La matriz autoritaria del kirchnerismo

Esta vertiente ideológica letal que se ha manifestado en este siglo XXI en nuestro país no entiende razones porque es una ideología primitiva: odio a los que no piensan como ellos, miedo a la libertad y a la responsabilidad que conlleva la soberanía individual.

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Cristina Fernández de Kirchner saluda al llegar a un mitin en la Plaza de Mayo en Buenos Aires, Argentina, el jueves 25 de mayo de 2023. Foto: AP Foto/Mario De Fina
Cristina Fernández de Kirchner saluda al llegar a un mitin en la Plaza de Mayo en Buenos Aires, Argentina, el jueves 25 de mayo de 2023. Foto: AP Foto/Mario De Fina

Viendo en retrospectiva los lamentables y vergonzosos sucesos que ocurrieron hace pocas horas en el Congreso, viene a nuestra memoria fragmentos del “Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina” de Juan Bautista Alberdi, padre del Liberalismo argentino, y muy especialmente en la Introducción donde escribe con su pluma excepcional, los siguientes conceptos: “…la Constitución Federal Argentina contiene un sistema completo de política económica, en cuanto garantiza, por disposiciones terminantes, la libre acción del trabajo, del capital y de la tierra, como principales agentes de la producción. Ratifica la ley natural de equilibrio que preside el fenómeno de la distribución de la riqueza y encierra en límites discretos y justos los actos que tienen relación con el fenómeno de los consumos públicos…”

Corolario necesario del derecho al trabajo son la libertad personal, opuesta al trabajo esclavo y la igualdad de derechos. Alberdi considera que el derecho al trabajo está íntimamente ligado al derecho que tiene su titular de usar y gozar de su producido, lo cual los transforma en un solo derecho pero considerado bajo dos facetas inescindibles. Con meridiana claridad explica que…”garantizar trabajo a cada obrero sería sin embargo tan impracticable como asegurar a todo vendedor un comprador, a todo abogado un cliente, a todo médico un enfermo, a todo cómico un auditorio por más mediocre que sea. La ley nunca podrá tener ese poder, porque otorgaría a unos lo que quitase a otros, repugnando al sistema de libertad y de propiedad consagrado en la Constitución…”.

La mayor sabiduría de la Carta Magna está en haber hecho del trabajo y de la industria particular un derecho civil común a todos sus habitantes, enmarcado en la absoluta libertad de expresión que nos consagra, a todos los ciudadanos, ese monumento jurídico representado por nuestra Constitución Nacional de 1853.

Las democracias como hijas directas del extraordinario legado de la Ilustración, teniendo en cuenta el ideario liberal representado en su génesis más profunda, significa el respaldo ideológico a la República manifestado por la tolerancia, pragmatismo y el pluralismo político, donde las ideas sociales y políticas diferenciadas, incluso las opuestas, pueden coexistir y competir por el poder político siempre, repetimos, siempre, sobre la base innegociable de los principios fundamentales del Liberalismo, que incluyen, además, el libre albedrío, el racionalismo y finalmente, el rechazo a todo dogma.

En la vereda opuesta se encuentra el marxismo, el nacionalsocialismo y los populismos asociados, incluido el kirchnerismo. Por lo tanto resulta necesario construir enfoques alternativos para analizar estos viejos-nuevos problemas. El oscurantismo que representan los dogmas, herencia de la siniestra Edad Media y su correlato, las verdades absolutas y el fanatismo, están en las antípodas del Liberalismo ya que constituyen la base de las distintas formas de segregación que se desarrollan en nuestros tiempos. Estas exclusiones hoy constituyen nuevas formas de autoritarismo.

Vemos entonces que el kirchnerismo se ha nutrido de varios principios medulares de la izquierda criolla vernácula mezclándose hasta confundirse en esa mancha totalitaria que se expande sin solución de continuidad ya que representan el producto de las mismas desventuras del lenguaje y de las pasiones humanas, los mismos vergonzosos derivados de términos nobles: ciudadanía y Nación. A partir de fines del siglo XVIII, la Nación y el pueblo han sido sinónimos para los fundadores de los regímenes representativos de los que han surgido las actuales democracias y lo siguen siendo en la medida en que las dos nociones modernas de “nacionalidad” y de “ciudadanía” se vinculan necesariamente al principio de la “soberanía popular”. De ahí se concluye necesariamente el oprobio que pesa sobre el kirchnerismo se justifica respecto de las mismas manipulaciones del discurso político.

La explicación que apreciamos es simple: esta vertiente ideológica letal que se ha manifestado en este siglo XXI en nuestro país, excepto los cuatro años del macrismo, no entiende razones porque es una ideología primitiva: odio a los que no piensan como ellos, miedo a la libertad y a la responsabilidad que conlleva la soberanía individual. Por ello, entre otros ataques subrepticios, han tratado, afortunadamente sin éxito, de amordazar a los medios de prensa, su gran enemigo político, ya que nunca pudieron ponerlos de rodillas, recordando que no hay Republica posible sin una total y efectiva libertad de prensa.

El rechazo manifiesto de la inmensa mayoría de la ciudadanía a las provocaciones de los inadaptados que enfrentaron y atacaron a las fuerzas de Seguridad, a diputados y a periodistas en los alrededores del Congreso, es una muestra concluyente que nuestra sociedad exige que todos los reclamos, cambios, incluso pasiones, se canalicen exclusivamente a través de nuestros representantes ya que el Poder Legislativo, junto al Poder Ejecutivo y el Poder Judicial, son las columnas fundamentales y excluyentes que sostienen al sistema democrático.

Ha llegado la hora de repensar nuestro futuro como Nación. Tal como ocurrió después del primer grito de libertad, nos encontramos en un momento difícil de nuestra historia donde, nuevamente, el desencuentro parecería ser nuestra más nítida característica. Pese a todo, somos totalmente optimistas. Estamos convencidos que el Liberalismo es el único camino que nos hará volver a esa Argentina gloriosa de fines del siglo XXI y principios del XX. Edifiquemos una nueva “Generación del 80″, asumamos nuestras responsabilidades en cada uno de los ámbitos en que debamos actuar con seriedad, firmeza y sin fanatismos. En esta difícil tarea buscaremos, sin duda, la palabra y el ejemplo del gran tucumano, a quien debemos rendir un homenaje permanente. No queremos ni debemos olvidarnos de Alberdi y de sus Bases. No podemos darnos ese lujo.

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