Si tuviera que contestarle a algún dirigente político, empresario o sindical cuál es el problema de crecimiento de largo plazo de la Argentina, podría decirle: “son las instituciones, estúpido”. Y luego habría que aclararle que al hablar de instituciones me refiero a las reglas de juego que regulan las relaciones entre los particulares y entre éstos y el Estado.
¿Qué es la tasa de interés? Vulgarmente se cree que es el precio del dinero. Si esto fuera cierto, para tener crédito en abundancia y a tasas muy bajas (el sueño de John Maynard Keynes), sólo haría falta ordenarle al Banco Central que imprimiera la suficiente cantidad de moneda como para que el crédito fuera abundante y a tasas cercanas a cero. Es más, ¿por qué no pedirle al Banco Central que emita moneda hasta que la tasa de interés sea igual a cero?
Si en algún momento de la historia reciente buscamos a alguien que haya emitido dinero a todo vapor, ése fue bajo la presidencia de Ricardo Alfonsín. Sin embargo, no sólo la tasa nominal de interés llegó a tres dígitos porcentuales al años, sino que, además, fue el camino a la hiperinflación que terminó anticipadamente su mandato de gobierno.
Y ni que hablar de Sergio Massa, que hizo una “fiesta de emisión”: la tasa de interés superó 100% mensual y no había un centavo de crédito para el sector privado.
En realidad, la tasa de interés tiene cuatro componentes, y cada uno de ellos es algo que pide quien tiene ahorros (ingreso no consumido) a cambio de prestárselos a alguien: 1) Compensación por el tiempo de esperar entre consumir en el presente y hacerlo en el futuro, porque para el ser humano el tiempo no es indiferente. Esto es lo que los economistas llamamos la tasa de interés originaria. 2) Cobertura frente a una eventual desvalorización de la moneda. El que ahorra y presta sus ahorros quiere que, al final del período, su capacidad de compra no esté disminuida por efecto de la inflación. 3) Riesgo crediticio. Quien presta sus ahorros incluirá dentro de la tasa de interés la posibilidad de recupero. Si el deudor es un buen pagador ese recargo será menor. Si el deudor es un mal pagador, el recargo será mayor. 4) Riesgo de confiscación en un país en el cual su dirigencia política ha tenido varias veces la manía por apropiarse de lo ajeno en forma compulsiva, sea por un Decreto de Necesidad y Urgencia, sea por la vía legislativa.
La tasa de interés tiene cuatro componentes, y cada uno de ellos es algo que pide quien tiene ahorros (ingreso no consumido) a cambio de prestárselos a alguien
Los puntos 2 y 4 están ligados directamente a las políticas públicas. Si uno vive en un país con fuerte tradición inflacionaria y devaluatoria, el punto 2 hace subir la tasa de interés de mercado por sobre los estándares internacionales. Por otro lado, si sus gobernantes confiscan sistemáticamente los depósitos y castigan impositivamente al que tiene rentas, es decir, un país en el cual los derechos de propiedad son débiles, entonces, por el punto 4 la tasa de interés crece a un más. Y si ese país tiene una dirigencia política exageradamente demagógica que no respeta en absoluto los derechos de propiedad, el punto 4 tiende a ser imposible de calcular.
Dicho en otras palabras, se llega a un nivel en el cual no existe una tasa de riesgo institucional lo suficientemente alta que compense el riesgo de prestar bajo las condiciones políticas imperantes.
Un país como la Argentina, plagado de demagogia populista y con derechos de propiedad sumamente débiles, hace que sean muy pocos los que estén dispuestos a volcar en el mercado local sus ingresos no consumidos (ahorro) para transformarlos en créditos de largo plazo. El crédito es escaso y caro porque el componente 4 comentado más arriba de la tasa de interés hace que sea riesgoso prestar bajo la legislación nacional.
Menos consumo e inversión
La escasez de ahorro y el alto riesgo institucional elevan tremendamente la tasa de interés hasta volverla incompatible con cualquier proyecto de inversión.
Por otro lado, las altas tasas de interés, fruto del riesgo institucional, determinan que el crédito para el consumo también sea caro para el tomador.
En consecuencia, con escaso ahorro para financiar el consumo y la inversión, los argentinos se manejan prácticamente sin crédito, lo que quiere decir que no existe la posibilidad de encarar proyectos de inversión y de consumo de largo plazo.
La escasez de ahorro y el alto riesgo institucional elevan tremendamente la tasa de interés hasta volverla incompatible con cualquier proyecto de inversión
Como hay poco ahorro, también hay poco crédito. Y como hay poco crédito a tasas pagables, la tasa de inversión es reducida, con ello la posibilidad de creación de puestos de trabajo es muy limitada. Y como el stock de capital por cada trabajador es bajo, la productividad de cada trabajador es muy baja. Esto significa que la oferta de bienes y servicios es mínima. Y como la oferta de bienes y servicios es reducida, la calidad de vida de la población es baja.
La gigantesca confiscación de ahorros que lideró el presidente Eduardo Duhalde en 2002 para complacer los deseos devaluatorios de algunos empresarios corruptos, vengarse ideológicamente de los ‘90 y alegrar a una dirigencia política inepta no afectó solamente el futuro de los ahorristas que se vieron perjudicados, sino que comprometió dramáticamente el futuro del país, porque con semejante antecedente tendrán que pasar décadas hasta que la gente vuelva a confiar en el país para volcar sus ahorros en el mercado interno.
Es así como la ausencia de instituciones eficientes y la sobreabundancia de falta de límites al poder del gobierno crean un contexto de incertidumbre tal que hacen inviable un crecimiento sostenido de la Argentina. Una vez más, vale la pena recordar que la larga decadencia argentina no es solamente económica, sino que es, esencialmente, instituciona, que a su vez son hijas de los valores que imperan en la sociedad.