Suele decirse que estabilizar una economía es más un arte que una ciencia, y en parte es cierto, dado que los procesos de desinflación son muy complejos. Rara vez la evolución de los precios depende de una sola variable, o puede pronosticarse a partir de una sola ecuación.
Aunque es muy frecuente escuchar voces que simplifican afirmando que la inflación se baja rápidamente destruyendo la “maquinita”, o encuadrando lo fiscal, o fijando el tipo de cambio, o eliminando los monopolios. Y eso pasa a ser parte del folklore en las discusiones internas.
La economía nacional requiere asimismo una estabilización no sólo nominal (inflación) sino también real (casi década y media de virtual estancamiento), lo que le otorga un nivel de complejidad mayor porque lo que ayuda a desinflar suele afectar el nivel de actividad, y lo que ayuda a levantar la actividad, suele afectar la velocidad de los precios.
Lo cierto es que desinflar precios, luego de décadas de inflaciones altas o moderadas, y sin dólares en el Banco Central para administrar el tipo de cambio, no es fácil; pero lejos está de ser imposible.
La economía nacional requiere asimismo una estabilización no sólo nominal (inflación) sino también real (casi década y media de virtual estancamiento)
La experiencia internacional y local muestran que se requieren conjugar varias cosas al mismo tiempo. Esto significa elegir orientación, magnitud, secuencia y velocidad de muchas variables. Y no hay que tener miedo a decir que el azar también tiene un rol. En ese marco, las inflaciones se combaten por las buenas o por las malas.
Por las malas implica que predomina un factor de disciplinamiento, que típicamente se refiere a la dinámica de precios que ocasiona una recesión (o una actividad económica menguada por la política económica) o la competencia de productos importados, sobre todo si estos se liberan, y sobre todo si se da en un contexto de un inadecuado atraso cambiario.
Y por las buenas significa agarrar la batuta y diseñar una coordinación de expectativas, eligiendo bien las variables coordinadoras, y haciendo un esfuerzo para comunicar y sincronizar, sugiriendo que “esta vez es distinto”.
Hay quienes opinan que poniendo en orden una sola variable ya se puede encontrar eficacia para esa coordinación. Si se deja de emitir, ya no hay más inflación; si se ponen las cuentas fiscales en orden, ya no hay inflación.
Sin embargo, se requieren al menos cinco condiciones necesarias:
- Que los fundamentals sean robustos. Esto es, no tienen que existir desequilibrios grandes. El tipo de cambio tiene que ser suficiente para que el saldo del comercio exterior sea positivo, y las cuentas fiscales deben estar ordenadas, hoy por hoy, en lo inmediato, y que se perciba que seguirán equilibradas. Los canales de por qué el encuadre fiscal se traduce en menos inflación son menos lineales de lo que habitualmente se asume, pero es un aspecto crucial para señalizar un cambio de régimen perdurable. Tampoco tiene que haber dudas sobre el pago en tiempo y forma de la deuda pública.
- Que exista un componente de cambios estructurales, desterrando la gigantesca bola de malos incentivos vigentes, y además para señalizar un cambio de régimen perdurable. Frecuentemente despreciado por el oficio puro de macroeconomista, este capítulo es el que vincula lo estructural con lo coyuntural, a través de canales más difusos y simbólicos. Pero es crucial también para mostrar la idea de esfuerzo compartido.
- Con los otros puntos ya resueltos, corresponde orientar expectativas de manera más directa, a través de anuncios de algunas variables nominales que pueden estar más o menos al alcance de decisiones del gobierno. Por ejemplo, “para los próximos dos o tres meses, los agregados monetarios aumentarán un x%”, o “el tipo de cambio oficial se incrementará en un x%”. Lo mismo puede hacerse con variables de gasto público o incluso con metas mismas sobre el valor de la inflación. En Argentina, se percibe un lazo más directo de los precios el valor del dólar, con lo cual emerge como principal variable de anclaje de expectativas. Lo mismo ocurre con las paritarias. Pero lo importante es poner un número sobre la mesa para orientar la remarcación individual de cada persona. Este proceso podría comenzar en abril, en época de liquidación de cosecha, luego de una nueva corrección cambiaria para evitar comenzar con un dólar atrasado.
- Administración “artesanal” de algunos precios. Sin entrar en debates o citas, se considera que, complementario al enfoque ortodoxo (puntos 1 y 2) se requiere tomar un rol un poco más coercitivo para evitar desbordes de algunos precios relevantes que luego repercutirán en aumentos futuros de otros precios y salarios. A la inflación hay que darle con todo lo que se tiene al alcance, y no hay que tener miedo a la negociación ni a mostrar los dientes. Siempre que sea como un complemento a lo anterior, y no un sustituto (como en las épocas del K-ismo), la administración transitoria de algunos precios relevantes, períodos de congelamiento, etc tienen que ser parte del programa para sincronizar la desinflación y romper con todos los mecanismos de indexación existentes, tanto explícitos como implícitos.
