En diciembre de 2019, Lilia Lemoine tuvo una idea o, como ella lo llamaría tiempo después, “una epifanía”. Le propuso a Javier Milei que asistiera a una convención de cultura japonesa disfrazado de superhéroe. A Milei le encantó. Así que Lilia, que tenía mucha experiencia en el asunto, se dispuso a preparar la vestimenta. Milei apareció en el lugar con un traje negro y amarillo, bien pegado al cuerpo, con capa, guantes, antifaces y un tridente muy florido.
Ese día, el libertario cambió de nombre:
— ¡Soy el general Ancap!—se presentó.
Ancap era una sigla que refería a su condición de Anarco Capitalista.
Era el General Anarco Capitalista.
— Vengo de Liberland –decía— Es una tierra creada por el principio de apropiación originaria del hombre. Una tierra de 7 kilómetros cuadrados entre Croacia y Serbia, un país donde no se pagan impuestos, un país donde se defienden las libertades individuales, donde se cree en el individuo.
Liberland era una construcción fantástica, claro.
— Mi misión es cagar a patadas en el culo a keynesianos y colectivistas hijos de puta que nos quieren cagar la vida— agregaba el general Ancap.
“Ese día supe, al verlo interactuar con la gente, que era el ser humano más maravilloso que yo hubiera podido imaginar. Usar Cosplay en verano no es fácil: uno transpira, es incómodo. Además, llevaba una máscara de goma y desteñía, guantes de hule y una capa” contaría luego Lemoine, que ese día rondaba a Milei vestida con un catsuit negro y amarillo, y una capa a tono. Era la “capitana Ancap”.
Para algarabía de los presentes, el llamativo General entonó frente a ellos uno de sus hits preferidos, con la música de “El Brindis”, de La Traviata de Verdi: “Gastar y gastar y gastar y gastaaaaar/ Esa es nuestra regla fiscaaaaaal/ Y siiii los ingresos no aguantaran maaaaás/ Luego iremos al banco centraaaal/ Y esoooo será inflacionario/ Y esoooo será inflacionarioo/ Si no le aflojan al gastooo/ Entonces la crisis vendráaaaa”.
Desde aquel momento, Milei recurrió muchas veces a personajes fantásticos con los que se identificaba, o buscaba que los demás lo identifiquen. Podía ser el general Ancap, o Moisés guiando al pueblo judío a través del desierto, o Aarón –el hermano carismático de Moisés—o un león poderoso e indómito. Esta semana, ese recurso escaló un poco más, cuando Milei se representó a sí mismo como Terminator, al subir una ilustración de Nik a sus redes, como Moisés en el momento más cruel y despiadado de la vida del profeta y, también, como Flash Reverso, un personaje de comics, enemigo del velocísimo Flash, cuya frase más célebre es “My goals are beyond your understandings” (“Mis objetivos están más allá del entendimiento de ustedes”).
A ese estilo se sumó, curiosamente la vicepresidente Victoria Villarruel, quien difundió su propio video donde aparecía como una especie de gladiadora bella y sensual.
Toda esta simpática saga tiene cierto interés por dos razones. En principio, revela un estilo de comunicación política que no solo es novedoso sino que, además, ha sido hasta aquí muy exitoso. Lemoine no podía saber la revolución que desató con aquella idea. Es algo sorprendente porque rompe con todo lo establecido. Aquella aparición de Milei disfrazado puede, a primera vista, parecer ridícula, patética e hilarante. Pero con golpes de efectos como ése es que llegó a donde está. Así que dentro de poco tal vez veamos a políticos disfrazados de Blancanieves, Shrek, la hormiga atómica o el chapulín colorado, hasta que el recurso se gaste, como aquel de los globitos.
Pero hay otra cosa. La historia contada como una historieta es un recurso muy útil para gobernar. Se llama polarización. Consiste en imponer un relato en el que existe una lucha del bien contra el mal, más allá de cualquier elemento secundario o matiz. Quien no lo entienda es un enemigo, un cómplice o un traidor. El que define qué es el bien y qué es el mal, es –claro—el superhéroe.
A diferencia de lo que ocurre con los disfraces, o con los montajes de Inteligencia artificial, esto no es novedoso. Hace algunos años, en 2019, cuando era apenas candidato a diputado, Javier Milei le concedió una entrevista a Laura Di Marco, que tiene dos momentos trascendentes. En uno de ellos, Milei escracha a Juan Campanella, el talentoso director de cine, ganador de uno de los dos Oscar que logró la Argentina. Campanella había deslizado una crítica al libertario. El libertario respondió que Marcos Peña “le está pagando a su troll preferido, Juan Campanella”.
— ¿Vos decís que él cobra por decir eso?
— Bueno, aparecieron algunos contratos…
Inmediatamente, en las redes, cientos de cuentas libertarias difundían unos papeles inentendibles que parecían ensuciar a Campanella, quien solo había cometido el delito de opinar algo y que ya había sufrido un brulote similar en los tiempos de Cristina Kirchner. Ese método se aplicaría, con Milei ya en el poder, contra muchas personas consideradas traidoras porque disentían: Lali Espósito, por ejemplo. Ella dice algo, inmediatamente cientos de trolls la ensucian.
