En estos días, es evidente que las expectativas y las evaluaciones sobre el gobierno nacional colisionan con la realidad. Varios estudios de opinión pública señalan que algunos argentinos creen que fue necesario que el gobierno haya tomado las medidas que finalmente profundizaron la crisis en post de ordenar las cuentas, otros tantos esperan atravesar este difícil momento, aguardando que se inicie un ciclo virtuoso de crecimiento y desarrollo, tras haberse ordenado la macroeconomía y, finalmente, hay un tercer sector de la sociedad que augura una aceleración de la crisis sin tener muy claro su destino.
Al mismo tiempo, los analistas políticos nos sorprendemos día a día con el formato de praxis política del presidente Javier Milei, que no cuadra dentro de los parámetros tradicionales de funcionamiento.
Ejemplo de esto es la tensión que promovió el mismo Milei contra diferentes legisladores y gobernadores que podrían calificarse como “colaboracionistas” por querer apoyar gran parte de las iniciativas propuestas por el presidente. Estas acciones fueron etiquetadas como un auto sabotaje, instigado por el propio Milei, que finalmente socavó cualquier posibilidad de alcanzar acuerdos básicos para consolidar ciertas medidas promovidas por su programa de gobierno.
Esta metodología fue descrita como actos de incomprensión, irracionalidad y también como antidemocráticos. Desde esta perspectiva, lo que podemos observar es que uno de los fenómenos que ocurrió fue una crisis en la praxis de la realpolitik con la construcción simbólica fundamentada por el Presidente.
El libertario priorizó seguir alimentando la narrativa por encima de cualquier otro aspecto, incluso si esto significaba que una de sus primeras medidas terminara en derrota. Algunos analistas concluyen que, ante la falta de logros a corto plazo, se promovió el mensaje de que la casta le impide gobernar. Otros creen que la intransigencia es uno de los instrumentos elegidos para librar la batalla cultural y reconfigurar la sociedad dentro de los parámetros propuestos por el oficialismo.
Sin embargo, para entender racionalmente estas actitudes, es importante destacar que las democracias liberales, incluida la de Argentina, se encuentran inmersas en una profunda crisis sistémica. No logran encontrar los mecanismos para satisfacer las demandas ciudadanas en un mundo con mayores niveles de concentración de la riqueza, donde el individualismo y la mercantilización son los principios y valores predominantes.
Además, es importante considerar cuáles son las transformaciones que han impactado en las generaciones más jóvenes, consiguiendo variar algunos patrones culturales referidos a la relación de los individuos con el sistema de trabajo, o con la vinculación entre vecinos y ciudadanos, o con las expectativas y aspiraciones de crecimiento económico.
Las generaciones más jóvenes anticipan que su futuro económico no será mejor que el de las generaciones anteriores. Incluso muchos de ellos sienten que conseguir un trabajo formal no garantiza el bienestar, y consideran que contribuir al sistema previsional es desperdiciar dinero que podrían utilizar de otra manera.
Con estos datos, intentamos establecer que la cultura y las demandas se fueron transformando, y como resultado de estos cambios, los partidos mainstreams no fueron capaces de absorber las nuevas demandas y fracasaron en la gestión de las crisis del Estado y de la sociedad. Tampoco supieron interpelar a distintos sectores sociales que vienen sufriendo los deterioros que genera este largo proceso de crisis.
Entonces, queda más claro que estos movimientos alt-right o de ultraderecha han logrado captar el sujeto social de la época, conectándolo con su propia visión social para dar significado a su narrativa. El sentido común les ha proporcionado el respaldo necesario para promoverlas como patrones culturales generales.
Pero ¿cuál es el sujeto social de este momento? En Estados Unidos Donald Trump identificó que existían sectores de trabajadores industriales en el centro del país que se encontraban indignados por la pérdida sistemática de puestos laborales. Logró que este grupo compartiera el diagnóstico que responsabilizaba al gobierno del Partido Demócrata por la situación, ya que patrocinaba un sistema liberal y globalizador que afectaba a sectores productivos constantemente perjudicados por la competencia internacional.
