El suicidio europeo

El eje franco-alemán que construyó la UE de la posguerra se está resquebrajando, para beneplácito de EEUU, pero también de Rusia y China

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El canciller alemán Olaf Scholz,
El canciller alemán Olaf Scholz, centro, el presidente francés Emmanuel Macron, izquierda, y el primer ministro de Polonia Donald Tusk se estrechan las manos en una conferencia de prensa en Berlín, Alemania, el viernes 15 de marzo de 2024. (AP Foto/Ebrahim Noroozi)

La lucha entre el bien y el mal es un recurso simplista utilizado en los cuentos de niños, en la política, en la comunicación social y en las películas de acción, donde los “héroes salvan al mundo”. Esa extrema sencillez es atractiva para nuestra mente porque facilita, como preconcepto, confirmar lo que ya creemos saber. El esquema amigo-enemigo funciona emocionalmente, muchas veces a costa de no ver la realidad. Esto viene a cuento de lo que ocurre en Europa, cuya caída cultural y económica es ocultada o enmascarada por los medios de comunicación masivos.

La cruda realidad es otra. La orgullosa industria de punta alemana está desarticulándose. Daimler AG (Mercedes Benz) y Audi Stuttgart GMBH producen en China, Sthil (herramientas) se va a Suiza; Porsche arma sus baterías en EEUU; la tecnológica ZF AG cierra sus plantas alemanas; Rheinmetall AG, el mayor fabricante de armas de Alemania, ahora fabrica en Ucrania, mientras Alemania “importa” fuerza laboral de África. La desindustrialización alemana ya era visible, pero se ha acelerado a partir del bloqueo de la OTAN (y posterior voladura del gasoducto NordStream I y II) para recibir suministros de gas ruso, bien baratos. Derivado ese gas a Asia, particularmente a China e India, el crecimiento industrial y manufacturero de dichas naciones, se ha vuelto aún más competitivo, complicando a todo Occidente. Acciones que salen al revés de lo pensado.

La guerra en Ucrania ha traído la consecuencia de debilitar la estructura industrial del motor de Europa (Alemania) lo que afecta a sus proveedores europeos, lo cual hasta favorece a EEUU, que imagina un mundo dividido entre China y EEUU, sin terceros en disputa. Como “la guerra nunca es un acto aislado” (Carl von Clausewitz) la dimensión militar y la dimensión económica se estrechan fuertemente.

Desde el inicio del conflicto, EEUU ha pretendido que Europa pague los gastos de la guerra y en particular ha tratado que Alemania se involucre militarmente, proporcionando asistencia militar a Ucrania para “restaurar su soberanía territorial”. Se enviaron inicialmente cascos, municiones y otros pertrechos; luego los famosos “Panzer” Leopard. Nada de eso cambió las reglas del juego y los resultados militares son bien negativos para Ucrania; en última instancia, sólo se prolongaron en más muertes. Ahora EEUU insiste para que Alemania suministre sistemas de armas de largo alcance para realizar ataques contra objetivos estratégicos en la zona de retaguardia de Rusia. Son los misiles de crucero alemanes “Taurus”, que tienen un alcance de 500 kilómetros (hasta Moscú estaría a su alcance); maniobra momentáneamente frenada por la inteligencia rusa (o por los mismos alemanes), que publicó conversaciones entre militares alemanes sobre un juego de simulación referido a la destrucción del Puente de Crimea. La posibilidad de semejante hecho militar provocaría un casus belli que podría escalar hacia una guerra entre Rusia y Alemania (y el resto de Europa), que ninguna parte desea, sólo recordando las decenas de millones de muertos de la IIGM. Esto también explica la advertencia de Putin en cuanto a su amenaza nuclear. Recordemos que el asesinato del heredero Francisco Fernando en Sarajevo (1914) generó la reacción del Imperio Austrohungaro, iniciando la Primera Guerra Mundial. Por eso la situación actual se ha vuelto bastante delicada, aunque ningún europeo creería necesario sacrificar a Europa para salvar a EEUU.

El presidente de EE.UU., Joe
El presidente de EE.UU., Joe Biden (d), y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski (i), en la Casa Blanca - EFE

Como expresamos, el conflicto tiene una faceta económica. EEUU exige que la UE contribuya con fondos propios, bajo el sutil argumento que la seguridad europea está en juego. Europa ha acumulado desde el inicio del conflicto en 2022, una ayuda financiera a Ucrania por un total de 77.000 M de euros. También entregó ayuda humanitaria por valor de 2.000 M de euros y apoyo militar por valor de 5.600 M de euros. A lo largo de 2023, la voluntad de seguir ayudando a Ucrania, a ese ritmo, empezó a desmoronarse. Eslovaquia, Polonia y Hungría han protestado alegando distintos motivos.

¿Qué hizo EEUU? Después del Maidan (2014) EEUU no transfirió su propio dinero, sino que dio garantías bancarias. Estos préstamos garantizados ascendieron a 113.000 M de euros en 2022 y 2023. Esto significa que EEUU no tiene que pagar nada mientras Ucrania pueda pagar los préstamos que recibió de los bancos, con supervisión del FMI, sobre la base de garantías estadounidenses. Otra parte del dinero, a su vez, provino de la UE, ya sea en forma de préstamos o en forma de ayuda económica, que Ucrania no tiene que devolver. Los préstamos del FMI estaban sujetos a condiciones estrictas de pago, como la privatización de propiedades estatales, o bien derechos mineros o tierras negras de cultivo. Mucho del equipamiento militar entregado a Ucrania es producido por empresas norteamericanas. El resultado sería: EEUU da garantías, las empresas estadounidenses ganan dinero y la UE paga la “ayuda”.

