La dolarización en Argentina: una oportunidad perdida

El gobierno apostó por la propuesta en la campaña, pero a dos meses de haber asumido todavía no hay indicios de avanzar con la reforma

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En campaña, Javier Milei prometió la dolarización. REUTERS/Ammar Awad
En campaña, Javier Milei prometió la dolarización. REUTERS/Ammar Awad

Argentina lleva décadas luchando contra la inflación crónica y la inestabilidad económica. En campaña, Javier Milei prometió eliminar el peso y adoptar oficialmente el dólar estadounidense. Milei resultó vencedor en las elecciones presidenciales de noviembre de 2023. Sin embargo, desde que asumió el cargo, Milei no ha dolarizado Argentina como prometió. En su lugar, ha optado por un enfoque más gradual, aplicando una serie de reformas fiscales y estructurales que cree que sentarán las bases para una futura dolarización.

¿Es factible y eficaz la estrategia revisada de Milei, o es una oportunidad perdida para restablecer la confianza y la estabilidad en la economía argentina?

En nuestro libro, “Dolarización para Argentina”, Emilio Ocampo y yo argumentamos que la opción óptima para Argentina es adoptar la dolarización lo antes posible, incluso antes de otras reformas. Nuestro argumento se basa en la creencia de que la dolarización no actúa como sustituto de otras reformas, sino como catalizador de las mismas: una condición necesaria (pero no suficiente) para la recuperación económica de Argentina.

Dolarización, una solución para Argentina (de Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky)
Dolarización, una solución para Argentina (de Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky)

La dolarización eliminaría rápidamente la elevada inflación. También mitigaría los riesgos de crisis monetarias, devaluaciones y fuga de capitales, que han sido problemas persistentes en Argentina durante años. Además, la dolarización reduciría los costes de endeudamiento, atraería la inversión extranjera y fomentaría el comercio y la integración con Estados Unidos y otros países dolarizados. Nuestras predicciones no son ilusiones. Son exactamente lo que se ha observado tras la dolarización en otros países, como Ecuador en 2000.

Las ventajas de la dolarización van más allá de la economía. Adoptando el dólar desde el principio, el gobierno se ganaría la confianza y el apoyo del público. Este impulso en la certidumbre pública proporcionaría al gobierno el capital político y la libertad necesaria para aplicar otras reformas muy necesarias, como las del sistema fiscal, el sistema de pensiones, el mercado laboral, el poder judicial y la calidad institucional.

Lamentablemente, este escenario no se está cumpliendo en Argentina. Milei ha pospuesto la dolarización y actualmente intenta aprobar una mega ley integral que engloba importantes reformas. Estas reformas incluyen la consecución de un presupuesto equilibrado para finales de año, la reducción del gasto público, la revisión del código tributario y la privatización de empresas estatales. Sin embargo, se enfrenta a una formidable oposición y resistencia por parte del Congreso, los sindicatos y las provincias. Ya se han alcanzado compromisos, como la supresión de algunas subidas de impuestos propuestas, para garantizar los votos a favor de los restantes componentes de la mega ley.

Cámara de Diputados durante el debate de la Ley Ómnibus. (Foto: Maximiliano Luna)
Cámara de Diputados durante el debate de la Ley Ómnibus. (Foto: Maximiliano Luna)

Esta situación plantea varios problemas. En primer lugar, pone de relieve el poder político de Milei, más débil de lo esperado, cuando apenas han transcurrido dos meses de su mandato. En segundo lugar, suscita dudas sobre su capacidad para cumplir los objetivos fiscales y reducir la inflación, que alcanzó el 210% en 2023. En tercer lugar, arroja dudas sobre la sostenibilidad de su plan monetario, que implica un crawling peg del peso al dólar a un tipo del 2% mensual. Si la fe en el compromiso del Gobierno con este plan flaquea, podría provocar una avalancha de compras de dólares. En el peor de los casos, Argentina se vería inmersa en una crisis monetaria en toda regla.

En cambio, una dolarización temprana habría creado una dinámica diferente. Los efectos de la dolarización habrían sido más rápidos y evidentes que los de las reformas fiscales y de otro tipo, que suelen tardar al menos un año en completarse. El público habría experimentado antes el impacto positivo, fomentando una mayor disposición a apoyar el programa de reformas del gobierno. Además, el gobierno habría evitado el coste de credibilidad asociado al cambio de estrategia y al incumplimiento de la promesa de dolarización.

El retraso de la dolarización en Argentina plantea retos que podrían haberse evitado si Milei hubiera cumplido su promesa de abandonar el peso de inmediato. El enfoque actual de Milei plantea dudas sobre su fortaleza política, sus objetivos económicos y la sostenibilidad de su plan monetario revisado. Una actuación rápida y decisiva a través de la dolarización habría situado a Argentina en una senda más prometedora, proporcionando un alivio inmediato a sus problemas económicos y recabando el crucial apoyo público necesario para llevar a cabo reformas integrales. La dolarización aún puede tener lugar en Argentina, pero más tarde - y a un coste mayor.

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