El actual gobierno argentino ha caracterizado ideológicamente a China como país comunista que no respeta los valores de Occidente, y ha resuelto que el sector público no realizará negocios ni convenios con ellos, a pesar de que es uno de nuestros principales clientes comerciales. Por ello resulta interesante volver a analizar a China, para reestudiar el fenómeno de su crecimiento en relación a dos parámetros insertos en su proyecto nacional: el planeamiento del Estado y su inserción en el proceso globalizador. Además, el Gobierno ha expresado una especie de seguidismo del liderazgo geopolítico de EEUU, aspecto que necesita alguna explicación adicional, en relación a los beneficios a obtener.
Otro aspecto que podría resultar interesante del análisis, sería cual debería ser el proyecto de inserción de Argentina en el mundo, en términos de creación de empleo e industrialización, algo casi ignorado por el Gobierno ya que lo que propone es dejar todo liberado a que las “fuerzas del mercado” se encarguen de ello, lo que, como la experiencia lo indica, resultaría en un proceso de achicamiento industrial, eliminación de las pymes industriales y terminaríamos siendo proveedores de productos primarios, con bajo valor agregado, que alimente al gran demandante chino o asiático, inclusive compitiendo con EEUU o Brasil.
Esa ausencia en el relato comunicacional del gobierno me lleva a insistir en que falta hablar del rumbo estratégico, de los temas de fondo, los que pondrían en valor el futuro de todos los argentinos. Nadie podría estar en desacuerdo en domar la inflación en el menor plazo posible, aunque debería hacer cierto equilibrio para que no destruya a los pobres, a la clase media y a las pymes. También se debería eliminar toda la corrupción posible y las cajas oscuras de la política; pero uno tiene derecho a preguntarse si realmente hay un plan para la eliminación del crimen organizado, las mafias y el narco terrorismo. Aunque todo esto tenga éxito, que sería lo deseable para todo argentino honesto y patriota, aún falta debatir lo más importante: cuál es el rumbo de un proyecto nacional que necesariamente debe ser consensuado para tener masa crítica para ser implementado y que debe tener algunas premisas básicas absolutamente necesarias, que se contradicen con el nudo central del pensamiento gubernamental. Por ejemplo, privilegiar el mercado por encima de la sociedad civil, al consumidor como más importante que el ciudadano, es decir se ignora la existencia del Estado, como ordenador del rumbo y a la Política se la sustituye por la comunicación social, propio de una democracia de baja intensidad. Estas “ausencias” del relato ponen en duda, hasta para el FMI, la viabilidad de la política actual.
Para volver a los temas geopolíticos y destacar lo que hacen casi todos los países del mundo -defender sus intereses nacionales, privilegiando su propio desarrollo y en particular su política industrial-, primero digamos que EEUU es la superpotencia militar del mundo. Su gasto en defensa es superior a los 10 países que le siguen en el ranking: China, Rusia, India, Alemania, Australia, Gran Bretaña, Arabia Saudita, Francia, Corea del Sur, Japón, Italia. No tiene ninguna lógica de “oponernos” a garantizar ciertas pautas de su seguridad hemisférica, apelando a consignas “antiyankees” enarboladas por el infantilismo izquierdista cristi-kirchnerista que, casi siempre, ha jugado ideológicamente en contra de un proyecto nacional realmente soberano e independiente. Tampoco deberíamos aceptar estar alineado ciegamente a EEUU para que nos asigne “un lugar en el mundo”. Para negociar todo ello se necesitan que algunos funcionarios nos expliquen más claramente el rumbo que proponen, porque no todo es “mercado”.
Tampoco podemos olvidar que China se ha convertido actualmente en la única superpotencia manufacturera, ya que supera la producción de los nueves países que le siguen (datos TiVA de la OCDE), lo que ha tenido un impacto asimétrico en las cadenas de suministros globales, particularmente luego de la pandemia de COVID. Nótese que estamos indicando producción industrial, no el valor del PBI nominal total, cuya tabla sigue encabezada por EEUU. Hay muchos temas que podríamos negociar con China, en términos más favorables a Argentina. India tiene inteligentes relaciones amistosas con EEUU, con Rusia y con China. Lo mismo ocurre con Arabia Saudita o Brasil. Aprendamos a ser serios y a no desperdiciar nuestro enorme potencial en rencillas geopolíticas que ni siquiera sabemos manejar. El diverso seguidismo ideológico de CFK, de Macri o de Milei, hacen atrasar a la Argentina. Ellos sí son la verdadera casta que nos empuja hacia el abismo. Hoy el mundo se moviliza aceptando los criterios de los Intereses Nacionales. No hay debate mundial sobre estatismo o liberalismo; ni capitalismo o socialismo. Todo eso es historia antigua. Y acá seguimos dándole infinitas vueltas al tema. Hay que producir y dar empleo de calidad. Esa es la única verdad. Por lo que debería ser el foco central de cualquier debate de la política pública.
Los grandes la industria manufacturera
Los grandes países industriales, expresados como producción total bruta globales, son: China (35%), EEUU (12%), Japón (6%), Alemania (4%), India y Corea del Sur (3% c/u), Italia, Francia y Taiwán (2% c/u); resto del mundo (31%). Se observa que sólo tres son tradicionales economías industrializadas (EEUU, Japón y Alemania) y tres son muy recientes (India, Corea del Sur y Taiwán); Gran Bretaña y Canadá, pertenecientes al G7 no están en esa lista. China produce tres veces más que EEUU, seis veces más que Japón y nueve veces más que Alemania. Taiwán, México, Rusia y Brasil tienen ahora una producción bruta superior a Gran Bretaña.