El segundo momento didáctico de esa entrevista ocurrió cuando Milei se quejaba de aquellos que lo acusaban de ser funcional al kirchnerismo porque criticaba a Juntos por el Cambio. Milei entendía perfectamente el mecanismo, aunque apelara a comparaciones exageradas. “Es lo que hace el populismo, el nazismo o el fascismo. El que no está conmigo está en contra mí”, explicó entonces.
En estas pocas semanas de gobierno, Milei ha dado muchos ejemplos de cómo la lucha del bien contra el mal, o el relato de tal cosa, es tan útil. El más elocuente fue la gestión de la ley ómnibus. El Presidente convocó al Congreso a sesiones extraordinarias para que aprobase ese instrumento que, en teoría, era vital para la transformación que él quiere introducir en el país. Antes de eso, derogó 360 leyes de un plumazo. Es natural que en una democracia todo eso se discuta, y se discuta fuerte, y que de esa discusión surjan alternativas, acuerdos negociados. Pero, desde el comienzo de ese trámite —antes aun, cuando le dio la espalda al Congreso el día de su asunción—, Milei planteó las cosas en términos de todo y nada. El que estuviera en desacuerdo sería escrachado como un traidor. Y así lo hizo. “Efecto revelación”, dice que se llama tal cosa.
El despliegue enorme de recursos que hace el oficialismo para obturar cualquier discusión razonable diluye, naturalmente, los argumentos que llegan del lado de los “traidores”. Por eso es especialmente útil prestarles un poco de atención.
Maxi Ferraro es un diputado de la Coalición Cívica. Luego de ser escrachado como traidor y miembro de “la Casta” difundió una carta el Presidente.
He aquí, algunos de sus párrafos:
”Es tan exagerada la manipulación narrativa que se ha hecho de los pocos artículos que pudieron ser votados sobre facultades delegadas, que se nos acusa de haber votado contra la lucha al narcotráfico y la trata de personas. Es miserable tergiversar los hechos pues estos son sagrados: el inciso en cuestión no fue presentado por el Ejecutivo ni incorporado por la ministra Patricia Bullrich, sino por un sector de la oposición a los fines de poder justificar la declaración de emergencia en materia de seguridad y el capítulo de reformas al Código Penal que solo trataba sobre bloqueos, manifestaciones, legítima defensa y resistencia a la autoridad.
”Lo que usted llama y generaliza como ‘privilegios’ nosotros lo hemos denunciado y llamado por su nombre durante más de 20 años: patrimonialismo corrupto, negocios indebidos en la función pública, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias, sobreprecios y corporativismo económico. Venimos denunciando en soledad hace más de dos décadas la corrupción, cuando muy pocos se animaban a hablar mientras usted trabajaba para empresarios amigos del kirchnerismo.
”No encontrará, en mi defensa, alguno de los privilegios que durante décadas han ejercido y aprovechado los políticos, sindicalistas, empresarios sectoriales y dirigentes deportivos en nuestro país. Durante toda mi labor jamás he tenido automóvil oficial ni chofer personal, no he solicitado pasaportes oficiales ni tratamiento VIP en aeropuertos, tampoco he sido receptivo de los lobbies empresariales ni gestionado sus intereses.
”Es usted quien debería explicarle al pueblo la decisión de mantener ciertos privilegios de ´la casta’. Por solo poner un ejemplo, en nuestro dictamen abogamos por el fin de las jubilaciones de privilegio, y además buscamos terminar con privilegios que ni los libertarios se animaron a tocar. Será por falta de voluntad o carácter, o será por los intereses familiares y personales de algunos funcionarios y estrategas de primera línea, pero no hubo acuerdo para reformar y reducir los privilegios y negocios corporativos del Régimen fiscal de Tierra del Fuego y de los registros del automotor.
”Si de traiciones al electorado vamos a hablar, mejor no auditar sus promesas de campaña en relación a su programa fiscal inicial presentado en la Ley de Bases, centrado en cargar el peso del ajuste sobre los sectores productivos exportadores mediante el incremento generalizado de retenciones; y sobre los jubilados mediante la licuación de sus ingresos a través de la inflación. Eso no solo es traición, también es kirchnerismo económico puro y duro.
”Tratar de traidores o delincuentes y publicar los rostros de quienes defendemos el Estado de Derecho no hace más que incentivar al escrache público y la violencia en razón de un relato falaz y peligroso. Incentivar y promover la violencia política no solo es peligroso para sus enemigos, también lo es para su gobierno, responsable en última instancia del devenir institucional”.
Los argumentos de Ferraro son bastante sólidos para demostrar que, como siempre, es una tontería pensar que el bien y el mal tienen líneas tan demarcadas, especialmente en política. Por decoro, Ferraro no mencionó las historias de Daniel Scioli, Mariano Cúneo Libarona, Luis Caputo o Patricia Bullrich, o el sueldazo que cobra el hermano del vocero presidencial, o los lujosos hoteles que ha pagado el quebrado Estado argentino en Jerusalén y Roma.
Pero, claro, son todos detalles menores cuando se libra una guerra del Bien contra el Mal. Afortunadamente, de nuestro lado están el general Ancap, Flash Reverso, la Mujer Maravilla, Moshé, Arón y Terminator.
¿Qué sería de nosotros sin ellos?