Las razones del miedo a que Milei “se la ponga de sombrero”

Crecen las preocupaciones o los reparos entre analistas y empresarios que no tienen nada contra el Presidente, y menos contra su mirada de la economía. Pero advierten que el gobierno se desplaza por un terreno muy peligroso

Javier Milei, en una presentación de su plan para dolarizar y bajar la inflación (imagen de archivo)

“Debería ser considerado traidor a la Patria aquél que te dice que está todo bien a sabiendas de que te la ponés de sombrero”.

Cristian Buteler es un experto en finanzas. Tiene alrededor de 40 años. Es un apasionado hincha de River y un fervoroso defensor de la necesidad de un cambio de esquema económico guiado por las ideas liberales. Esas razones lo llevaron a anunciar, antes del ballotage, que votaría a Javier Milei. La máxima con la que empieza esta nota fue escrita por él y podría aplicarse a cualquier gobierno en cualquier lugar en cualquier época. Siempre, alrededor de los presidentes, florecen los especuladores que les dicen que todo está bien. Los otros, los que plantean reparos o riesgos, son molestos, interfieren en la gestión y suelen ser desplazados. Por eso, los incentivos juegan a favor de los complacientes. Pero Buteler no difundió esa línea como una reflexión universal. La escribió —y fijó en su cuenta— en estos días, cuando el presidente justamente es Javier Milei, a quien él mismo votó.

Basta leer algunos de sus otros tweets para percibir de dónde surge su preocupación. Buteler ha advertido, en los últimos días:

— ”Cuando todos los precios que dicen estar atrasados se recompongan, lo que va a quedar atrasado será el dólar oficial. Ahí se vuelve a devaluar y arrancamos otra vez”.

— ”En la primera semana del año (4 días) el MEP subió 11% y el CCL 18%. La brecha que tocó un mínimo de 11% el 27/12 hoy terminó en 38%. Una tasa del 9% mensual contra una inflación del 25/30% no te deja otro camino que no sea pasarte a dólares”.

— ”El Tesoro tiene que pagar distintos vencimientos en dólares, para ello le saca los dólares al BCRA y le da una letra intransferible (cheque volador). De esa forma cancela la deuda en u$s y las reservas no bajan (Contablemente baja cash en u$s sube documentos a cobrar)”

— ”Sacarle dólares al BCRA con una letra intransferible estaba mal cuando lo hacía Cristina, cuando la hacía Macri, cuando lo hizo Alberto y ahora que lo hace Milei”.

— ”La independencia del BCRA, algo que tanto se reclama, queda para otro momento”.

Uno de los elementos más interesantes del debate público que se produce en estos días está reflejado en esa anécdota: muchas personas como Buteler –es decir, votantes de Milei en alguna de las tres elecciones— advierten que el gobierno se desplaza por un territorio muy peligroso. En su marcha incesante, a la desastrosa herencia recibida el gobierno libertario le suma una dosis de mala praxis, otra de improvisación, un poco de voluntarismo y, sobre todo, la aplicación de medidas muy extremas sobre una realidad sectorial que tal vez no conozcan demasiado. Claro, también están los otros: los que cierran filas por conveniencia, los que creen honestamente que todo está bien, o los que prefieren no decir lo que piensan para “no hacerle el juego al kirchnerismo” o dañar a su querido líder. Es una dinámica muy tradicional.

A diferencia de Milei, Gustavo Lazzari tiene méritos genéticos que muy pocos liberales pueden exhibir. Es —nada menos— el hijo de la célebre Lita de Lazzari, esa señora que conducía una agrupación de consumidores en los noventa. Lita, que se hizo famosa gracias a Bernardo Neustadt, aquel periodista tan histriónico y conservador que marcó una época. A lo largo de los ochenta, Neustadt intentaba explicar lo mismo que Milei ahora: que la inflación era producto de la emisión, que a su vez era consecuencia del déficit fiscal y que por eso había que achicar el Estado y retirarlo de su rol regulador. Uno de sus recursos para que el mensaje llegara fue inventar el personaje de “Doña Rosa”. Le hablaba a una “doña Rosa” ficticia, que se hizo popular. Lita era la corporación de ese personaje.

Gustavo, su hijo, es un empresario de chacinados —dirige la empresa familiar que lleva sesenta años— y un liberal absolutamente convencido. “Liberal posta” es, como se define, en las redes sociales. Esta semana, Lazzari estaba irritado con las empresas petroleras por la violencia con la que subían los precios.

Escribió: “Ojo con petroleras y privatizadas El gusano corroe desde adentro. Son más peligrosos que los piedrazos de Grabois. No es ajuste. Atentan contra la reforma”.