- El mejor plan de estabilización es aquel que perdura en el tiempo, y para eso es fundamental el soporte político y social para rodearlo de un marco de previsibilidad e investirlo de una sensación de “irreversibilidad”. Este ha sido el talón de Aquiles de la mayoría de los planes argentinos. Si están todos a los gritos, en una escalada verbal y de acusaciones, con el oficialismo en minoría, lo que se respira es incertidumbre y eso no ayuda a coordinar precios y salarios. Además, dificulta pedir un esfuerzo social transitorio al deshilacharse los beneficios de mediano plazo.
Análisis de los prerrequisitos
En 1) hay una promesa en lo fiscal que hay que transformar en realidad. Lamentablemente, muchas fuentes de ahorro público (aunque menores cada una en su individualidad, pero importantes en la suma) no fueron abordadas en los paquetes de leyes presentados, y el ajuste fiscal se concentró en los grandes rubros: subsidios, seguridad social, obra pública y transferencias a provincias.
Hay una promesa en lo fiscal que hay que transformar en realidad
El aumento de retenciones se cayó, al igual que el blanqueo. La movilidad jubilatoria vigente puede reducir mucho el gasto en seguridad social, pero es posible que se corrija o compense. De todos modos, la energía del Gobierno por encuadrar las cuentas fiscales es el aspecto más virtuoso de este proceso, en parte también por lo inédito.
Sin datos oficiales por el momento, hay varios indicios de que enero terminó con superávit primario en el base caja. Pero en el frente externo, el tipo de cambio está perdiendo competitividad velozmente, y no se sabe cómo quedará la ecuación de entradas y salidas de dólares una vez que se regularicen los pagos de importaciones.
En 2) hay mucha vocación, mucho desorden, y seguramente falta de foco, como se vio con el DNU y la ley ómnibus. La señalización de un cambio de régimen es realmente positiva. Pero las escasas herramientas para la construcción política hicieron que los dos marcos legales ofrecidos naufragaran por el momento. En esa propuesta legal había cosas valiosas y otras intranscendentes, y en general atacaban muy poco de capturas de rentas y privilegios dentro del sector público. Se omitió intentar hacer eficiente el ejercicio de los tres poderes, los entes, fondos fiduciarios y empresas públicas, y en los tres niveles de jurisdiccionales.
Se omitió intentar hacer eficiente el ejercicio de los tres poderes, los entes, fondos fiduciarios y empresas públicas, y en los tres niveles de jurisdiccionales
También se excluyeron aspectos tributarios, de contrataciones, de transparencia y control, mecanismos de designación y remuneración, excesos de beneficios en convenios de trabajo públicos, uso de entes cooperadores, y un largo etcétera que hace a ineficiencias y malos incentivos. De haber atendido estos privilegios se hubiese diversificado las fuentes de ahorro fiscal y, en última instancia, hubiese señalizado mejor un cambio de régimen, colaborando en el impacto en precios de corto plazo.
En 3) todavía no hay señales de que el equipo económico tenga esta visión. Es posible que la adquiera en los próximos meses frente a tantos consejos públicos bienintencionados. Hay tiempo hasta abril. Pero sí es importante mencionar que, al igual que no hay una variable mágica que ordena la evolución de todos los precios, tampoco la señalización de una variable nominal hace milagros. Hay que entenderla como un complemento, muy útil, pero parcial.
De hecho, el 2% anunciado del crawling peg podría ser visto como una meta orientadora. Inconsistente y poco creíble con tasas de inflación mensuales elevadas y sin dólares, pero meta al fin. En 2018, para poner otro ejemplo reciente de metas, se estableció 0% de aumento para la base monetaria, que tampoco fue eficaz.
Así, se concluye que, en el arte de un programa de desinflación, las metas orientadoras tienen que cumplir con algunas condiciones previas (sobre todo, equilibrios) y no deben ser utilizadas de manera “pasiva”: sólo pueden tener un rol si se las utiliza como parte de un trabajo activo de coordinación, que incluya también los puntos 4) y 5). Puntos que, dicho sea de paso, fueron los músculos desinflacionarios más ausentes en esta primera etapa de gobierno, y que sería deseable comenzar a elongar para ejercitarlos.
¿Se puede desinflar atendiendo sólo el capítulo fiscal? Sí, pero posiblemente se logre a un ritmo mucho más lento y con movimientos más erráticos, lo cual también requerirá movimientos más frecuentes y bruscos en el tipo de cambio.
Así, sería deseable que la recesión disciplinadora no haga todo el trabajo y se utilicen todas las herramientas a disposición, sobre todo si en un puñado de meses se van verificando cuentas fiscales y de dólares positivas.
El autor es Director Ejecutivo de la consultora LCG