Vergüenza ajena

La conferencia de Milei en Davos asombró a muchos de los que lo escucharon. Un pobre iba a explicarles a los poderosos de los países centrales el camino del enriquecimiento

Javier Milei en el Foro Económico de Davos

Ya en su momento, la dictadura militar tuvo pretensiones de convertirse en la vanguardia de Occidente, de ser su reserva moral mientras mataba sin piedad y entregaba el país. Así son los restos de la oligarquía argentina, tienen esa concepción de constituirse en el ombligo del mundo por haber nacido en una tierra que les regalaba todo. Pero ese obsequio de la tierra no fue tan generoso con el talento, y vinieron los herederos, los Martínez de Hoz y los Benegas Lynch. La naturaleza es justa y donde da dinero parece que no otorga cerebro, en definitiva, porque la codicia no suele servir para desarrollar la inteligencia. No hay tiempo ni interés en ello, no lo hay por lo humano.

La conferencia de Milei en Davos asombró a muchos de los que lo escucharon. Un pobre iba a explicarles a los poderosos de los países centrales el camino del enriquecimiento personal, a treinta días de haber alcanzado la presidencia de la nación y de haber batido un nuevo récord de inflación. Supo ofrecer, a todas luces, una imagen patética más cercana a la demencia que a la índole de su alto cargo.

El espacio de la grieta, ocupado hasta antes de la asunción de Milei por el kirchnerismo respecto del peronismo y de sus adversarios que buscaban alejarlo del poder- y lo lograron con el triunfo de LLA- se desplaza con el discurso de Milei. Así es cómo, conspicuos representantes políticos y sociales de sectores radicales, liberales, empresarios, asumen con vergüenza esta crisis. Debo admitir que me asombra la precisión con que algunos de ellos lo expresaron. Perteneciendo al campo liberal, dejaron en claro que el liberalismo es otra cosa, que no tiene por qué morir en manos tan grotescas.

El discurso de Milei es, además, tan deplorable que desnuda la pequeñez de algunos periodistas y funcionarios que por un cargo son capaces de olvidar la virtud de la coherencia y caer en espacios, poco nobles, poco dignos, poco respetables. He visto a personajes por quienes experimenté estima alguna vez, tirar la pelota afuera frente al discurso y decir que el país se encuentra en una gran crisis. No podían responder a la pregunta, preferían eludirla y discutir el pasado.

Cuando uno hace memoria, Cristina Kirchner tuvo un ataque de soberbia parecido. En realidad, somos un país en crisis con 40 años de decadencia, una decadencia que se inicia con las políticas liberales de la dictadura y se continúa con Carlos Menem, una decadencia de destrucción del Estado, una crisis profunda engendrada en lo que Milei llama virtud. Sus extremos son: los derechos humanos y el pseudoizquierdismo de los Kirchner que, al llenar al Estado de empleados y prebendas, lastimó a los sectores productivos, y, por otro lado, el neoliberalismo (libertario) de Milei que fue a explicarle al mundo cómo hacer capitalismo y huir del riesgo de un socialismo difuso y omnicomprensivo en el que parecían estar incluidos también los asistentes a Davos. Difícil comprender tanta torpeza: que uno de los países más pobres envíe a su representante a explicarles a los ricos que deben cambiar el rumbo para ser tan exitosos como lo seremos nosotros cuando dentro de mucho, mucho tiempo nos asemejemos a Irlanda. Si no fuera trágico sería absolutamente cómico.

Tampoco se privó Milei, en su curioso discurso, de atacar al ambientalismo, atribuible a lo que él denomina “socialismo” como si en lugar de ser el calentamiento global un serio problema por resolver fuese parte de una nueva agenda demoníaca de cuya peligrosidad advierte al mundo entero, del mismo modo que de la igualdad de los géneros.

Por otra parte, y no me alejo de lo vertido en el discurso ni de su trasfondo, valoremos la reserva moral de los gobernadores y su plena conciencia de la defensa de los bienes naturales, del litio, del petróleo. ¿Qué hicieron? Salieron a pararle el carro a un grupo de inescrupulosos que vino a vender lo que quedaba en esta segunda etapa del menemismo. Ya no les quedan por vender ni los trenes ni Somisa, ni la luz, ni el gas ni los teléfonos, ni los aeropuertos. Están buscando entregar las reservas naturales.

En cuanto a las fuerzas políticas del arco opositor a LLA, consignemos el fracaso del kirchnerismo con La Cámpora, si pensamos que Alberto Fernández se llevó el partido a España y que Máximo Kirchner lo tiene escondido. La destrucción de los partidos y la aparición de Milei dejan para los que amamos la política y para los jóvenes el enorme espacio de una lógica que se llama cordura. La política no es ni un dogma marxista ni un dogma liberal, la política es un pensamiento vivo que como todo lo humano no requiere de un recetario.

Entre tanto, el empobrecimiento de la sociedad es de una velocidad ilimitada y la idea de detener la inflación multiplicando el precio de los monopolios y congelando los salarios suena a perversa.

No obstante, son muchos los que se van desplazando del espacio de la demencia, todos aquellos que tienen más dignidad que codicia, es como si se diera una nueva división ideológica. Si antes la ideología era la complicidad, ahora, la salvación de la Argentina transita por la reivindicación de la cordura y el alejamiento de su ausencia.

Si el kirchnerismo llevó a la agonía al peronismo, Milei lleva al liberalismo al suicidio. Quizá, después de la desaparición de los dos extremos, pueda resurgir un centro patriótico que, superando la confrontación, cuente con lo mejor de cada una de las fuerzas políticas vinculadas con el sentido de nación.