Antoine de Saint-Exupéry utilizó la frase “lo esencial es invisible a los ojos” para hacer referencia a que no siempre el verdadero valor de las cosas es evidente; pero en el caso de la educación estoy convencido que puede ser la excepción que confirma la regla.
Como todos los años de gobiernos no peronistas, a días de comenzar un nuevo ciclo lectivo el debate sobre un posible paro docente, vuelve al centro de la escena. En esta oportunidad surge una propuesta que merece ser considerada seriamente: declarar la educación como servicio esencial estratégico. Esta medida busca garantizar el derecho de niñas, niños y jóvenes a recibir educación obligatoria y de calidad, garantizando el derecho constitucional de huelga pero afectando de la menor manera posible el derecho de los estudiantes.
Que la educación sea declarada esencial, no soluciona los problemas que tiene desde hace décadas el sistema educativo de nuestro país pero es un primer paso importante. O al menos propone una alternativa a este conflicto que lleva años en discusión.
Quienes no están de acuerdo, objetan que es inconstitucional la medida ya que iría en contra del derecho a huelga de los trabajadores docentes. No se trata de garantizar días de clases en desmedro de la calidad de vida de los docentes. Se trata de buscar alternativas con los chicos dentro de las aulas.
Los paros docentes son una realidad que nos afectan hace años y no solo a los estudiantes. Desde la vuelta a la democracia, Argentina perdió más días de clase que cualquier otro país de la región por medidas de fuerza gremial.
Los chicos deben estar en la escuela formándose y se deben cumplir los días de clase de acuerdo al calendario escolar dispuesto por cada jurisdicción como primera condición si es que queremos lograr mejores resultados. Y los docentes deben tener todas las herramientas necesarias para llevar adelante su tarea, estar capacitados según los tiempos en que vivimos y por supuesto tener un salario digno y poder ejercer su derecho a reclamar por mejoras. Esto parecería ser algo evidente.
Todos estamos de acuerdo. O casi todos. Algunos que dicen defender la educación una vez más vuelven a poner en duda el inicio de clases aún cuando en muchas jurisdicciones ya acordaron paritarias. Así es como el legítimo reclamo docente por salarios y condiciones laborales se transforma en un acontecimiento totalmente político, atentando contra la calidad educativa, pero sobre todo contra la ilusión de los chicos de ese primer día.
La historia se repite. Cuando nos tocó gobernar la Provincia de Buenos Aires entre 2015 y 2019 con María Eugenia Vidal, nos enfrentamos a 62 paros en cuatro años. Los alumnos perdieron más de 3 meses de clases en ese período.
En el gobierno de Alberto Fernández y Axel Kicillof, no se convocó ningún paro ni se escuchó la queja por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios docentes ante el 1146,34% de inflación en esos 4 años, ni por el incremento de la pobreza que alcanzó el 44,7% a fin de 2023. Tampoco protestaron cuando las escuelas cerraron dos años durante la pandemia del COVID, dejando graves secuelas en el aprendizaje que aún hoy padecen los alumnos de todos los niveles. Pensaba que en ese periodo habían tomado conciencia del daño que se había provocado con los paros los 4 años anteriores y que era una práctica que había llegado para quedarse, dar la discusión con los chicos en las aulas.
Pero ahora, a 70 días del nuevo gobierno, los gremios una vez más amenazan con realizar otro paro y perjudicar el inicio del ciclo lectivo. Vuelven a levantar fuerte la voz para oponerse a todo aquello que consideran puede “destruir” la educación. Lo que algunos no pueden ver es que la educación tiene problemas hace años, que estas prácticas son parte del problema, y que el modelo que defienden fracasó. Esto también es evidente a los ojos de cualquiera.
Los datos hablan por sí solos. O mejor dicho, dejan ver lo que algunos quieren ocultar. Después de dos años de escuelas cerradas por la pandemia, las pruebas. Aprender mostraron que el 44% de los chicos no logró comprender un texto y el 45% no pudo resolver problemas básicos de matemática. La vuelta a la presencialidad mostró una mejora en el nivel educativo, pero los números siguen siendo muy bajos: el 48% de los chicos no aprobó el exámen de Matemática, y el 33,5% de Lengua. Estamos todavía muy lejos de alcanzar las metas deseadas y el cierre de clases lo único que hace es seguir condenando el futuro de los estudiantes y de nuestro país.
Declarar a la educación como servicio esencial estratégico debería ser una proclama de todos los argentinos y un acuerdo nacional. Es apostar por el futuro de nuestros chicos, sobre todo de aquellos con más necesidades.
Miremos desde donde venimos, analicemos dónde llegamos y discutamos seriamente las problemáticas de la educación con los chicos en la escuela aprendiendo y con los docentes enseñando.
En algunas ocasiones lo esencial puede no ser evidente. En educación las evidencias sobran.