La guerra en Ucrania: datos para proyectar escenarios

El enfrentamiento ha entrado en un “punto muerto”. Sin embargo, el factor tiempo comenzó ganar importancia. Este le proporciona ventajas al actor con más recursos y menos dependiente de la ayuda exterior, es decir, a Rusia

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Un soldado ucraniano en Avdiivka,
Un soldado ucraniano en Avdiivka, en la región de Donetsk, en Ucrania, el 18 de agosto de 2023. (Foto AP/Libkos)

El dato más incierto de la guerra en Ucrania es el número de muertos que ha causado hasta hoy. Las cifras más altas, según fuentes de los Estados Unidos, consideran que cerca de 500.000 soldados rusos y ucranianos han muerto, mientras que los heridos sobrepasan los 150.000; el general Mark Milley, ex jefe del Estado Mayor Conjunto de aquel país, sostuvo que más de 200.000 soldados rusos y ucranianos han caído durante la confrontación, en tanto que el número de muertes civiles asciende a más de 50.000. De acuerdo al Ministerio de Defensa del Reino Unido, entre 40.000 y 60.000 rusos han muerto en la guerra. Las cifras más bajas, según fuentes rusas, son de… 6.000 rusos muertos.

Se trata de cifras no solo dispares, sino engañosas, pues las de los terceros pueden ser tendenciosas, mientras que los países combatientes son reluctantes a ofrecer datos que puedan impactar en su frente militar, social y político. La guerra en Ucrania tal vez sea una de las contiendas donde más se han ocultado los hechos y más se utilizaron falsedades: es una guerra en la que se duda sobre casi todo. Allí están muy presentes las denominadas “cuatro verdades”: “la de una de las partes, la de la otra, la verdad y lo que verdaderamente ocurre”.

Más allá de esta imprecisión y de la certeza relativa con el tremendo descenso de la seguridad humanitaria y estratégica-militar centralmente en Ucrania, pero también en toda la región o placa geopolítica selectiva que se extiende entre el Báltico y el Mar Negro, hay algunas realidades que se han afirmado como así cuestiones que surgieron o “nuevos contextos” que nos permiten contar con datos valiosos para elaborar escenarios o posibles cursos de esta guerra innecesaria y fratricida. Innecesaria, porque hubo herramientas al alcance de la diplomacia con las que se pudo haberla evitado hasta momentos antes del despliegue de la (denominada por Moscú) Operación Militar Especial; fratricida, porque más allá de las tesis sobre el origen protohistórico de las tribus y cursos tomados con el paso del tiempo, se trata de pueblos eslavos cuyos vínculos quedarán fracturados por mucho tiempo.

En cuanto a realidades que se afirmaron, la principal es la imposibilidad de las partes de lograr decisiones militares concluyentes. Las fuerzas ucranianas intentaron una gran ofensiva después de mediados de 2023 con el fin de penetrar las líneas rusas en el este y particularmente en el sur (la denominada “Línea Zurovikin”) para reconquistar sus cuatro provincias, Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jerson, las que hoy Moscú denomina “Nuevas Regiones” de la Federación Rusa, según la decisión unilateral del Kremlin de 2022 de incorporar aquellas a su territorio. En cuanto a Rusia, la decisión de cambio de objetivos llevó finalmente a hacerse fuerte en el este y sur de Ucrania, y a evitar que las fuerzas ucranianas lograran la ruptura en su línea logística, aunque estas fuerzas lograron algunos impactos en la guerra del mar, al punto de expulsar (en octubre de 2023) a la misma flota rusa de su base principal en Crimea.

Esta situación confirmó una realidad que venía siendo observada por expertos: la estrategia ucraniana de penetración y reconquista fue la apropiada, aunque la misma no fue acompañada del suficiente entrenamiento para concretarla, sobre todo porque tras año y medio de guerra las fuerzas rusas lograron una mayor capacidad de adaptación en el combate y sensibles mejoras en la utilización de sus capacidades, por caso, en los sistemas de comunicación. Más todavía, como ha observado el estadounidense Barry Posen, la misma retirada de las fuerzas rusas de Jerson en noviembre pasado fue vital para salvarlas y concentrarlas en otros frentes.

Esta situación de “punto muerto” de la guerra explica, en buena medida, la reciente decisión del presidente Zelensky de relevar al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas ucranianas, general Valeri Zaluzhny, y nombrar en su lugar al jefe del Ejército de Tierra, general Olexandr Sirki.

Lanzamisiles ucraniano - REUTERS/Sofiia Gatilova
Lanzamisiles ucraniano - REUTERS/Sofiia Gatilova

Más allá de las disensiones que existían entre Zelensky y Zaluzhny desde hacía varios meses, el cambio estaría anunciando que la guerra para Kiev ha ingresado en un nuevo ciclo (que tal vez se extenderá durante 2024) en el que la estrategia se basará en la defensa, es decir, que Rusia no logre nuevas conquistas territoriales. Acaso por ello fue elegido para reemplazar a Zaluzhny el militar que con notable éxito defendió la capital del país ante el ataque ruso en 2022. Además, la adopción de una nueva estrategia también habría estado asociada a desviar la idea de estancamiento que parecían transmitir las cada vez más insistentes demandas de nuevos soldados (se hablaba de 500.000) y equipos (poder aéreo, sobre todo) por parte del general destituido.

