Batalla de Caseros, el inicio del camino a la libertad

Fue el acontecimiento más grande de la historia nacional y marcó un punto de inflexión para el surgimiento del liberalismo

Guardar
Batalla de Caseros
Batalla de Caseros

El campo de batalla donde se enfrentaron el Ejército de Buenos Aires y el Ejército Grande, comandados por el gobernador porteño Juan Manuel de Rosas y el entrerriano Justo José de Urquiza respectivamente, está ubicado cerca de la ciudad de Buenos Aires donde actualmente se encuentra ocupado por la I Brigada Aérea de El Palomar y el Colegio Militar de la Nación.

Dentro de este instituto militar se encuentran dos testigos materiales, que son la casona de Diego Caseros y el palomar de la chacra, ambos declarados monumentos históricos nacionales. En su tiempo fue conocida como batalla de “Monte Caseros”, por el propietario de las tierras donde se combatió. Incluso en homenaje al combate se fundó un pueblo en Corrientes, pero el relato histórico la convirtió, simplemente, en la batalla de Caseros.

Se la considera la batalla más grande de la historia nacional por la cantidad de efectivos que participaron: 28.000 bajo el mando de Urquiza y 23.000 bajo el de Rosas. Para entender la magnitud del enfrentamiento, estuvo en Caseros el 3% de la población argentina. Es como si hoy se presentaran a una batalla un millón y medio de hombres.

El enfrentamiento duró poco ante el desbande incontrolado de las fuerzas de Buenos Aires, potenciado por la huida de Rosas en esa tórrida tarde del 3 de febrero de 1852, cuando busca refugio en la Legación Británica (Venezuela 476). A las pocas horas aborda el buque Conflict que arribó a Plymouth el 26 de abril de 1852, siendo recibido con todos los honores, incluida salva de cañonazos, tal cual lo establece el puntilloso protocolo naval.

Caseros representa un hito fundamental, fundacional en el proceso de Organización Nacional, en el cual se inscribe también el hecho histórico de la firma del “Acuerdo de San Nicolás” que se concreta el 31 de mayo de 1852. Se conforma, además, la “Confederación Argentina” con capital en Paraná, Entre Ríos, ya que desde el 5 de marzo de 1854 al 12 de diciembre de 1861 residen las autoridades en la capital entrerriana y este período finaliza con la legendaria y enigmática batalla de Pavón.

El 1º de mayo de 1853, los diputados de las provincias reunidos en Santa Fe, sancionaron la Constitución Nacional, en respuesta a una necesidad que surgió tras la Revolución de Mayo. Su objetivo era constituir la unión nacional, afianzar la justicia y consolidar la paz interior. La materialización de aquellos proyectos de los habitantes de provincias hermanas se pueden mencionar en la discusión y en la aprobación de las primeras 292 leyes que rigen la vida democrática del país.

Como vimos precedentemente, comienza entonces el duro camino de la Organización Nacional bajo los excelsos principios del Liberalismo que ya se habían manifestado en los dos últimos siglos anteriores en Europa y en Estados Unidos, iniciándose este deslumbrante movimiento de principios e ideas a partir de la Revolución Gloriosa, del Constitucionalismo inglés y de la Revolución Americana, entre otras fuentes importantes, como respuesta a las brutales guerras religiosas en Europa durante los siglos XVI y XVII. Ello sumado a la falta del reconocimiento de la dignidad y de los derechos de las personas, haciendo énfasis en la elaboración de argumentos contrarios a la monarquía absoluta y su pretensión de monopolio sobre la verdad desde el punto de vista político, económico, filosófico y religioso.

Los fundamentos intelectuales fueron establecidos por John Locke que apuntó a un decisivo impulso de la Ilustración cuyas ideas constituyen el andamiaje rector del “Sistema Institucional de la Libertad” que comenzó a cuestionar con vehemencia las viejas tradiciones de las sociedades medievales, de sus gobiernos despóticos y totalitarios. Estas nuevas ideas se unieron finalmente en poderosos movimientos revolucionarios que derrocaron regímenes feudales, autoritarios, especialmente en Europa, América Latina y América del Norte.

