El peronismo entre raíces y alas: el vuelo hacia la renovación

En un momento en que el justicialismo gestiona ámbitos subnacionales, es crucial generar un amplio espacio de discusión donde la doctrina sea actualizada

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El peronismo y el desafío de reinventarse (TELAM)
El peronismo y el desafío de reinventarse (TELAM)

Como un twittero nocturno, de aquellos que leen mucho y escriben poco, he tenido la oportunidad de encontrarme con cuentas paródicas, históricas o dedicadas a la recolección de frases que dejan una marca antes de apoyar la cabeza en la almohada. Hace algunos días, durante estas lecturas maratónicas, me crucé con una frase atribuida al pensador justicialista Arturo Jauretche: “los intelectuales argentinos suben al caballo por la izquierda y bajan por la derecha”. Sin duda, el algoritmo captura lo que sucede dentro del partido, en reuniones en cafés porteños o entre panelistas de canales poco afines al oficialismo.

Más allá de describir a los actores actuales, el propósito de este artículo es explorar los momentos en que los políticos, los partidos o los movimientos experimentan cambios, dan un “volantazo” hacia la indisciplina doctrinaria y los motivos detrás de ello. ¿Es debido al contexto internacional? ¿A la falta de resultados en materia económica? ¿A la demanda de la población civil? ¿O a la evolución de las ideas?

En primer lugar, debo aclarar que no estoy en contra del cambio en el ámbito de las ideas. De hecho, Juan Perón, en su manual de conducción política, señaló: “la doctrina debe actualizarse”, demostrando un cambio teórico-práctico en su política económica entre 1946-1949 y 1952-1955. En las últimas elecciones, hemos observado cómo las nuevas plataformas –y no necesariamente las nuevas ideas– han cautivado a todo el espectro político de manera horizontal. Muchas instituciones, en pos de su supervivencia, han optado por adaptarse a un mecanismo antiguo con una nueva imagen. Sin embargo, las experiencias rígidas en términos históricos tienden a fracasar debido a su poca adaptabilidad a un escenario tan complejo como el argentino.

Aquí radica la cuestión: las viejas ideas presentadas en un nuevo envase han ganado la presidencia de la Nación. Entonces, ¿por qué debería el peronismo actualizar su marco teórico si basta con renovar su imagen, seducir al votante y obtener el máximo premio? La respuesta yace en la esencia moral del peronismo y su crisis identitaria. El cambio es indispensable para cumplir con la misión del partido justicialista –resumida en sus tres banderas– teniendo en cuenta que el actual presidente del PJ fracasó en su experiencia como presidente de la Nación.

Más grave aún, los miembros de la institución aún no han resuelto el porqué de esta experiencia fallida ni han construido un programa superador. Por lo tanto, si el peronismo volviera a gobernar –algo de lo que no tengo dudas sucederá en algún momento– no resolvería los problemas de los argentinos porque no ha llevado a cabo las discusiones necesarias sobre la actualización doctrinaria.

En segundo lugar, la evidencia histórica no es concluyente respecto a qué factor o proceso desencadena el “volantazo” doctrinario. Cuando Raúl Alfonsín asumió el poder en 1983, la inflación anualizada rondaba el 433%, la deuda representaba el 70% del producto, el déficit fiscal era del 15% y la pobreza en el AMBA alcanzaba el 22%. El ministro de economía Grinspun, un intelectual radical que había formado parte del gobierno de Arturo Illia, decidió buscar una reducción de la inflación sin afectar los ingresos domésticos. El plan heterodoxo fracasó y las promesas de campaña de la UCR no se materializaron; el peso de la deuda externa limitaba las medidas de expansión fiscal y el descontento popular aumentaba. La llegada de Sourrouille y la estabilidad temporal lograda con el plan “Austral” otorgaron a la UCR una gran victoria legislativa en 1985. Sin embargo, el fracaso de este último y del Plan “Primavera” condujeron a una escalada inflacionaria que atacó los salarios reales y la estabilidad deseada. En ese momento, Alfonsín cambió. Dejó de lado las políticas de distribución del ingreso, fomentó la privatización de empresas públicas y buscó una reducción del gasto público, aun a costa de la actividad económica. Esto marcó el inicio de una UCR ortodoxa en materia económica. ¿Por qué cambió Alfonsín? ¿Por qué el ferviente antiperonista, considerado el padre de nuestra democracia actual, abandonó la socialdemocracia para sumergirse en el consenso de Washington?

Cambio de época en el PJ y en la dirigencia peronista (Reuters)
Cambio de época en el PJ y en la dirigencia peronista (Reuters)

A su vez, es preciso clarificar el cambio rotundo en la doctrina Justicialista durante la presidencia de Carlos Menem, descrito por algunos como “economía social de mercado”. La situación económica en 1989 era crítica, con una inflación anual previa al mes de julio de 1988 del 3,450% y un récord de “hiperinflación” de 196,6% solo en ese mes. La deuda pública superaba los 18,000 millones de dólares (de aquella época), el déficit fiscal era del 12.1% del PIB y el Banco Central no solo carecía de reservas, sino que acumulaba cartas de crédito por importaciones esenciales impagas. Menem, que había prometido expansión fiscal y recuperación del ingreso real, rápidamente fue seducido por un enfoque ortodoxo, logrando estabilidad a través de un programa de tipo de cambio fijo, reducción del gasto público, privatizaciones y desregulación económica conocido como “Convertibilidad”.

En ambos casos, el giro fue tanto teórico como práctico. Se convencieron de la ortodoxia y buscaron aplicarla (cada uno a su manera). En el caso de Alfonsín, muchos teóricos atribuyen su cambio a los malos resultados de sus primeros años de gestión; en cambio, la conversión de Menem la justifican por el contexto internacional (no es un dato menor que Cavallo fuera Canciller antes que Ministro de Economía).

¿Qué nos enseña la historia? Que si no existe un debate previo intrapartidario, la gestión sobrepasa el plano de las ideas institucionales. En un momento en que el peronismo gestiona ámbitos subnacionales, es crucial generar un amplio espacio de discusión donde la doctrina sea actualizada. ¿Significa esto rendirse a la ortodoxia económica? Todo lo contrario; es la búsqueda de un consenso entre la demanda social actual, un plan de gobierno y un equipo técnico/político capaz de llevarlo a cabo. De lo contrario, se cae en la búsqueda del poder por el poder mismo y se pierde la esencia de la doctrina justicialista.

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