Milei, la Antártida y el futuro

Tiene el Presidente la oportunidad de hacer una contribución muy importante a la historia, de la que todos estemos orgullosos, y que sea continuada por la próxima generación

El Presidente se reunió con autoridades de la estación científica

El Presidente Javier Milei, a menos de un mes de iniciada su presidencia, envía un potente mensaje a propios y extraños, viajando nada menos que a la Antártida, antes incluso de inaugurar varios indispensables viajes internacionales de envergadura que tendrá en 2024. Y lo hace junto a una parte muy importante de su equipo: su hermana Karina, Secretaria General de la Presidencia; la Canciller, Diana Mondino; el Ministro del Interior, Guillermo Francos, y el Ministro de Defensa, Luis Petri. Y acompañando a la Canciller, otra funcionaria clave: Paola Di Chiaro, Secretaria de Malvinas, secretaría de estado que también tiene jurisdicción sobre temas antárticos y del océano Atlántico.

La Antártida se está convirtiendo en un tema de creciente importancia en el momento geopolítico presente y futuro. Las grandes potencias, Estados Unidos y China a la cabeza, y Rusia también, crecientemente proyectan una relación de competencia creciente y probablemente de cooperación declinante también sobre la Antártida.

Todos se posicionan para un caso eventual en el que no se prorrogue el Tratado Antártico vigente, firmado 1 de diciembre de 1959. Ese Tratado contuvo temporalmente los múltiples reclamos de soberanía. Sobre el sector antártico que reclama nuestro país, que llega al Polo Sur - que es la base de la idea de país bicontinental - también se sobreponen los reclamos del Reino Unido y de Chile. Ya hay más de 50 bases en la Antártida. La explotación minera y de hidrocarburos está por el momento prohibida, pero eso podría violarse por cualquier potencia, o no renovarse la prohibición cuando venza.

Argentina, junto a Chile, son los países más cercanos, con Ushuaia y Punta Arenas, pero también las Malvinas y hasta Capetown en creciente puja por ser “la puerta de entrada” a la Antártida, como mínimo a la península antártica (servicios de apoyo, turismo, etc.).

Hay una conexión geoestratégica entre la Antártida, las Islas Malvinas y los demás archipielagos que pertenecen a la provincia de Tierra del Fuego, el estrecho de Magallanes y el estrecho de Drake, pasos entre los océanos Atlántico y Pacífico. Además de ejercicios teóricos estratégicos y logísticos permanentes, la reciente crisis hídrica del Canal Panamá volvió a poner en relieve la relevancia de estos pasos interoceánicos.

El 18 de septiembre pasado, Argentina y 32 países (incluído el Reino Unido) firmaron la Partnership for Atlantic Cooperation, y su Plan de Acción, iniciativa multilateral liderada por Estados Unidos. A su vez el presidente chileno Gabriel Boric, se esfuerza por lograr para su país la Secretaría Ejecutiva del Biodiversity Beyond National Jurisdiction (BBNJ, también, de 2023, ya firmado por un número muy importante de países), proponiendo a Valparaíso como sede. Océanos es a la vez un tema clave en la segunda presidencia del presidente de Francia, Emmanuel Macron.

Los antecedentes de la larga presencia antártica argentina son muy importantes, solo baste recordar algunos de ellos: la navegación en aguas antárticas y los avistamientos de las naves del Almirante Guillermo Brown; el histórico rescate de la Corbeta Uruguay de la expedición sueca de Otto Nordenskjӧld (1903); la primera base habitada permanentemente en Antártida, en las Islas Orcadas, desde 1904, bajo la administración del presidente Julio Argentino Roca; la expedición del General Jorge E. Leal al Polo Sur (1965); el primer vuelo transantártico (llamado “transpolar”) en el Hércules T-66 a New Zealand y Australia (1973).

Debemos recordar también que Buenos Aires es la sede de la Secretaría del Tratado Antártico (decisión de 2001), el precario pero indispensable régimen internacional que se ocupa sobre la Antártida, realizando innumerables tareas, entre ellas dar soporte a las importantísimas reuniones consultivas.

En la Base Esperanza conviven heroicas familias argentinas, la escuela Presidente Alfonsín, y una radio. Inclusive han nacido argentinos en ella y se han celebrados casamientos, asentados en su Registro Civil, y el Correo Argentino también está presente. Y en todas nuestras bases, las permanentes y las que se habilitan solo para la Campaña Antártica de Verano (CAV), se desarrolla una presencia soberana y a la vez de enorme alcance científico internacional, respaldadas en este viaje por la importante presencia del presidente del Conicet.

A pesar de ser tan diferente a las regiones del Ártico (Antártida, no por casualidad, etimológicamente es “anti-Artico”), el pensamiento, la doctrina y la praxis desarrollada para este ámbito, termina desplegándose en la Antártida, muchas veces sin ni siquiera ser adaptadas. Son las potencias del norte, con esa intensa vivencia y experiencia ártica, las principales redactoras del régimen internacional antártico.

Hay que tener siempre un ojo en el Ártico para avizorar posibles claves del futuro antártico, en el que debemos tener un rol constante, singular y decisivo. Lo que pasa y pase en la Antártida no es una cuestión abstracta, tiene y tendrá repercusiones para nuestros compatriotas en el territorio continental.

La visita del Presidente por el continente blanco

La Antártida guarda también muchos de los secretos que el ser humano necesita develar sobre el clima mundial. Incluso ya, muy concretamente para Argentina, una onda frío polar detectada por los científicos del Sistema Meterológico Nacional (SMN) en la Antártida permite anticipar unos tres días una helada destructora de las vides de la provincia de Mendoza. Hay que señalar también la presencia relevante, junto a la comitiva presidencial, de Rafael Grossi, destacado diplomático argentino, que preside en un momento mundial muy delicado, un organismo multilateral de enorme importancia, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), con sede en Viena. Milei y su Canciller toman el liderazgo en un tema ambiental muy significativo: la polución de micropartículas plásticas, onmipresentes en todos los ámbitos, incluidos la Antártida y los océanos.

Esta larga, sacrificada e histórica presencia argentina en la Antártida ha requerido, requiere y requerirá, un considerable esfuerzo que debemos sostener. Nuestras bases permanentes y transitorias, nuestros viejos hércules C-130 que mantienen el puente aéreo vital, las escuadrillas de helicópteros, el fundamental rompehielos Almirante Irizar, el futuro buque polar que se diseña conjuntamente con Finlandia, y hasta el uso de las órbitas de satelitales polares (clave para la Argentina) constituyen un despliegue y tecnológico humano altamente capacitado que hay que mantener, mejorar y planificar a futuro. Una pieza muy importante es completar la Base Petrel, que se transformará cuando esté lista en una avanzada logística integrada y moderna con acceso aéreo y naval integrado, que abrirá importantes oportunidades para el país.

Tiene el Presidente y su equipo una oportunidad de hacer una contribución propia, múltiple y muy importante a la historia destacada de una política de Estado sobre la Argentina y la Antártida, de la que todos estemos orgullosos, y que sea continuada y enriquecida un día por la próxima generación.