En los años 90′, en uno de tantos viajes que tuve la suerte y el privilegio de hacer a Israel, me llamó la atención un cartel. A un costado de una de sus autopistas, la cabellera rojiza de Andrea del Boca brillaba en una publicidad de alguna de sus telenovelas. ¿Perla negra, quizás? ¿Celeste? La gigantografía de una telenovela argentina en la vera de un camino en las cercanías de Tel Aviv podía parecer extraño y particular, y aunque sin dudas llamó mi atención, es tan solo uno más entre tantos nexos que a lo largo de los años han unido a estas dos naciones.
Este mes se cumplen 75 años de relaciones diplomáticas entre Argentina e Israel. Este aniversario es una buena invitación para reflexionar sobre el tejido complejo y multifacético de esta alianza que se extiende más allá de los lazos políticos y diplomáticos, abarcando la cultura, la gastronomía, el turismo, y la memoria compartida de momentos tanto alegres como desafiantes.
Argentina e Israel han construido un puente robusto y resiliente entre sí, demostrando cómo dos naciones pueden colaborar, aprender una de la otra y, juntas, enfrentar los desafíos que se presentan en el escenario global. La relación entre Argentina e Israel es una historia de encuentros culturales significativos. Los israelíes han encontrado en las telenovelas argentinas una ventana a una cultura vibrante y emotiva. Desde las aventuras de las “Chiquititas” hasta los dramas de “Muñeca Brava”, estas series no solo sirvieron de entretenimiento, sino que también fomentaron un interés genuino por el idioma español y por la cultura argentina. Este fenómeno es un testimonio de cómo los productos culturales pueden ser embajadores entre las naciones, creando lazos de entendimiento y aprecio mutuo.
Quizás un poco por ese interés, otro tanto por los imponentes y contrastantes paisajes que ofrece nuestro territorio, miles de israelíes disfrutan cada año de pasear por tierra argentina. Los carteles en hebreo en comercios y cafeterías desde Bariloche hasta Purmamarca, lejos de la oscuridad de las teorías conspirativas, son un fiel testimonio de la importancia que las comunidades dan a estas visitas, y el impacto que las mismas tienen en las economías regionales.
Las comunidades judías del mundo poseemos un vínculo innegable e inquebrantable con el Estado de Israel, y en la Argentina no somos la excepción. Es a partir de este vínculo que muchos argentinos han hecho de Israel su nuevo hogar, no sin añorar los sabores y sonidos del lugar donde nacieron. Por ello, no es extraño encontrar dulce de leche o yerba mate en las góndolas de un supermercado israelí, o un canal de televisión entero dedicado a series latinas. Mientras aquí disfrutamos del hummus y el falafel, típicos de la gastronomía del Medio Oriente, allí proliferan las tiendas de empanadas de la mano de una familia argentina que emprendió en este lejano país.
La diplomacia ha sido, claro, un factor fundamental en el desarrollo de esta historia. En febrero de 1949, la Argentina estableció sus relaciones diplomáticas con el naciente país y las celebraciones inundaron calles y balcones del barrio de Once. En el edificio que hoy ocupa el Congreso Judío Latinoamericano se estableció la embajada provisoria del Estado de Israel, y allí se izó por primera vez la bandera de Israel en la Argentina. Allí se mantuvo la sede diplomática hasta la compra del tristemente famoso edificio de la calle Arroyo.
Porque la historia compartida entre Argentina e Israel también ha estado marcada por momentos de tragedia. El 17 de marzo de 1992 un coche bomba explotó frente a la Embajada de Israel en Buenos Aires, una coqueta casona en el corazón de Recoleta. En el ataque, 29 personas fueron asesinadas y otras tantas heridas. La falta de justicia en este atentado, al igual que en el caso del atentado a la AMIA, es sin dudas una herida que aún sangra en la historia compartida.
De manera similar, el pasado mes de octubre, tras los terribles ataques de Hamas a varias comunidades del sur de Israel, nos topamos una vez más con la intensidad de este vínculo. Decenas de argentinos fueron secuestrados por el grupo terrorista, otros asesinados ese mismo 7 de octubre en sus hogares. El dolor se sintió con fuerza a miles de kilómetros de distancia, y aún se siente en el cautiverio de cientos de secuestrados -entre ellos, Kfir, el bebé argentino-israelí que hace poco cumplió su primer año de vida en cautiverio-. También ellos son parte de esta historia.
Y aunque el presente se vea difícil, el futuro aparece optimista en el horizonte. Desde la primera visita de Golda Meir y su encuentro con Evita, hasta el reciente viaje del presidente Javier Milei a Israel, incontables visitas, encuentros y acuerdos han permitido el desarrollo de estos vínculos también en materia de agricultura, comercio, seguridad e investigación. Al mirar hacia delante, es claro que las relaciones entre Argentina e Israel tienen un potencial enorme para seguir creciendo en estas y otras áreas, como la innovación tecnológica, la educación y el intercambio cultural. La clave para este futuro prometedor yace en la continua exploración de nuevas oportunidades de colaboración, manteniendo siempre un diálogo abierto y respetuoso.
Celebramos, entonces, 75 años de relaciones diplomáticas no solo como un hecho histórico o simple efeméride, sino como una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso con una amistad que se ha fortalecido con el tiempo. A través del entendimiento mutuo, el respeto y la colaboración continua, Argentina e Israel pueden seguir construyendo un futuro compartido basado en los valores comunes de democracia, innovación y un profundo aprecio por la diversidad cultural. Y este aniversario es un momento para reflexionar sobre lo logrado y para mirar con optimismo hacia las posibilidades que nos depara el futuro.