Que los populismos generan crisis económicas parece ser una verdad insoslayable. Bien lo sabemos los argentinos, víctimas (¿culpables?) de las consecuencias extremas de veinte años de populismo salvaje.
No es posible afirmar que el desastre económico sea hijo del “neoliberalismo”, término más que impreciso, con el que se busca, en versión peyorativa, estigmatizar el sistema de economía libre de mercado. No fueron, precisamente, “neoliberales” los gobiernos kirchneristas de este primer cuarto del siglo XXI.
Claro que se podría intentar sostener que el desastre no es debido al populismo, sino a la incompetencia; por ejemplo, no nos enfrentamos con un amenazante pasivo de 16.000 millones de dólares (el que estamos discutiendo) por la estatización de YPF sino por la impericia de quienes condujeron el proceso de “soberanía hidrocarburífera”.
Pero no se trata de fallas solo atribuibles a la versión bananera, incapaz, del populismo. El sistema también fracasó en la Unión Soviética (a pesar de que era un populismo “científico”) cuya “implosión” se debió a la imposibilidad de financiar la competencia militar con los Estados Unidos.
Le toca el turno ahora a Cuba, donde su gobierno socialista ha aumentado los combustibles un 500% (no hay error de “tipeo”: quinientos por ciento), también las tarifas de todos los servicios básicos como el gas y la electricidad, con un 25 % de incremento, en un plan de ajuste que busca enfrentar a una inflación del 30% anual (la nuestra es 30% mensual) con fuerte desabastecimiento, aunque esto último ha sido una constante de la Cuba socialista.
No sabemos si este “ajuste socialista” ha sido establecido por ley de la “Asamblea del Poder Popular”, supuesto órgano representativo en un sistema donde no existen los partidos políticos ni la libertad de prensa, o por el Consejo de Estado (este es el verdadero “poder legislativo”) que legisla por decreto, por el Presidente de la República, o por el Primer Ministro y/o su Consejo de Ministros, que también pueden legislar por decreto. Claro que esta cuestión no es de especial importancia para un modelo de organización constitucional socialista.
Ya lo decía Perón (antes de hablar de él hay que leerlo, estudiarlo y comprenderlo, además de la higiene bucal): la única verdad es la realidad.
*El artículo fue escrito por Rodolfo Barra, titular de la Procuración del Tesoro de la Nación y ex ministro de la Corte Suprema de Justicia