y los credos cumplen ese rol y como tal deben ser convocados como veedores. Si queremos conducir juntos a nuestra amada Argentina a buen puerto, es necesario que los gobiernos permitan que los actores sociales sean esa guarda para la Nación, sin ser parte del Estado, pero sí cuidando del mismo para que no se produzcan daños entre las partes que forman parte de este tratado, que por cierto se define también como un concierto, que para ser armonioso debemos poner punto final a la corrupción, la agresión verbal y la descalificación del otro. En esto debemos ocuparnos, permanecer y persistir sin temor alguno.