Debemos tomar acciones concretas ante la compra de datos biométricos

Proteger los datos de las personas, es proteger a las personas. El Estado tiene que tener un rol proactivo y es fundamental crear una legislación que permita el desarrollo de la tecnología al mismo tiempo que resguarde la identidad y el valor de todos los ciudadanos

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Escaneo de iris
Escaneo de iris

Podría decirse que la historia de la humanidad es la historia de los inventos. Y a lo largo de este período hay momentos en los que los avances tecnológicos ponen en jaque hasta a los propios paradigmas en los que vivimos.

Resulta cómico imaginarse lo que habrá sido la cara de los políticos ingleses cuando vieron que aparecía la máquina a vapor y las implicancias sociales que eso tendría. Como ese invento no sólo transformaría todo el sistema productivo mundial, sino que incluso las reglas de juego del sistema, las leyes.

Hoy, el ritmo con el que avanza la revolución 4.0 no nos da tiempo de pensarla, muchísimo menos de legislar al respecto. En los últimos días se conoció la noticia de una empresa llamada Worldcoin, creada por el CEO de Open AI (Chat GPT entre otras tecnologías) que está pagando por escanear el iris de las personas.

La compañía sostiene que bajo sus metas “humanitarias y altruistas” lo que hace es usar datos biométricos para crear un “pasaporte virtual” (World ID). Pero debemos aclarar que los datos biométricos son todos los datos de nuestra biología que nos hacen únicos, el iris tiene 256 puntos irrepetibles. El más conocido en el mundo es la huella digital, pero se pueden usar un montón más. Mientras más compleja la parte del cuerpo que se utiliza, más difícil de reproducir.

Esto nos lleva a la segunda pregunta, ¿para qué necesitaríamos un pasaporte virtual? Con el avance de la inteligencia artificial, a las aplicaciones les cuesta cada vez más distinguir entre las personas verdaderas de las que no. ¿Imagínate si una IA pudiera acceder a nuestra cuenta bancaria?

La otra cuestión de fondo es que esta compañía estaba pagando con su propia criptomoneda (algo así como pagar con las acciones de ellos mismos) para poder escanear el iris de las personas. Ubicaban sus puestos cerca de boliches en el conurbano o centro de consumos que, en los últimos días, algunos de ellos fueron clausurados. Cientos de bonaerenses decidieron vender su identidad y privacidad a través del escaneo de iris, corridos por la crisis social y económica que afecta a nuestro país y a nuestra provincia de Buenos Aires. Este mecanismo de pago incluso genera el incentivo de que, mientras más se recomienda el escaneo, más se aprecia la moneda y más plata vale el escaneo.

La empresa asegura que ya posee casi 3 millones de usuarios únicos de más de 120 países, entre ellos, Argentina, sin sucursales ni personería jurídica. Nuestro país es uno de los de mayor registro de usuarios.

La realidad es que no tenemos en claro cuál es el uso de esa base de datos. No conocemos cuál es la autoría de los datos, ni quien la puede acceder (porque es una tecnología de open-source) e incluso no conocemos cuáles son los controles y el mantenimiento de la base de datos.

Más allá de esto creo que es importantísimo que entendamos que nuestros datos biométricos tienen un valor, que es francamente incalculable. Pero además del valor económico son parte de nuestra identidad, son literalmente los elementos que nos hacen únicos.

Proteger los datos de las personas, es proteger a las personas. El Estado tiene que tener un rol proactivo y es fundamental crear una legislación que permita el desarrollo de la tecnología al mismo tiempo que resguarda la identidad y el valor de todos los ciudadanos.

No busco interponerme en el desarrollo de tecnologías que nos mejoren la vida, pero sí veo con preocupación la poca transparencia que rodea al uso de datos biométricos. Por eso, como diputada, solicité al Ejecutivo provincial que amplíe las investigaciones que se están llevando a cabo en relación al uso de datos personales e intime a la empresa a responder nuestros interrogantes. Esta información biométrica es inherentemente personal y por ello inalterable. Cederla transforma a quienes lo hagan en personas vulnerables en términos de privacidad e identidad.

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