Dolarización: entre Ecuador y Argentina, más allá de la economía

La dolarización ecuatoriana comenzó en el 2000 y persiste; la convertibilidad argentina en 1991 y fue derogada en 2002. Mientras ellos entraban, nosotros salíamos. Dos países muy disímiles con contextos de emergencia adoptaron sistemas similares extraños e innovadores

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(Fotografía de archivo - EFE/
(Fotografía de archivo - EFE/ Rayner Peña R)

“Qué va a pasar con las elecciones de septiembre.... GANAMOS QUÉ DUDA CABE” (Raúl Alfonsín, presidente de la Nación 1983-89. Líder de la UCR -febrero de 1991)

Era el fin de año del milenio, esperando el 2000, ajetreado y soleado en la costa ecuatoriana. Antes de ir al aeropuerto a buscar a mi familia que viajaba desde Buenos Aires, pasé por un cambista (arbolito le decimos en la Argentina) a cambiar 100 dólares para comprarle un regalo a mi hija mayor. “Sólo puedo cambiarte 50 dólares ‘pana’ (amigo) no tengo suficientes Sucres¨. Me entregó un paquete de Sucres ecuatorianos del tamaño de un ladrillo envuelto en plástico y papel de diario.

Retomo el relato mirando por televisión desde mi oficina en el Edificio ¨La Previsora¨ (frente al Río Guayas y su bello malecón) cómo los pueblos originarios habían tomado y cortado el centro y los accesos de Quito, y acampaban desde hacía una semana.

Días más tarde, cuando volvía de almorzar con un amigo extranjero desde un Hotel ubicado a unas cuadras de la oficina, manifestantes corriendo de gases y policías desde la Avenida 9 de octubre (Guayaquil) nos obligaron a refugiarnos en un banco holandés que generosamente abría y cerraba sus puertas hasta que colapsó el lugar disponible.

El parate (incluyendo ir al centro a trabajar) se profundizó hasta el fin de semana del 22 de enero de 2000, en el que Jamil Mahuad, presidente del Ecuador, renunció. Nos enteramos de madrugada que el ejército había intervenido y en El Universo de Guayaquil aparecía una foto de Gustavo Noboa, su vicepresidente, anunciando que asumiría la Presidencia y avanzaría con la dolarización.

Gustavo Noboa, el presidente ecuatoriano
Gustavo Noboa, el presidente ecuatoriano fallecido en 2021 que dolarizó la economía (AFP)

Unos meses antes, la dueña de la casa que alquilaba la consultora en la que trabajaba había querido venderla (a mi o quien fuera) por U$S $40 mil dólares (soy “ave de paso”, resumo mi argumento para rechazar). Los sueldos de los empleados de la base de la pirámide eran equivalentes en Sucres a U$S 30 o 40 dólares, uno respetable alcanzaba los U$S 100.

La amabilidad ecuatoriana estaba entremezclada con el miedo, la incertidumbre, no solo sobre el futuro, sino sobre la supervivencia, el presente, en ese contexto en poco menos de un año fueron desapareciendo los sucres y el dólar pasó a ser la moneda (25000 sucres por dólar).

Luego de algo más de un año me fui de Guayaquil a Quito. La dueña de la casa, “revanchista”, me dijo “qué pena que no la hayas comprado, por suerte voy a venderla en U$S 120 o 130 mil dólares”, el sueldo de los empleados de la base había pasado, siendo bajo obviamente, a entre U$S 120 y U$S 250 para una media.

Esta vez no fue un banco, sino un cajero automático, de un banco italiano, no holandés, en la porteña Avenida 9 de julio casi Av. de Mayo. Entramos corriendo un hombre algo mayor, muy elegante y asustado, una mujer desesperada y yo. Los gases esta vez eran argentinos, al igual que la policía, en ese caluroso 20 de diciembre de 2001. Con el calor de enero como fondo nuevamente vi por televisión como Jorge Remes Lenicov explicaba el plan de salida de la convertibilidad con un tipo de cambio de $ 1,4 por dólar, pareciendo todavía que se garantizaba una cierta relación ¨fija¨.

