Una competencia desigual entre cuasimonedas, con resultado incierto

Para el presidente Javier Milei el peso es “insalvable”, de manera que, al final del camino está la dolarización y el “cierre” del Banco Central

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El gobernador de La Rioja
El gobernador de La Rioja Ricardo Quintela

Permítanme empezar con los tres atributos que debe reunir una moneda, para considerarse moneda: tiene que ser unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor.

Cuando una moneda no reúne alguno de esos tres atributos se convierte implícita o explícitamente en una cuasi moneda.

En ese sentido, el peso argentino hace rato que es una cuasi moneda.

Como ustedes saben, la moneda que emite el Banco Central argentino sirve como unidad de cuenta y medio de pago, salvo en transacciones de muy alto valor, pero no reúne la condición de reserva de valor.

La prueba empírica de esta situación es que el monto de pesos depositados a plazo fijo en el sistema financiero argentino (una aproximación a dinero como reserva de valor) equivale a menos de 17 mil millones de dólares a la cotización del dólar libre.

Por supuesto, la razón básica de esta destrucción del peso como moneda completa es, valga la redundancia, la otra cara de la moneda de décadas de alta inflación. Y esas décadas de alta inflación son la consecuencia de un gasto público que, pese a la mayor presión tributaria, necesitó ser financiado con deuda y emisión de pesos. Deuda finalmente defaulteada o licuada.

Puesto en otros términos el abuso del impuesto inflacionario para financiar el gasto público desalentó totalmente la demanda de dinero con fines de ahorro.

Por supuesto que eso no significa que los argentinos no ahorremos. Por el contrario, debemos estar entre los más ahorradores de la región. Lo que sucede es que, para eludir ese impuesto inflacionario, nuestro ahorro es en dólares. Y, dada la historia de sucesivos ataques a los derechos de propiedad – cuando el impuesto inflacionario no alcanzó para financiar el flujo del gasto y el stock de deuda se expropiaron ahorros de diversa manera- esos dólares en su mayoría se ahorran fuera del mercado de capitales argentino. (La última estimación del INDEC del ahorro líquido de los argentinos habla de 270 mil millones de dólares. Unas 15 veces más que el mencionado ahorro en pesos).

Dicho sea de paso, como cuenta muy bien Daniel Sticco en su nota de Infobae de ayer, los préstamos al sector privado del sistema financiero no llegan al 8% del PBI, el valor más bajo de la historia, y coloca a la Argentina en el puesto 167 de 173 países, según un ranking elaborado por el Banco Mundial. Los bancos en la Argentina han dejado de ser bancos, tanto que hasta se han olvidado cómo arbitrar tasas de interés, para aceptar depósitos en UVA.

Retomo dando un paso más en el razonamiento.

Desde que en 1933 don Roosevelt rompió la relación entre dólares y las reservas de oro de la Reserva Federal, el dinero que circula en el mundo, sean dólares, euros, yenes, o yuanes, es dinero “fiduciario”, es decir depende de la fe, de la credibilidad que se tenga en que el emisor de ese dinero va a defender su valor, manteniendo baja la tasa de inflación de “su” moneda. (Tanto es dinero por fe, que los billetes de dólares llevan impresa la leyenda “In God we trust”. En ese sentido, la nueva camada de pesos argentinos, bien podría llevar la frase “que Dios se lo pague”).

Humoradas aparte, queda claro que, a menor disciplina fiscal y/o menor independencia operacional del Banco Central de un país, mayor impuesto inflacionario. Y a mayor impuesto inflacionario, menos moneda y más cuasi moneda.

Es en este contexto que reaparecen cuasi monedas de menor calidad todavía, las provinciales (por ahora, picó en punta la provincia de La Rioja). Y digo cuasi moneda de menor calidad todavía que el peso, porque ni siquiera sirve como medio de pago obligatorio fuera de la Provincia.

Y aquí surgen dos temas interesantes.

El primero, que al ser destinada esta cuasi moneda a pagar parte de los sueldos de los empleados públicos -La Rioja es la segunda provincia en empleo público cada 1.000 habitantes, después de Catamarca, fuente Marcelo Capello, IERAL- y dependiendo del monto a emitir cotizará por debajo del peso, lo que significa, en la práctica, una rebaja implícita de salarios en el sector público riojano, además de una quita a los proveedores de ese estado provincial.

En otras palabras, en lugar de un ajuste explícito del gasto público, La Rioja produce una especie de licuación provincial, sobre la licuación nacional.

El segundo punto interesante, es que, al no aceptarse el bono riojano para pagar impuestos nacionales (como sí paso, en algún momento, con el Patacón de la Provincia de Buenos Aires), y contrariamente a lo que sostiene el gobierno nacional, no habrá “competencia” de esta cuasi moneda, con la cuasi moneda peso.

Y aquí llegamos a una cuestión clave.

Luis Caputo (Franco Fafasuli)
Luis Caputo (Franco Fafasuli)

Argentina tiene que encarar un programa de estabilización. Algunos creemos que eliminado el déficit fiscal de manera sustentable y con una política monetaria y cambiaria “liberada” del problema fiscal, con el paso del tiempo, se puede convertir la cuasi moneda peso, en moneda plena. Como de hecho ya pasó, por ejemplo, en varios países latinoamericanos. Países que se fueron lenta pero sostenidamente, “desdolarizando”, puesto que, a lo largo de los años, fueron recuperando su moneda propia, como reserva de valor.

Para el presidente Milei, en cambio, la cuasi moneda peso es “insalvable”, de manera que, al final del camino está la dolarización y el “cierre” del Banco Central.

Es cierto que, por un rato, los senderos que llevan a revivir el peso o a dolarizar plenamente coinciden. Ambos necesitan terminar con el déficit fiscal de manera sostenible, normalizar precios relativos, y limpiar el balance del Banco Central con menos pasivos y más activos.

Pero por ahora, el déficit fiscal es más licuación que ajuste sostenible. A la normalización de precios relativos, incluyendo servicios públicos salarios y jubilaciones, le falta mucho. Es más, la incipiente tendencia a “indexar todo” torna más compleja dicha normalización, porque algunos precios le tienen que ganar al promedio y con todo indexado, dicha carrera incrementa aún más la tasa de inflación, solo moderada por la recesión.

Asimismo, el balance del Banco Central está absorbiendo o licuando pesos, es cierto, pero a su vez, dolariza pasivos -la venta de dólares a futuro a los importadores, con el Bopreal-, o solo cambia de deudor, pasando el problema al bolsillo de la deuda indexada del Tesoro.

Y aquí estamos, empezando una competencia compleja y desigual entre cuasimonedas, con una economía que tiende a indexarse, mientras se camina hacia un programa de estabilización, en medio de senderos que se bifurcan.

Así como en el cuento de Borges los senderos que se bifurcan marcan las múltiples líneas del tiempo, los senderos de la macroeconomía argentina todavía tienen que definir hacia dónde vamos.

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