El ritmo de la industrialización de China
En artículos anteriores ya nos hemos referido a ello, pero haremos un breve resumen. EEUU desplazó a Gran Bretaña como productor industrial líder poco antes de la I GM, pero tardó un siglo en lograrlo. China supera a EEUU en unos 20 años. Es un ritmo sorprendente y solo explicable por el fuerte impulso de la globalización financiera, que imaginó a China cumpliendo un papel estable de proveedor de industria liviana, pero se encontró con que los chinos tenían enmascarado un proyecto nacional muy superior en nivel tecnológico. El impresionante ritmo de aumento de la producción en China se logró en la primera mitad (1995-2005) y luego la velocidad fue mermando. Hacia 1995 China tenía una producción comparable a Canadá, Gran Bretaña, Francia o Italia. Supera a Alemania ya en 1998, a Japón en 2005 y a EEUU en 2008. Desde la crisis financiera del 2009, China duplicó su participación mundial, mientras EEUU caía unos 3 puntos porcentuales.
Todo esto explica las tensiones comerciales entre EEUU y China, magnificadas durante la pandemia del COVID cuando China redujo fuertemente su producción y se cayeron varias cadenas de suministros. En relación a sus exportaciones, China exportaba en 1995 el 3% de las exportaciones mundiales de manufacturas; en el 2020 había subido a 20%. En cuanto la relación entre exportación y su propia producción, China alcanzó un máximo del 18% en el 2004, mientras que en el 2020 bajó al 11%, semejante a su nivel de 1995, coherente con el fuerte aumento del consumo interno chino, que absorbió una parte cada vez mayor de su producción manufacturera, visiblemente desde el 2004.
Actualmente China no depende tanto de las exportaciones como muchos podrían creer. Durante el período inicial fue fundamental exportar para incorporar tecnología y acumular divisas (dólares), contando con mano de obra más barata que en Occidente. Pero a partir de 2004 la producción creció más rápidamente que las exportaciones, con claro aumento del consumo interno (mayores salarios, crecimiento de la clase media), en comparación con las exportaciones. Esta aclaración desmitifica la creencia que el éxito de China se atribuya exclusivamente a las exportaciones. Hoy el mejor cliente de la producción de China son los chinos.
Balanza comercial de China
Todo creció muy rápidamente en China; como exportador neto de productos manufacturados y como importador neto de productos agrícolas, minerales, combustibles, y servicios. Al igual que EEUU, China es un gran importador y un gran exportador, tanto de bienes intermedios como finales. Su balance externo neto tuvo superávits hasta el 2016 y comenzó a tener déficit en 2018 y 2019. En otras palabras, su proyecto hace que la exportación de su producción industrial y el consiguiente valor agregado (fuente principal de empleo masivo) le permite financiar las importaciones de productos primarios, como alimentos, minerales y energía. Lo cual lo clasifica como país desarrollado. China siempre ha cuidado de equilibrar a su favor la exportación y la importación de bienes tanto intermedios (más parejo) como finales (mayor diferencia a favor de China).
Evolución tecnológica de las exportaciones chinas
La constatación del cambio tecnológico chino lo muestran la composición de sus exportaciones. Mientras en 1995 dominaban las manufacturas textiles, seguidos de productos químicos y luego la electrónica, en el año 2020, el principal rubro de sus exportaciones han sido los electrónicos en todas sus variantes, luego los químicos y más retrasado los textiles. Un cambio que revela una sofisticación del valor agregado y del aprendizaje tecnológico. En tan poco tiempo.
Conclusiones
La construcción del actual poderío chino fue posible por las circunstancias objetivas del financiamiento occidental durante la globalización; de la existencia de un proyecto nacional con características propias (no copia de otro modelo) sostenido por una conducción política más nacionalista que comunista. Ha requerido sin duda una fina planificación estratégica de empresas estatales, empresas privadas, ministerios, provincias y múltiples decisiones políticas de toda índole en busca de consensos; nada fácil dada la enormidad y la complejidad interna de China. Poco ha quedado al arbitrio exclusivo de las “fuerzas del mercado global”, al que inclusive y muy hábilmente se le logró “extraer” tecnologías que permitieron la modernización china. También es justo decir que esa planificación ha estado sometida simultáneamente a la competencia interna y externa entre esos mismos actores, y que seguramente no ha estado exenta de errores. Pero el resultado macro es que China es ahora el gran gigante manufacturero del mundo y lo seguirá siendo por mucho tiempo. Su competencia ya no es Occidente sino la India y tampoco va a desvincularse totalmente de EEUU.
Este análisis no pretende magnificar lo realizado por China, sino destacar que, obrando con inteligencia, sin ideologismos externos, pero con consensos internos en un proyecto propio, aún tenemos las bases humanas y tecnológicas para despegar. Argentina necesita renovar su proyecto nacional, con todas las fuerzas patrióticas, democráticas, populares y republicanas adentro. Hay que terminar con los mesianismos que nos han llevado a la actual decadencia.