En abril de 2002 el tipo de cambio, con enorme volatilidad, tocó los $4 por dólar. No se garantizaba la conversión ni el tipo de cambio fijo, obviamente.

Carlos Saúl Menem, el presidente
Carlos Saúl Menem, el presidente argentino que estabilizó la moneda a través de la convertibilidad (Photo by Dirck Halstead/Getty Images)

Lo demás es historia conocida. La Argentina adoptó la ¨flotación sucia¨, con leves variaciones, durante 20 años. La leche, que en diciembre de 2001 costaba $0,80, hoy cuesta $1200. Y no, no somos más ricos; somos, lamentablemente, más pobres.

La dolarización ecuatoriana comenzó en el año 2000 y persiste; la convertibilidad argentina en el año 1991 y fue derogada en enero del 2002. Mientras ellos entraban, nosotros salíamos. Dos países muy disímiles con contextos de emergencia adoptaron sistemas similares más bien extraños e innovadores.

Si fuera por crisis económicas, todos los países sudamericanos deberían estar bajo dolarización o convertibilidad. Las crisis que precedieron la implantación de ambos sistemas fueron de tanta severidad como las que padecieron los vecinos en otras épocas, tanto Brasil como Bolivia, Perú y Chile.

Eso me lleva a mirar la otra pata del control o descontrol de crisis: lo político. Las caídas prematuras de Abdala Bucaram y Jamil Mahuad en Ecuador, la renuncia anticipada de Raúl Alfonsín y la severa crisis política y económica que padecía Carlos Menem entre fines de 1990 y comienzos de 1991 tienen ciertas similitudes.

Tal vez nos olvidamos. En 1985, Raúl Alfonsín, de la mano de un no siempre reconocido ministro Juan Sourrouille, lanzó un plan de estabilización que incluía, entre otras cosas importantes un cambio de signo monetario, el Austral en lugar del peso, y un ¨valor¨ dólar fijado por decreto.

Tuvo un éxito inicial y posibilitó el triunfo de la UCR en las elecciones legislativas de ese año. Colapsó cuando el Gobierno perdió las elecciones provinciales de fines de 1987, un poco sorpresivamente para sus expectativas. La inversión, entre otras cosas, se retrajo bruscamente: el principio del fin había llegado.

El Gobierno lanzó otro plan. El plan Primavera, que siempre corrió detrás de los acontecimientos y desembocó en una crisis de proporciones que incluyó un estallido hiperinflacionario, configurando un contexto inédito de descomposición social y económica. El Gobierno quedó sumido en una extrema debilidad política y los tiempos se aceleraron. En las elecciones adelantadas, el peronismo retornó al poder de la mano del carismático Gobernador de La Rioja, Carlos Saúl Menem.

Su primera estrategia fue la alianza con grupos económicos relevantes. Luego de ciertos fallidos que llevaron a un rebrote hiperinflacionario a fines de 1989/90, el Gobierno pareció perderse en pequeños, aunque persistentes fracasos, que iban minando sus capacidades políticas y económicas y también su apoyo social. Llegó a fines del año 1990 solo con el sustento del respaldo institucional de la democracia.

Para enero de 1991, el primer año que debió afrontar elecciones legislativas, la situación económica y política llevó al cambio del ministro de Economía, Antonio Erman González por Domingo Cavallo, un economista profesional con experiencia.

Domingo Cavallo, el ministro autor
Domingo Cavallo, el ministro autor del plan de Convertibilidad, y Carlos Menem

El 31 de enero, día de su asunción a cargo de la cartera económica, el ministro Cavallo se presentó a informar en la Cámara de Diputados y anunció: “El mercado cambiario seguirá́ siendo libre. El BCRA comprará si el dólar cae más allá́ de los 8000 Australes y venderá́ si supera los 10.000 Australes”.