Trump a través de medidas proteccionistas y con un discurso nacionalista, logró radicalizar al Partido Republicano que era conservador. Pudo consolidar esta nueva cultura política hasta el punto de posicionarse como nuevo actor con grandes posibilidades de ser nuevamente presidente.
En Argentina, Javier Milei fue quien comprendió cuál era el sujeto social. Observó que los ciudadanos estaban cansados de una crisis económica que se había iniciado en 2016 y que se estaba profundizando cada vez más, con consecuencias tan trágicas como la constante caída del poder adquisitivo y el aumento interminable de los índices de inflación, lo que deterioraba la calidad de vida e impedía el progreso económico.
Los mensajes que divulga son claros: el Estado es el culpable, la política es la responsable y la fuerza del mercado todo lo mejora. Realizo un diagnóstico preciso, los altos niveles de indignación de la ciudadanía hacia el sistema político por la falta de resultados positivos y la errónea agenda discursiva de las fuerzas progresista al no captar el clima de época, le abrían la posibilidad de alimentar el relato que le permitió conquistar electores y, hasta el momento, mantener un importante nivel de adhesión a pesar de las medidas adoptadas y de los mensajes emitidos.
Milei pudo simplificar al culpable y lo designó casta, además tenía que dar una solución rápida y creíble a la mayor preocupación de los argentinos, la inflación, y para eso ofreció la dolarización como instrumento de solución.
Las estrategias narrativas de estas fuerzas radicalizadas se basan en utilizar la polarización afectiva (PA) como mecanismo principal para significar sus mensajes, recordemos que la PA se basa en incentivar el enfrentamiento por motivos identitarios recurriendo a propuestas maniqueas e inclusive hasta la desaparición del otro.
Discursivamente, tanto Trump, como VOX en España o AFD en Alemania y otros tantos más, sitúan a los extranjeros que llegan en masivas olas inmigratorias como los otros a enfrentar, promoviendo visiones nativistas entre los habitantes. Pero esta construcción no es al azar, sino, en cambio, los sitúan como los que deterioran el sistema quitándole responsabilidades a los grandes grupos de poder que concentran la riqueza, es más, el relato es simple, recurren a estigmatizaciones viejas: son los que roban el trabajo, los que no aportan, etc.
Sin embargo, Milei propone el enfrentamiento con la casta y lidera a los argentinos de bien en esta batalla, ataca al Estado y designa como el rival al movimiento peronista por ser la fuerza política que propone y ejecuta el intervencionismo estatal y el Estado de bienestar en la Argentina.
Asimismo, no diferencia entre propios y ajenos, arremetiendo contra diversos actores del sistema que podrían proveerle de gobernabilidad, y la cambia, por lo menos hasta ahora, por confrontar contra el sistema político para darle coherencia a su relato.
El enfrentamiento mediante la PA ofrece distintas posibilidades, por ejemplo, Trump utilizó la confrontación con personajes públicos mediante insultos, descalificaciones y acusaciones para desactivar la crítica y clausurar el debate a través de invalidar al otro, para colocarlo en el lugar que el rival no está en posición moral ni ética para poder expresar sus opiniones. Aquí se empezó a ver el mismo mecanismo.
En definitiva, la narrativa por ahora es un arma poderosa que logra convencer a sectores ideologizados, pero también a grupos hastiados con la situación. El actual panorama político argentino refleja una compleja interacción entre las demandas sociales, las estrategias políticas y las transformaciones culturales. La emergencia de fuerzas políticas radicalizadas como la liderada por Milei pone de manifiesto la necesidad de comprender y abordar las causas profundas del descontento social, así como de promover un debate democrático que fomente la inclusión y la diversidad de opiniones en la construcción de soluciones a los desafíos que enfrenta la sociedad argentina.