Después de la fallida ofensiva del verano, Kiev ahora anhela al menos entrar en la UE. El Instituto Económico Alemán (IW) analizó que ocurriría si Ucrania recibiría por “ayuda” en total unos 140.000 M de euros del presupuesto de la UE; unos 80.000 M de euros se destinarían a subvenciones agrícolas, y entre 60.000 M de euros se destinarían a la política de cohesión. Esto no se puede hacer sin reasignar o aumentar el presupuesto. Los estados más ricos tendrían que pagar más o renunciar a beneficios, ejecutando ciertos recortes sociales masivos, sumando una enorme presión a la baja sobre los salarios comunitarios. Pero lo más grave está en el campo agrícola por el eventual colapso de muchos agricultores, porque no podrían competir con una producción ucraniana muy barata, por costos laborales bajos, suelos muy fértiles y la apertura del mercado ucraniano a las semillas genéticamente modificadas, así como la producción industrial extensiva a gran escala con el apoyo de empresas como Monsanto, Cargill y John Deere; dado que la gran parte de sus tierras ya están en manos de corporaciones extranjeras. Ucrania ya aumentó sus exportaciones terrestres de cereales de 7,3 M de toneladas a 9,6 M de toneladas en estos dos años. Los productos agrícolas ucranianos, anteriormente destinados a África están inundando los mercados de Europa Central. Los burócratas de Bruselas siguen ignorando los reclamos de los agricultores locales; por eso continúan los “tractorazos”. La caldera europea seguirá aumentando su actual ebullición social y política. Todo esto hace pensar que Ucrania, por ahora, no podrá integrar ni la OTAN ni la UE. Europa ha entrado en un callejón sin salida.

La actitud bastante favorable hacia los EEUU por parte del canciller Scholz guarda relación con la zanahoria ofrecida por EEUU a Alemania: que las grandes corporaciones alemanas se ocupen de la reconstrucción de Ucrania. Se ha hecho público un memorándum de cooperación entre la USAID y la Fundación Friedrich Ebert (social demócrata), para generar proyectos que aprovechen los bajos salarios ucranianos. Todo esto estaría ya acordado con el principal financista global, Blackrock.

Otros dos actores políticos se han manifestado, en forma opuesta, sobre la guerra: el Papa Francisco, para promover las negociaciones de Paz y Macron alentándola, alentando el envío de tropas a las trincheras ucranianas. Las respuestas simplistas de la UE y de Zelensky no fueron acusar a Francisco de ser un pacifista ingenuo, sino de “haberse pasado al bando de Putin”. En realidad, el Papa le está hablando a EEUU para que se decida a iniciar inmediatamente negociaciones con Rusia y de no esperar los resultados de las elecciones presidenciales de noviembre. Por otro lado, el endurecimiento de la retórica de Macrón suena a ciencia ficción, ya que casi nadie daría la vida por la “Patria Europea”, como sí lo hace los soldados ucranianos y rusos, confirmado así que los conceptos de Nación y Patria siguen siendo los valores fundamentales de los pueblos. Macron en realidad habla de mercenarios contratados por la UE, aunque los objetivos personales de Macron sean bien materiales y nacionales: compensar las pérdidas económicas y de prestigio político militar sufridas en África (Sahel) y la necesidad de generar negocios para Francia, productor importante de obuses, proyectiles para la artillería, carros de combate y otros, siendo Ucrania el gran mercado, en la medida que continúe la “ayuda militar” de la NATO o de la UE, siempre en competencia con los proveedores alemanes.

Algunas conclusiones. En cierta medida el eje franco-alemán que construyó la UE de la posguerra se está resquebrajando, para beneplácito de EEUU, pero también de Rusia y China. La tragedia de Europa es no haber podido consolidar un proyecto unificador, respetando las respectivas características nacionales y eso se debió 1) al rumbo que le imprimió la camarilla burocrática de Bruselas, que ha sido cooptada ideológicamente por el grupo globalista, que impulsa un materialismo apátrida únicamente interesado en sus negocios financieros; 2) por haber abandonado sus históricas tradiciones culturales y religiosas; 3) por perder empleos industriales, 4) por perder población propia; y en los últimos tiempos 5) por el distanciamiento franco alemán. Todo ello podría resumirse en una sola frase: el suicidio europeo.

Para enmascarar esta triste situación aplican la guerra cognitiva: la Comisión de la UE está endureciendo la censura en la UE con la llamada “Ley de Libertad de Medios” asumiendo la supervisión de los medios de comunicación, aunque esto debería ser responsabilidad de cada Estado miembro. La Comisión de la UE ya ejerce censura con la “Ley de Servicios Digitales” y el “Código de Conducta para Combatir la Desinformación” de junio de 2022.

Resulta absurdo reducir todo a la lucha entre el Bien y el Mal. En tiempos de locura y de formación de opinión acelerada por las redes sociales, normalmente se decide demasiado rápido quién es el bueno o el malo. Por eso es procedente que cada tanto se cuestionen patrones de pensamiento preestablecidos, más en estos tiempos que reina tanta confusión y manipulación mediática. También es oportuna reflexionar sobre todo lo que ocurre en Europa para sacar conclusiones para Argentina, que continúa sin rumbo, ni conducción política.

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