Sin embargo, el contexto político y económico estaba lejos de calmarse. Había agitación social, se multiplicaron rumores sobre cambio de gabinete, sobre nuevas autoridades en el Banco Central y se exacerbó el internismo. Los editorialistas de La Nación y Noticias, Atilio Cadorin y Joaquín Morales Sola, lo registraban de este modo: “El gobierno necesita una tregua y la busca afanosamente. Dispone de un puñado de días para frenar el tobogán económico y tratar de recuperar algo que se cansó de dilapidar: credibilidad.... Es que aun los análisis más realistas que se hacían a fines de diciembre preveían que un estallido económico precipitase una crisis política” ... “Menem rechazó el rumor, pero institucionalizó el tema. La cíclica inestabilidad política sobre el tembladeral económico dio lugar desde 1983 a las crisis (…) que van (…) minando el poder” (febrero de 1991).

Tal gravedad presentó el contexto que el Gobierno inició, por vía del senador Eduardo Menen, presidente del Senado y hermano del presidente, un diálogo con el líder radical, el expresidente Raúl Alfonsín, para buscar un esquema de Gobernabilidad.

Esto también fracasó. El propio Alfonsín explicitó en la segunda quincena de febrero de 1991 “entonces no habrá pacto”, agregando en una entrevista en esa misma fecha: “Qué va a pasar con las elecciones de septiembre.... GANAMOS QUÉ DUDA CABE.”

Los problemas se agravaron. El 24 de febrero de 1991 renuncian miembros del Gabinete y un par de días después Menem declara: “No habrá shock ni cambio de moneda”, la inflación arroja el 30 % mensual. El 21 de marzo los titulares de los periódicos revelarían que se enviaría un proyecto de libre convertibilidad del Austral.

La convertibilidad fue sancionada como ley por el Congreso de la Nación, según el 67 inc. 10 de la Constitución Nacional de 1953 y que se corresponde con el art. 75 inc. 11 de la reformada en 1994, expresando 1 dólar por 10.000 Australes (luego sería 1 peso x 1 dólar).

El 8 de septiembre de 1991, el oficialismo, Menem y el PJ ganó las elecciones legislativas (en la primera mitad del año 1991 no solo se pensaba en que perdería, sino que su intención de voto rondaba el 20 %) y ganaría sucesivamente éstas, incluyendo la presidencial, hasta 1997, cuando fue derrotado en la legislativa por la Alianza.

En ese mismo periodo se terminó de convalidar un fenómeno, la convertibilidad de algún modo era más potente que el Gobierno, la gente sostenía la convertibilidad.

Por ello no fue una sorpresa que la Alianza (Radicales y Frepaso) incluyera en La Carta a los argentinos (1998) su manifiesto-plataforma con el que llegaron a las elecciones generales de 1999, en la que triunfaron, lo siguiente:

“10. La estabilidad de precios es una condición esencial de toda política económica que quiera mejorar la calidad de vida de los argentinos...

11. Como parte del esfuerzo para consolidar la estabilidad, la Alianza está resuelta a mantener la convertibilidad. A la vez, es consciente de que, en el actual contexto de crisis financiera internacional, para preservarla es necesario consolidar la economía en varios frentes, el equilibrio fiscal, el impulso exportador, la fortaleza del sistema financiero y el crecimiento económico”

No solo fue un modo de dolarizar la economía y partiendo de un mero plan de estabilización de emergencia, en un difícil contexto económico, social y político, duró desde su sanción más de diez años, sino que fue la regla determinante de dicha década.

No fue solo una decisión económica (en todo caso cambiaria/fiscal) lo que marcó su persistencia, sino una de carácter político. Por ello, en este debate iniciado en torno a la dolarización, debemos mirar este periodo y las experiencias de otros países, más allá de lo económico.

[Ex- vicepresidente de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia. Fue consultor internacional en Ecuador entre 1999 y 2001]

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