Debieron transcurrir cincuenta años para que finalmente las Naciones Unidas aprobaran por unanimidad una resolución que rinda homenaje a las víctimas del Holocausto. Un mandato para que los Estados se ocupen en forma decidida y seriamente comprometida en la enseñanza, la investigación y el recuerdo. Mucho tiempo perdido para llegar a un reconocimiento firme contra el negacionismo.
El día elegido es el 27 de enero, que recuerda la liberación en 1945 de Auschwitz, el campo de exterminio paradigma del terror, la crueldad sin límite y la muerte que nos presenta en toda su dimensión lo que el nazismo representa.
En el día de hoy rendimos homenaje a los 6.000.000 asesinados por su condición de judíos. Tan brutal, incomprensible e injustificado como eso. Recordamos también al pueblo romaní, a los homosexuales y lesbianas, a los Testigos de Jehová, los discapacitados, disidentes políticos, los libres pensadores. A los líderes de todas las religiones, a los partisanos en cada país ocupado, a los millones de defensores de la libertad y la vida, caídos bajo la maquinaria genocida nazi.
A lo largo de esas cinco décadas, el pueblo judío se enfrentó casi en soledad a los indiferentes, los negadores y antisemitas, sumando en forma artesanal, a través del diálogo y el esclarecimiento, hombres y mujeres de buena voluntad en su lucha contra la difamación y el olvido. El Estado de Israel, los sobrevivientes, las organizaciones judías en todos los países, intelectuales, educadores y activistas, llevaron su palabra para decir y explicar la verdad de la tragedia con su impacto en el futuro.
Costó mucho ser escuchados, ser creídos. Fue una lucha sin descanso lograr que las evidencias, con su fuerza arrolladora, sean aceptadas. Una misión casi inhumana, hacer ver a quienes se resistían a abrir sus mentes y ojos para poder así, seguir negando la vergüenza que les producía callar sobre lo irrefutable.
Celebramos en cada país aquel día del mes de noviembre de 2005 cuando la resolución fue aprobada, como aplaudimos emocionados pocos años antes el Primer Fórum Internacional sobre el Holocausto en Estocolmo, en enero del 2000 y luego la creación de la Alianza Internacional para el recuerdo del Holocausto. Muchos sentimos que el mundo finalmente comprendía y se erguía firme, asumiendo su rol contra el antisemitismo, respondiendo a su propio pasado cuando guardó silencio y alentándonos a ingresar en un mundo donde el odio, la discriminación y la negación del otro no tuviera más lugar.
Como una bofetada rabiosa en el rostro, el presente nos llama a despertarnos y darnos cuenta de que, pese a sus enormes avances, el mundo quedó muy lejos de cumplir sus objetivos. Porque desde el pogromo del 7 de octubre perpetrado por Hamas a hoy, el antisemitismo se muestra feroz, violento y impune en todos los países, incluso entre nosotros. Que las lecciones no fueron debidamente enseñadas, que los compromisos no fueron fielmente cumplidos.
Al igual que en los largos años antes de la resolución que hoy nos convoca, casi en soledad, los judíos del mundo debemos dar la batalla por la verdad. Una vez más aquella perversa máxima acuñada por Goebbels: miente, miente que algo quedará, vuelve a ser enarbolada y puesta en práctica desde el agresor y los países que lo alientan y sostienen.
Ponen a la víctima, (Israel y el pueblo judío), como victimario, y hasta causante de su propia tragedia. Hamas y sus aliados mienten, distorsionan los hechos de la historia, difundiendo su mensaje de odio, muerte y destrucción. Incluso la misma ONU se contradice con la resolución que hoy nos convoca y su misma razón de ser, cuando muchos de sus organismos que le pertenecen y funcionarios enmudecen en una complicidad vergonzosa.
El mundo demoró 50 años en llegar a determinar un día en recuerdo y homenaje a las víctimas del Holocausto. No podemos dejar que la historia se repita, no hay tiempo que perder. Entender bien este día y honrarlo es reconocer que el antisemitismo y el terrorismo fundamentalista no es un tema de los judíos, sino el gran drama de la sociedad. Con ellos, la democracia, la libertad, los derechos humanos, los valores occidentales están en peligro. Frente a ellos nadie está a salvo.
Hoy, recordar y homenajear nos impone a todos, una lucha activa y sin descanso contra el antisemitismo, en todos los ámbitos, laborales, educativos, periodísticos, intelectuales. En la política y la diplomacia. Y en ello los Estados tienen un papel único e indelegable, por lo que la posible visita del presidente Milei a Israel es por demás relevante.
Hoy el mejor homenaje es la acción. Nos toca hoy más que nunca ser protagonistas, comenzando por preguntarnos sinceramente cuánto hemos aprendido en estos 79 años desde aquel lejano 27 de enero de 1945, y cuánto hemos hecho realmente efectivo para cumplir con la resolución que nos llama a recordar este día. Como enseña Levy-Strauss, la sabiduría no está en dar las mejores respuestas sino en saber hacer las preguntas correctas.
* El autor es presidente honorario del Museo del Holocausto