El Pacto por el Futuro, ¿podrá salvar el multilateralismo?

El multilateralismo que hay que salvar y fortalecer está devaluado y amenazado como nunca en esta tercera década de un azaroso e incierto siglo XXI

Guardar
Donde hay mayor conciencia es
Donde hay mayor conciencia es en la sociedad civil, las asociaciones y grupos académicos que globalmente luchan y alzan la voz (Foto Reuters/Javier Barbancho)

El posible “Pacto por el Futuro” que será discutido y eventualmente aprobado por los jefes de Estado y de Gobierno en la “Cumbre del Futuro” convocada por la ONU para septiembre próximo, puede que sea la última oportunidad para corregir el rumbo. Según el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, necesitamos un multilateralismo “más eficaz, más interconectado e inclusivo, que combine las fortalezas de las instituciones existentes, para cumplir juntos con los desafíos más apremiantes de la humanidad”. Para asentar lo ya logrado y enfrentar eficientemente las amenazas estratégicas y existenciales que condicionan el futuro, “es la única manera de gestionar la complejidad del mundo actual”.

El multilateralismo post II Guerra Mundial y post Guerra Fría ha traído múltiples beneficios, aún con sus debilidades, pero el sistema está agotado. Quedó en evidencia con la pandemia, las crisis políticas, nuevas guerras, el avance del cambio climático y el retroceso en la estabilidad geopolítica, la seguridad y defensa. De los 51 estados que dieron forma al sistema, hemos pasado a 193, que en lo declarativo tenemos principios y objetivos comunes globales para beneficio de la humanidad. Ahora, en pleno siglo XXI, es mucho más que un conjunto de estados, porque se han incorporado, gracias a la globalización, nuevos actores del mundo social, sindical, académico, ONGs, que han horizontalizado las relaciones internacionales y buscan influir en la agenda global para mantener esencialmente el respeto a los derechos humanos y los objetivos centrales de paz, desarrollo y cooperación. Este es el multilateralismo que hay que salvar y fortalecer, devaluado y amenazado como nunca en esta tercera década de un azaroso e incierto siglo XXI. Los efectos actuales y futuros del cambio climático, el desbalance demográfico, las migraciones de múltiples causas, la brecha de desarrollo, las crisis políticas y humanitarias, las guerras de Rusia-Ucrania y Hamas-Israel, la amenaza nuclear, las crisis sanitarias, las amenazas a la democracia y los derechos humanos, los riesgos críticos de la Inteligencia Artificial General, y un entorno geopolítico desconfigurado e incierto, evidencian la encrucijada en que nos encontramos. Nada hay de exageración ni dramatismo gratuito en afirmar esto.

Parece evidente que los países desarrollados, el llamado primer mundo, con algunos matices, no tienen la misma urgencia que el 80% de la humanidad que pertenece al “Sur Global”, 134 países agrupados en el G-77+China. Tampoco incluso la misma conciencia de lo que está en juego globalmente. Hace unos días, Antonio Guterres les instó a alzar la voz y jugar un “papel protagonista” en los distintos foros multilaterales donde se están debatiendo los cambios.

Donde hay mayor conciencia, tal vez, aunque falta mucha pedagogía de opinión pública sobre estas urgencias, es en la sociedad civil, las asociaciones y grupos académicos que globalmente conectados luchan por alzar también la voz, para que sus gobiernos se comprometan de verdad con el gran giro que debe dar el mundo. La Secretaría General ha abierto las ventanas para que este sector mayoritario, pero que no tiene capacidad decisoria, se exprese en las amplias y masivas consultas que se llevan a cabo durante el proceso iniciado y que debe culminar en el Pacto. Es una fuerza moral que a estas alturas debe ser tenida en cuenta. Solo su presión sobre los partidos políticos y los poderes públicos puede orientarlos hacia la toma de decisiones que se necesitan.

¿Será posible llegar en septiembre a un compromiso firme como está planteado, que honre la Carta de las Naciones Unidas y los Derechos Humanos, asegure el cumplimiento de los ODS, del Acuerdo de Addis Abeba y de Marraquech, aborde la reforma de la ONU, del Consejo de Seguridad y de las agencias y organizaciones multilaterales, y se traduzca en medidas, instrumentos y financiación suficiente para una nueva arquitectura multilateral para el Siglo XXI?

He participado en las consultas convocadas desde la Secretaría General, y conocido hace unos días el borrador cero del texto que se está preparando para presentarlo a los Jefes de Estado y de Gobierno. Si se mantiene sin cambios sustantivos, me parece que no será la base sobre la que construir el futuro deseable. Es en un 90% una larga síntesis (20 páginas, 148 párrafos, más de 9.000 palabras) de declaraciones ya conocidas y repetidas de distintos foros y reuniones, una retórica reiterativa de lo políticamente correcto, pero sin llegar aún a propuestas concretas y sin un itinerario. Queda algo de tiempo todavía para su discusión, pero más de lo mismo es retroceder. Corremos el riego de que el Pacto por el Futuro no esté a la altura de las circunstancias, y sea una gran frustración.

Guardar