En este nuevo contexto o fase, el enfoque militar de Ucrania estaría dando la razón a aquellos que consideran el escenario de guerra larga, es decir, aun sin recibir por ahora la asistencia extranjera, particularmente la de Estados Unidos. Kiev descartaría el escenario de guerra corta o de partición del país, que es la conjetura considerada por parte de los republicanos en Estados Unidos y por algunos pocos europeos que nunca olvidaron las “leyes” de la geopolítica.

Además, en esta última conjetura se encuentra el “factor China”, es decir, la cuestión de primacía que tiene este país para Occidente, cuestión que puede llegar finalmente a imponerse y echar por tierra las esperanzas de Kiev relativas con la continuidad de la confrontación.

Por su parte, Rusia también estaría considerando el escenario relativo con la continuidad de la guerra, aunque desde una situación diferente: como muy bien sostiene el analista Enrique Fojón, la guerra se encuentra en un punto muerto, pero ello no equivale a que no se está avanzando o logrando ganancias, pues en la guerra entró a jugar el factor tiempo y ello proporciona ventajas al actor con más recursos y menos dependiente de la ayuda exterior, es decir, a Rusia. Este actor se ha adaptado a la guerra y ello se puede ver en el dinamismo de su industria para la guerra, por caso, municiones. Los proyectiles de 155 milímetros son los más utilizados en esta guerra, y Rusia se halla en camino de producir dos millones anuales, una cifra superior a la de Occidente.

Además, Rusia ha logrado dos situaciones relativas con lo que podemos considerar “ganancias blandas de poder” en la guerra. Hacia dentro, el fortalecimiento de sus fuerzas en combate le ha permitido al presidente Putin lograr algo que perseguía desde hace tiempo: que la guerra no sea vista como “la guerra de Putin” sino como “la guerra de Rusia”. El experto Andrei Kolesnikov se refirió a ello en un artículo publicado en la revista Foreign Affairs cuyo sugerente título lo dice todo: “La fiesta de guerra de Putin”.

Vladimir Putin - REUTERS
Vladimir Putin - REUTERS

Si hacia dentro Putin ha logrado activos sutiles, muy propios de su condición de líder nacionalista, tradicionalista y geopolíticamente conservador, hacia fuera consiguió “globalizar” la guerra, es decir, difundir enfoques con el fin de pluralizar las reflexiones sobre las causas de la misma; asimismo, también logró “mostrar” que Rusia no se encuentra sola y que el bloqueo que sufre es únicamente de Occidente. En Asia, Medio Oriente, Golfo Pérsico, África y América Latina, Rusia cuenta con socios políticos y económicos: el “Concepto de Política Exterior de la Federación Rusa”, aprobado en la primera mitad de 2023, resulta categórico en relación con la reorientación de sus vínculos internacionales, si bien es verdad que desde antes de la guerra, en Rusia se consideraba que había que diversificar, es decir, “des-occidentalizar”, las relaciones externas como consecuencia de la postura más férrea de la UE ante el autoritarismo del régimen ruso con la oposición.

Los datos socioeconómicos también implican un nuevo contexto, pues es importante atender aquellos relacionados principalmente con Ucrania, por caso, la demografía. Antes del 24 de febrero de 2022 la población de Ucrania era de 41 millones de habitantes, mientras que hoy es de 32 millones, incluida la población ucraniana que habita en las zonas capturadas por Rusia (que, dicho sea de paso, lleva adelante allí un fuerte programa de rusificación). En Ucrania se produjo un sensible descenso de la tasa de natalidad, mientras que bajó la esperanza de vida. Finalmente, se desplomó el mercado laboral, hay inflación e incluso el país tiene problemas para exportar sus principales activos, cereales, pues no puede utilizar sus puertos (nunca se renovó el acuerdo de granos), y el uso de vías por territorio de países de la UE se complicó por quejas de estos países.

En otros términos, la asistencia militar es vital para continuar la guerra, pero también lo es (y acaso más) la relativa con la reconstrucción del país, un actor-pivote clave de la región.

En Rusia la situación es más holgada. La economía del país ha ingresado a 2024 con una base bastante firme, situación que afirma la tendencia que ya mostró el año anterior. Por supuesto, parte del dinamismo tiene que ver con la guerra, en tanto persisten las dificultades relacionadas con los ingresos de la población y los espacios laboralmente vacíos en partes del inmenso territorio. Por último, la asignatura que ya no puede ser postergada: la diversificación de su economía, es decir, la modernización de Rusia, la gran empresa que aguarda al régimen después de la guerra y que tal vez le permita al líder ruso “reinventarse” haciendo de Rusia una potencia más completa.

En breve, tras dos años de guerra los contendientes atraviesan la fatiga de la guerra. Es difícil saber qué escenario finalmente sucederá. Por ello, es pertinente seguir los múltiples indicadores que pueden estar marcando tendencias. Por supuesto, nunca se deben descartar “cisnes seminegros” que pueden cambiarlo todo, es decir, empeorarlo todo, sobre todo cuando la diplomacia nunca cobró vuelo. Pero, por ahora, los hechos, datos y señales nos invitan a pensar.

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