Es importante conocer el lenguaje y sus usos técnicos porque eso ayuda a una comprensión teórica más profunda y nos permite entrever cuáles podrían ser las consecuencias prácticas. Lejos de querer aburrir, propongo pensar el concepto de “vida”, tan en boga a propósito del Decreto 55 por el cual el Presidente declaró al 2024 el “Año de la Defensa de la Vida, la Propiedad y la Libertad”. Es importante pensar el concepto de “vida” porque en la práctica ya hay hordas de furibundos acusando de asesina/o o abortera/o a quien no piensa como ellos. Asimismo, aparte de los gritos de esta horda bien consolidada y entrenada, están los funcionarios o los intelectuales que escriben artículos generando una gran confusión y provocando un ámbito de controversia allí donde se había ganado un derecho.
El griego antiguo es un idioma con matices y riquezas inconmensurables. La palabra circula en las asambleas de ciudadanos que conforman la pólis. La discusión, el logos, es la garantía de democracia. De este modo, sabiendo que para los griegos antiguos la palabra era la defensa de la pólis y de la democracia, tenemos que resaltar que utilizaban dos términos diferentes para referirse a la “vida”.
En griego “vida” se dice bíos pero también zoé. Esta distinción no es una estridencia intelectual, sino que es una verdadera diferencia en la conceptualización de lo que los romanos posteriormente redujeron al término vita y llega a nosotros como vida. Se dice bíos cuando nos referimos a la forma de vida, es decir, a lo que cada cual hace de su vida: escritora, maestra, esposa, madre, sonriente, enojosa, despeinada o experta en relaciones públicas, etc. Se dice zoé a la vida entendida en el sentido biológico, al sustrato viviente. Tienen zoé los animales y las plantas, los únicos que tenemos bíos somos los humanos.
Llegando al siglo XX, sabemos que los nazis, los represores en Argentina y muchos totalitarios de ayer y de hoy, utilizaron al Estado y su poder para borrar todos los rastros de bíos de aquellas zoé que no eran inmediatamente eliminadas. Reducir al viviente a su puro sustrato biológico significaba quitarle la humanidad, despojarlos de lo que hay del ámbito de la persona en un cuerpo viviente.
Por ese motivo, cuando se habla de vida, corremos el riesgo de no saber bien de qué estamos hablando. Primo Levi en Si esto es un hombre, se preguntaba si había vida humana en un cuerpo despojado de todas sus formas: su cabello, su vientre cálido, su comida, el amor de los suyos, sus recuerdos. En fin, ¿hay vida sin bíos?
Cuando militamos la Interrupción Voluntaria del Embarazo, no lo hacíamos por asesinas o aborteras. Es más, creo que casi ninguna mujer puede querer abortar. Al aborto se llega por diversas circunstancias en las que se considera que la unión de los gametos masculino y femenino no es vida humana, es un acontecimiento biológico que podrá o no dar como resultado una vida humana a través del embarazo y sus estímulos, mientras esté en el vientre materno, así como la forma de vida que ese viviente pueda tener, aceptar, tomar, elegir, desenado para vivir.
No todas las mujeres podemos o queremos ser madres. Pensar que el embarazo nos obliga a ello significa no conocer en absoluto la situación de las mujeres en nuestro mundo, en la historia y tampoco en la biología. La maternidad es la capacidad de dar a luz un bíos: una vida con la posibilidad de elegir sus formas, ser sujetos deseados y deseantes.
En este contexto, la Interrupción Voluntaria del Embarazo no es piedra libre para matar, es la toma de consciencia más profunda de la dimensión subjetiva de la madre que debe involucrarse en la gestación, el parto, la educación, la contención, el amor hacia un bíos.
No se puede pensar en la vida desde los libros de biología porque ponemos en evidencia que no nos importa qué será de esa vida que viene al mundo. Ponemos en evidencia que somos capaces de empujar desde el Estado paternalista a las mujeres y sus hijas/os al abandono del bíos. La vuelta atrás de la IVE implica desconocer el peso de una ley recientemente sancionada, precedida de un largo y extraordinario debate público; o la imposible regresión en materia de derechos; y también es el retroceso moral e intelectual respecto de la problematización y comprensión de lo que la maternidad implica. Pero especialmente se trata de la elaboración consciente de políticas públicas tendientes a dejar morir a las madres en estado de precariedad que de todos modos van a abortar. También es desconocer que los embarazos no son siempre deseados sino muchas veces el resultado de violaciones u otras circunstancias de violencia, o sumisión. Es no tener idea de lo que es dar a luz a una vida sumergida en la pobreza y la precariedad y saber que se la está exponiendo al peor de los males: el desamor.
Basta de eufemismos y de que nos acusen de asesinas. Pensemos bien, eliminando la IVE, ¿quién mata?