Elisa Carrió se pregunta si la gente comprendió el discurso electoral dónde Javier Milei se definía anarco capitalista y lo que conlleva en la práctica la aplicación de sus ideas en nuestro marco institucional.
Desde allí avizora la construcción de un posible gobierno autoritario por gradaciones y falta de consenso. Que hasta podría tener apoyo mayoritario.
La descripción de Carrió es lo que la gente no creía que en serio se podía administrar con ese discurso y con un gobierno sin Partido, ni organización intrasociedad.
Carrió no miente ni exagera, ni propone. Describe. Entre la ignorancia de la gente común, indignada con la dirigencia política desde el propio Alfonsín hiperinflacionario (nuestro prócer tan querido) en adelante y la desesperación angustiada de la mayoría de la sociedad, se construyó un triunfo que puede seguir el camino de la confusión generalizada, de las coincidencias que no coinciden y de la intolerancia, que resulta a la corta, vengativa, más que reivindicativa.
Sin embargo este es el momento de las proposiciones claras e innovadoras aguzando el oído. No de las quejas sin compromiso y ajenas a esta realidad en la que nos toca convivir.
Mi experiencia de vida me permite rememorar que entre 1946 y el 48, cuando yo tenía un año, Perón intentó con apoyo popular la dictadura constitucional, quebrar la República aunque se llamase República, visto así, desde el radicalismo y otros partidos perseguidos.
Once años después de fracasado el intento de Administración Autoritaria, 1946-1955 y pese a tener un notable apoyo popular en las elecciones del 54, un apoyo parecido al de la segunda vuelta del 2023, cayó Perón, porque las FFAA consintieron el deseo de Democracia Liberal de la minoría opositora sublevada; también rememoro que por 1966 la sociedad exigía el fin de la “partidocracia”, de la forma que fuera. Yo tenía 19 años y ya era el segundo intento de autoritarismo consentido y solicitado. Solo 11 años después, reitero, de aquella fallida dictadura finalizada en 1955.
La síntesis programática para destruir la bautizada “partidocracia ineficaz” resultó un acercamiento a los principios del corporativismo franquista, con un Parlamento, en España (Las Cortes), sin partidos y conformado por Sindicatos, agremiaciones empresarias, las FFAA, universidades más un Caudillo por la Gracia de Dios. Reflejado en nuestra sociedad, desembocó en violencia y elecciones presidenciales raras en 1973, que fueron dos.
Tres años después la mitad más uno de la población aprobaba la idea de una dictadura normalizadora en el verano de 1976. Siempre en esta línea, se preservaba el Estado, se cerraba o disminuía el Parlamento y la Justicia se renovaba con juramentos de Jueces nada republicanos.
En el 2023 pareció simpático e irrealizable el anarco-capitalismo, pero también posible, la eliminación de los K, una iniciada recuperación peronista y el copamiento de un nuevo gobierno, que no se originaba en un Partido orgánico, sino en voluntades contradictorias con angustia y decisión de poder. Con un Gabinete que era por mitades la propia primera oposición a este nuevo gobierno. Un gobierno de desautorizaciones cruzadas e inesperadas.
Improvisación más crispación, en un marco de verdadera “minoría” del oficialismo, en que resulta que no es ni la primera minoría como fue la de Illia.
Sorprende a unos y a otros, que confluyendo tantas ideas entre Libertad Avanza y partes del programa de JxC, no se concreten acuerdos, leyes, decretos, propuestas y avancen las dudas, los insultos, las descalificaciones, sobre lo más obvio, evidente y necesario o la apuesta inesperada al caos.
Algo hay que incide en la idea de cómo se gobierna, que no estaba previsto por quienes de buena fe piensan que se debe modificar el país para que progrese y votaron en la segunda vuelta un nuevo gobierno. La propuesta debería ser seria y avanzar en estos meses de agonía esperanzada y no hay más que se senderos que se bifurcan.
Por lo que Carrió no es la única que llama la atención sobre forma y contenidos en la Democracia, metodología y vocaciones en el Sistema Político. Con el agregado que ya se murmura la vulnerabilidad del gobierno, la soledad dentro de la soledad en la multitud anónima de las redes y las calles y los fantasmas de la peruanización de estas pampas gauderias.
La búsqueda de acuerdos posibles se comprobó en el Congreso de este enero cercano. Mayoría para reformas sólidas existen y para deriva desprogramatizada y anarquía de entre casa, no.
El desprestigio de nuestros partidos no es el desprestigio de las instituciones y formas de Estado que sostiene Occidente desde los antiguos griegos hasta nuestros días. En ese mismo lapso se construyeron sistemas autoritarios, totalitarios y decrépitos que fueron derrotados por el sentido común y la sensatez que brinca de nuestras constituciones similares.
En los últimos años Occidente fortifica la idea de cuidar la Democracia en problemas, pero ha crecido la figura del capitalismo eficaz y ningún líder propone dinamitar el Estado. Se han instrumentado la supraestadualidad y la disminución del tamaño del Estado, no su desaparición, ni la de sus componentes clásicos.
La Argentina quiere paz en Democracia y cambio consensuado mayoritariamente, sabiendo que existe otra vereda que no quiere ningún cambio en la ruta que nos trajo hasta aquí.