El Estado en retirada: las empresas ante un compromiso más urgente

Impulsar una nueva narrativa que tenga como protagonista a un sector privado comprometido no sólo resulta imprescindible para nuestro país, sino que además conviene

Empresas pyme

En diciembre, en uno de sus primeros anuncios, el Gobierno Nacional suspendió cualquier nuevo proyecto de obra pública a partir de 2024, marcando un punto de inflexión en cómo se ha promovido un aspecto central del desarrollo a lo largo de la historia en nuestro país. Con argumentos fiscales, de restricción del gasto público o de concepción ideológica, también anunció su retirada de distintos espacios donde accionaba, incidía o regulaba, incluso tomando distancia de compromisos sociales y ambientales asumidos previamente. Más allá de la controvertida eficacia o eficiencia demostrada por el Estado a la hora de brindar soluciones y servicios a la sociedad hasta el momento, la línea de la nueva administración parece muy clara. Este replanteamiento deja un vacío en la esfera pública, que desafía al sector privado a reconsiderar su papel y responsabilidad ante la sociedad y el ambiente.

En este contexto, las empresas emergen como actores clave, con la oportunidad de asumir un rol más activo y comprometido con los desafíos ambientales y sociales que enfrentamos. No hace falta enumerarlos, pero nuestra situación de vulnerabilidad es crítica. Es así que los esfuerzos de las empresas orientados exclusivamente a maximizar el lucro ya no son suficientes en una realidad que demanda una visión más amplia, que integre la generación de riqueza con la solución de nuestros grandes problemas.

Impulsar y ser parte de esta nueva narrativa que tiene como protagonista a un sector privado comprometido, no sólo resulta imprescindible para nuestro país; sino que además, conviene.

Las empresas que busquen destacarse y realizar una contribución real en términos de desarrollo sostenible deben integrar las variables sociales y ambientales en su planificación estratégica, trascendiendo las iniciativas y acciones aisladas para convertirlas en una decisión central de su modelo de negocio. Esta integración no solo responde a demandas éticas, sino que también puede tener beneficios tangibles, como el acceso a cadenas de valor y mercados internacionales que valoran prácticas sostenibles y la posibilidad de acceder a mecanismos de financiamiento que reconocen el compromiso con el cuidado del ambiente y el impacto social. Para aquellos que nos preocupa la situación ambiental, la buena noticia es que, más allá de la regulación y el control estatal (o su ausencia), en la actualidad surgen otros actores de peso que demandan una conducta empresarial y productiva consciente. Históricamente, las organizaciones de la sociedad civil impulsaron estos valores en la agenda pública y hoy parecen haber sido tomados también por buena parte del mundo de los negocios.

Un claro ejemplo que vincula el potencial de exportar y las buenas prácticas ambientales es la Unión Europea, que ejerce restricciones para bienes que tienen exceso de carbono y prohíbe productos provenientes de campos deforestados. La sustentabilidad se valora en el negocio de forma directa. Demostrarle a los clientes y a la cadena de valor la responsabilidad por mitigar impactos negativos y generar positivos, vale la pena, generando acceso a mercados más exigentes.

Asimismo, puede convertirse en una posibilidad de financiamiento. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático acordó que se destinen US$100 mil millones por año para proyectos de acción climática en los países menos desarrollados. Esta iniciativa parte de la conciencia de que la vulnerabilidad de los más pobres perjudica a todos. En el sector privado sucede lo mismo. BlackRock, el fondo de inversión más grande del mundo, desde hace unos años le exige a las empresas en las que tiene presencia un plan de emisiones cero para 2050. “Nos centramos en la sostenibilidad no porque seamos ambientalistas, sino porque somos capitalistas y fiduciarios de nuestros clientes”, dijo Larry Fink, CEO de la entidad.

En la Argentina, donde la falta de acceso a recursos financieros se está transformando en un problema crónico, el mercado de los bonos verdes aumentó un 61% en 2023, según BYMA. Parques eólicos, equipamiento y maquinaria con mayor eficiencia energética y edificación con altos estándares de sostenibilidad son algunas de las modalidades a las que accedieron las empresas de diferentes sectores.

En ese marco, como línea concreta a desarrollar en términos de sustentabilidad, ofrecer valor en términos de carbono se presenta como una gran oportunidad. En ese sentido, la medición de la huella de carbono es el paso inicial para cualquier estrategia. Si bien parece una obviedad, en Argentina sólo el 41% de las organizaciones lo hacen, según un informe de Pacto Global Argentina en 2023.

El siguiente escalón es avanzar en acciones de mitigación e incluso de compensación. Grandes empresas como Globant, Naranja X y Natura ya tienen una certificación en carbono neutralidad mientras surgen pymes de los sectores más diversos. Nadie dirá que su negocio no puede ser sustentable: un fabricante de compuestos de PVC (Princz Ipasa), una de soluciones industriales (Indumat) y una startup de logística de camiones (Humber) son algunos de los que impulsan esta agenda, innovando para mitigar pero además compensando las emisiones que, al momento, no pueden reducir.

El impacto ambiental positivo de cada empresa se logra en el día a día. La gestión de los residuos, la eficiencia energética, la integración de prácticas sostenibles en toda la cadena de suministros y los programas de economía circular son algunas de las soluciones que pueden generar ahorros o acceso a nuevos recursos; pero que también posicionan a la organización y muestran claramente su compromiso con contribuir a nuestros grandes problemas.

El cambio de gobierno no altera la urgencia de abordar los desafíos sociales y ambientales que enfrentamos como sociedad. Mientras el Estado redefine su rol, las empresas deben reflexionar sobre el papel que desean desempeñar en la construcción de un futuro más sostenible y equitativo. En última instancia, el camino hacia la sustentabilidad no solo es una necesidad imperativa, sino también una oportunidad para innovar, crecer y generar un impacto positivo en el mundo, impulsando más y mejores negocios.