La milagrosa irrupción de Javier Milei

El Presidente asumió el poder con la peligrosa misión de desbancar a la casta política y la sociedad argentina debería aplaudirlo por eso

Javier Milei en el balcón de Casa Rosada

Javier Milei hizo un descubrimiento sociológico extraordinario que solo una persona con una inteligencia brillante podría realizar: que una casta mafiosa enquistada en la política y en el Estado -que no solo es el peronismo y el kirchnerismo, como un sector de la llamada inteligencia local solía sostener, aunque el último lo hizo de una manera brutal y descarada- esquilmó a la Argentina, siendo esta la causa fundamental del atraso y de la pobreza del país, y no consecuencia de ciertas teorías económicas que fracasaron.

Antes que él, nadie vio ese proceso con tanta contundencia y claridad. Además, asumió la valiente misión de denunciarlo. ¡Hay que tener agallas para enfrentarse abiertamente a esa organización! No conforme, se puso el uniforme de guerrero y asumió la muy peligrosa misión de desbancar a esa casta. ¿Podrá hacerlo? A prima facie luce como una labor muy difícil. ¡Dificilísima! Maxime con los escasísimos recursos humanos con que cuenta y con un incipiente e inexperto partido. De cualquier manera, por el solo hecho de los dos primeros aspectos (el descubrimiento sociológico y su denuncia) la sociedad argentina debería reconocérselo, ponerse de pie y aplaudirlo.

¿Quién sino se iba a animar a mostrarle a la sociedad como operaba esta calaña? Esta otra etapa en la que se embarcó Milei es otro cantar. Ahora pretende despojar a la casta de buena parte de sus privilegios. Y para intentarlo no tiene más remedio que recurrir a algunos conspicuos miembros de esa casta, argumento que usará la propia organización mafiosa para desacreditarlo.

Empezó elevando un par de cuerpos legales (el D.N.U. y la ley ómnibus) y chocó de frente con el sistema. Es verdad que lo hizo con una alta dosis de amateurismo: había anomalías y se pretendía llevar por delante normas constitucionales. Con inusitada astucia y pretendiendo mostrar sintonía con las reformas propuestas, lo concreto es que los legisladores acabaron “mostrando la hilacha”.

Diplomáticamente, con una florida retórica y guardando todas las formas y modales de los que carece el presidente, se las ingeniaron para licuar la iniciativa oficial. Hábilmente, se presentó como que la ley se cayó exclusivamente por las incongruencias originales del proyecto y no por todos los intereses de la casta que afectaba. En el plano de la administración propiamente dicha, los recortes que puede hacer el gobierno y que se están publicitando estos días con bombos y platillos -está muy bien que se hagan- son ínfimos en relación con la colosal faena pendiente. Es que para hacer el trabajo fino y llegar hasta el hueso se requerirían algunos miles de funcionarios idóneos y honestos que en la Argentina de hoy costaría identificar (aunque sin duda los habrá).

Pero el gobierno da la impresión de no contar con una estructura de reclutamiento que pueda afrontar ese fundamental desafío. Por otro lado, y respecto a la ley ómnibus, ¿qué esperaba? ¿Que le aprueben todo a libro cerrado? No hay que olvidar que el Honorable Congreso es de alguna manera la cuna de la casta. ¿En qué otro lugar se podrían “cocinar” acaso los grandes acuerdos? ¿En el Consejo Federal de Inversiones (el CFI) donde suelen reunirse cada tanto los gobernadores? Allí se tratarán algunos temas que importan a las provincias, pero son reuniones muy esporádicas.

Antaño puede ser que los grandes entendimientos se alcanzaran en la confitería El Molino. El lugar protagónico hoy es el Congreso de la Nación, aunque la casta es ya un fenómeno “universal”, con ramificaciones y aliados en toda la sociedad. En la justicia ni hablar. En el empresariado, por Dios. En el sindicalismo, en el periodismo, en la Iglesia, en las organizaciones sociales... Está tan afianzada la casta en la sociedad que pareciera poco probable que un “loquito” -como suele tildarlo maliciosa e interesadamente un sector de los medios acomodados con la casta- pueda desbancarla de sus rentables trincheras, más allá que pueda aducir que un 56% de la sociedad como mínimo apoya su embestida.

Como argentinos deberíamos estar moralmente motivados a apoyar esta patriada, a pesar de que a la mayoría nos afecte en nuestros ingresos. Tiene, además del apoyo de un sector importante de la sociedad, un arma extraordinaria que no desplegó aún en su total potencial y que precisa ser explicada y difundida a la opinión pública: el concepto -también sociológico- de la ética del equilibrio en las cuentas públicas. Si bien ya Cavallo en los años 90 y en el 2001 hizo hincapié en el “déficit cero” y sin pretender quitarle mérito a aquella iniciativa de Cavallo, Milei lo plantea como una cuestión moral: no se puede falsificar (imprimir) dinero sin el correspondiente correlato en la producción nacional. Hacerlo sería un robo, una estafa.

Este es un concepto clave con el cual Milei puede torcer el filo de la balanza si continúa con una campaña comunicacional para inculcarle a la sociedad el valor y el alcance moral de este concepto. Y es también un argumento fundamental para enfrentar a los estamentos de la justicia que se solidaricen -para llamarlo de una manera elegante- con la casta y pretendan imponerle la cesión a distintos actores de unos fondos que técnicamente no están disponibles y que no se pueden “fabricar”. Ningún juez puede obligarlo a defraudar -llámese imprimir sin respaldo- para cumplir una resolución suya.

Es totalmente cierto que los niveles de grosería, torpeza y demás calificativos de esas características emanados del Poder Ejecutivo no se han visto anteriormente en la política nacional. Pero si la casta logra imponerse y consigue sobrevivir, el destino de la Argentina será trágico. El país se enfrascará cada vez más en el atraso, la pobreza, la miseria y la fuga de sus talentos.

Lo más grave de la actual situación es que el modus operandi de la casta penetró todos los niveles y estamentos de lo público en nuestra sociedad. Es como si la “polilla” hubiera carcomido todos los cimientos de madera y las vigas que sostienen un edificio. Si la casta gana esta partida y consigue sobrevivir, buscará mecanismos mucho más sutiles y sofisticados para seguir vampirizando a la sociedad argentina. Hay una campaña mediática muy fuerte contra Milei -vaya si la casta tendrá recursos para sostenerla- apalancada en todos sus errores y los improperios que desparrama a diestra y siniestra.

Pero daría la impresión que a pesar de ese desgastante ataque mediático hay una sociedad silenciosa que entiende todo lo que está en juego y se está bancando estoicamente el descomunal ajuste que las duras condiciones de asunción le han impuesto a los intrépidos conductores de la economía del país en los que Milei confió.