La obra de Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, escrita en 1852, se erige como un faro iluminador para descifrar la compleja trama que es la Argentina actual. Es crucial adentrarse en la intrincada red de influencias que Alberdi tejía, especialmente su danza apasionada con el concepto de libertad. Con aguda perspicacia, Alberdi exploró las estructuras políticas, económicas y sociales que consideró idóneas para la República Argentina de su tiempo. Su sinfonía conceptual estaba compuesta por principios liberales, donde la libertad individual y la restricción del poder estatal ocupaban el escenario principal. Milei, en sintonía con Alberdi, comparte la convicción de que el progreso y la prosperidad de la nación descansan en los pilares de la libertad y el respeto irrestricto a los derechos individuales.
Javier Milei, respaldado por la asombrosa cifra de 14,476,462 votantes, ha grabado su nombre en la historia de Argentina al asumir la presidencia con una plataforma política minuciosamente detallada. Su propuesta económica, cual caleidoscopio de cambios, aboga por recortes en el gasto público, reformas tributarias y la gradual eliminación de los cepos cambiarios, buscando rediseñar el panorama financiero del país. La apertura total al comercio internacional se presenta como una sinfonía económica inexplorada, que despierta tanto admiración como suspenso por lo desconocido. En el ámbito previsional, Milei propone una metamorfosis estructural mediante la implementación de un sistema de capitalización privado para jubilaciones y pensiones, acompañado por la privatización de empresas públicas deficitarias y reformas laborales que captan la atención del espectador.
Este país le fue legado a Milei en un estado de quiebra, al borde del precipicio de una hiperinflación catastrófica, cortesía del gobierno anterior, considerado por muchos como uno de los capítulos más oscuros en la historia argentina, si no el peor. En este escenario apocalíptico, la necesidad de una acción rápida y decidida se erige como un telón de fondo urgente para evitar las consecuencias económicas devastadoras. Milei, ungido democráticamente con un mandato claro por parte de la ciudadanía, ve sus propuestas respaldadas en las urnas, reflejando el clamor popular por un cambio radical en la dirección del país.
En esta obra democrática en marcha, el Congreso, como el coro que da voz a la voluntad del pueblo, tiene la obligación ética de respetar y apoyar estas decisiones que emergieron del voto popular, marcando así el preludio de una nueva era en la Argentina de 2024. En los próximos días se estará cerrando el primer capítulo de esta novela, decidiendo la suerte del Decreto libertario y en cierto modo la del propio Javier Milei. Allí radica la importancia de todo lo que estamos viendo en estos días de verano muy movidos.
Las reformas delineadas por el primer presidente libertario son percibidas como esenciales para rescatar al país de décadas de populismo desbocado. Por ejemplo, la eliminación de los “ñoquis”, parásitos sociales que disfrutan a expensas de los contribuyentes, se presenta como una medida lógica y necesaria. La abrupta desvinculación de estos supuestos trabajadores permite redirigir recursos hacia áreas cruciales como la salud y la educación, contribuyendo así a la construcción de una nación con bases más sólidas. Esto es tan solo una muestra de lo mucho que está pasando al mismo tiempo, casi sin que nos demos cuenta.
No obstante, el presidente Milei se enfrenta a una oposición que no da tregua. La confrontación con la CGT, prevista para el próximo 24 de enero se asemeja al primer round en un combate de boxeo, una demostración de fuerza de un sector del peronismo que se aferra a un modelo insostenible. Las prebendas sindicales se revelan como anclajes de un sistema que algunos persisten en mantener, incluso cuando el país se encuentra al borde de la quiebra. Detrás se encolumnan un grupo de sectores de la política que no se quieren quedar afuera de la pelea, con una llamativa irresponsabilidad política.
En medio de todo esto, en un gesto coherente con sus propuestas, el presidente Milei demuestra austeridad al viajar a Davos con una comitiva reducida en un avión de línea. Sin embargo, el reloj de los problemas avanza implacablemente. La erosión del bolsillo de los votantes se acelera, generando alarmas que cambian de color antes de lo previsto. Es aquí donde la oposición espera agazapada, lista para irrumpir en escena. Milei tiene una carrera de obstáculos en el bolsillo de la gente. Y la viene corriendo desde atrás, a consecuencia de la herencia que recibió. Si logra equilibrar la economía y mostrar logros antes de lo previsto habrá ganado el primer sprint de los muchos que tiene por delante. Mientras al dólar al mismo tiempo sigue avanzando y estirando la “maldita” brecha con el oficial, un problema que deberá ser resuelto más pronto que tarde por el gobierno libertario.
Al mismo tiempo, resulta intrigante observar cómo ciertos medios afines al populismo despliegan una campaña del miedo, utilizando cualquier tipo de recurso para mostrar los estragos del ajuste. Este aspecto de la comunicación social, desde mi perspectiva, no puede ni debe ser descuidado por el presidente Milei. La batalla cultural que se libra es esencial para que los argentinos comprendan la transición hacia un país normal como un paso saludable, a pesar de las dificultades económicas. Milei está, como los ajedrecistas, jugando partidas múltiples en simultáneo, pero la cultural debe estar en el tope de sus prioridades si pretende evitar sobresaltos “no” tan futuros.
La experiencia del populismo ha dejado cicatrices profundas en la sociedad argentina. Ahora, la realidad nos exige el pago de los costos acumulados durante la fiesta desenfrenada de todos. Ordenar la casa, saldar las cuentas pendientes y avanzar hacia un modelo donde la cultura del trabajo y del estudio sea la guía, donde la libertad sea verdaderamente para todos y todas. El presidente Milei se enfrenta a contradicciones arraigadas que han sumido a Argentina en el fracaso hasta el 10 de diciembre de 2023. Hoy, los primeros pasos hacia un país real están en marcha, pero el esfuerzo debe ser colectivo. Pero dependerá del grueso de la gente de a pie sostener con su esfuerzo un modelo de país que se votó en democracia y que exige antes de dar algún tipo de fruto, sangre sudor y lágrimas.