El Liberalismo es un modo de entender la naturaleza humana y una propuesta para que las personas accedan al más alto nivel de prosperidad potencial que tengan de acuerdo con los valores, actitudes e idoneidad que posean, unido al mayor grado posible de libertad en el seno de una sociedad que reduce al mínimo los inevitables conflictos. Al mismo tiempo, esta doctrina descansa en dos actitudes vitales que conforman su génesis: la tolerancia y la razón, en consecuencia contrario a dogmas que solo traen atraso, pobreza intelectual y económica. El gobierno, o sea la autoridad política, debe resultar del consentimiento de las personas libres con el objeto de regular la vida pública sin interferir en la esfera privada, incluidas las ideas políticas o religiosas de sus habitantes.

Para el Liberalismo el Estado ha sido concebido para el individuo y no a la inversa. Se valora el ejercicio de la libertad individual como condición insustituible para alcanzar los mayores niveles de progreso, enfatizando que el derecho a la propiedad privada es fundamental, puesto que sin ella el individuo está perpetuamente a merced del Estado. En síntesis, adhesión irrestricta al sistema democrático, a la división de poderes y a un vigoroso Estado de derecho.

Asimismo, debemos recordar que el Liberalismo se basa en la responsabilidad individual, ya que no puede haber libertad sin ella. Los hombres y mujeres son responsables de sus actos, asumiendo riesgos, siempre teniendo en cuenta las consecuencias de sus decisiones, sin interferir nunca en los derechos de los demás. Precisamente, y para regular los derechos y deberes del individuo con relación a sus pares, nace el Estado de derecho, es decir una sociedad regida por leyes positivas que no otorguen ventaja a persona, partido o grupo alguno, evitando de esta manera en forma terminante con cualquier tipo de privilegios.

Desde el punto de vista económico el Liberalismo señala que la mejor forma de alcanzar el desarrollo individual y la eficiencia en la asignación de los recursos es a través de un mercado libre, sin la intervención del Estado, cuya única función al respecto es crear las condiciones de competencia e igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. Sus orígenes se consolidaron como una respuesta a los privilegios de la nobleza que poco y nada aportaban a la sociedad en su conjunto y, por otro lado, como oposición al mercantilismo, retrógrada doctrina colonial que defendía la malsana intromisión del Estado en la economía.

En definitiva, a 172 años de la histórica Batalla de Caseros, este acontecimiento fundamental fue el punto de inflexión que marcó la bisagra donde los retoños de la Libertad comienzan a germinar con tempestuosa e incontenible fuerza y que tienen como corolario los frutos innegables que solo el Liberalismo otorga a quienes abrazamos estas ideas que han cambiado la faz de la tierra. En los últimos trescientos años, los habitantes de todo el mundo tenemos la posibilidad única de saborear el elíxir de un mundo multipolar, globalizado y fundamentalmente, Republicano.

Libertad, democracia, igualdad de oportunidades, capitalismo y su correlato, economía de mercado, son principios básicos del apabullante legado que nos dejó la Ilustración que sabiamente fueron heredados por el Liberalismo como propios, por convicción, no por imposición y que se galvanizaron definitivamente durante los últimos tres siglos porque la humanidad en su inmensa mayoría rechaza de plano ser limitada en sus capacidades individuales y su libre albedrío, es decir, en su Libertad.

En este triste segundo aniversario de la demencial invasión de Rusia, redoblemos los esfuerzos sin límites para acompañar a Volodímir Zelenski y al heroico pueblo ucraniano en esta cruzada de la libertad e impedir que Putin y sus adláteres totalitarios de izquierda y extrema derecha consigan sus objetivos bastardos. Que el “Espíritu de Caseros” sea la llama votiva que enceguezca a los enemigos del mundo libre, con el fin último que Ucrania vuelva a gozar de su integridad territorial, que nunca debió ser conculcada. El esfuerzo es de todos nosotros, no lo olvidemos.

Guardar