Y, por si no quedara claro: “Amigo Shell, Axion, YPF, de onda. Van a llegar a cobrar el combustible a precios sostenibles en línea con los internacionales... no hay dudas Pero no mates la reforma antes de nacer. No es por mi bolsillo, es por tu sustentabilidad, Largá el habano y pensalo, cheto descallejado. Los enemigos de la reforma no son los nostálgicos del Muro que tiran piedras y hacen cantitos faltos de rima y métrica. Los enemigos reales de una reforma competitiva son los que sentados en una mesa, siempre sobra una silla. La competencia es terreno de pymes no de estos muñecos”.

Consultado acerca de si el Gobierno no tiene alguna responsabilidad en esos aumentos, Lazzari dijo, sutilmente: “Yo hubiera hecho una llamada”.

La preocupación de Lazzari surge de un punto muy sensible que es observado por los actores más experimentados de la economía. Si un Gobierno devalúa violentamente genera, en lo inmediato, mucho dolor. Pero si, además, los precios rápidamente consumen la ventaja obtenida por la devaluación, la medida no solo es dolorosa sino también inútil. Los aumentos de combustibles, prepagas y de todos los precios de la economía, sin que el Gobierno haga ni siquiera “una llamada”, tal vez conspiren contra la lógica interna de las medidas oficiales. En ese caso, como ha dicho Buteler, “ahí se vuelve a devaluar y arrancamos otra vez”. Pero desde más atrás.

Esta misma semana, Lazzari se sumó a una convocatoria para defender la reforma laboral que propone el Gobierno. Sin embargo, al mismo tiempo, señaló un problema serio. Esa reforma modifica el régimen de indemnizaciones. Hasta ahora, el empresario debe pagar un monto en relación a la antigüedad del trabajador solo en el caso de que lo despida. Si el DNU no es rechazado, se impone el régimen de mochila indemnizatoria. Cada empleador debe depositar en una cuenta cada mes un 8 por ciento del salario de todos sus trabajadores, que no se descontará del mismo. El día que el trabajador es despedido o decide irse se lleva esa plata. “Hace sesenta años que mi familia tiene una empresa. Casi no hemos despedido gente. ¿Por qué me obligan a aumentar un 8 por ciento la masa salarial, pagando indemnizaciones a gente que no voy a despedir? Eso lo hizo alguien que no entiende y daña muchísimo a las pymes, que ya atraviesan una situación difícil”.

Hay más historias similares.

Nicolás Gadano fue gerente general del Banco Central en el último año de Mauricio Macri y, antes, jefe de Gabinete del Ministerio de Economía. Suele definirse a sí mismo como “un fiscalista”. Ha escrito, además, libros muy documentados sobre la historia del petróleo en la Argentina. Esta semana hizo varias advertencias sobre la política energética puesta en marcha por el gobierno nacional. “Era inevitable y es correcto corregir los precios de los combustibles. Con los precios de la nafta del gobierno anterior no solo subsidiamos el consumo interno sino también el de países vecinos, venían a cargar nafta a la Argentina. Pero si la gente va a hacer el esfuerzo de pagar un aumento importante en el combustible, algo de esa suba podría haber ido en impuestos para fortalecer la recaudación del Estado”.

No se trata de un tema menor. Durante 2023, el gobierno anterior resignó recursos fiscales por 2700 millones de dólares, a cambio de que las petroleras no subieran el precio de la nafta en tiempos electorales. Ahora que liberan ese precio, y en un contexto donde “no hay plata”, ¿no correspondería reponer ese impuesto? ¿Cómo se entiende que no lo hagan, cuando hace falta tanto dinero? ¿No complica eso el frente fiscal, y por lo tanto la confianza, y por lo tanto la estabilidad del plan?

Pero Gadano hizo una advertencia más, muy relevante. “Vender las acciones de YPF no tiene sentido”, señaló. En sus redes sociales, citó una declaración de Horacio Marín, el nuevo titular de esa empresa, “YPF es la argentinidad al palo”, dijo Marín. “¿Y si sacamos a YPF de la lista de empresas privatizables del megaproyecto de ley y lo dejamos trabajar tranquilo?”, se preguntó Gadano.

Estas son solo algunas preocupaciones de personas que no tienen nada contra Milei, y menos contra su mirada de la economía. Hay muchas otras, como la reacción del gobernador de Chubut, Ignacio Torres, y del intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro, ambos del PRO, ante la perspectiva de que las reformas en el sector pesquero produzcan la destrucción innecesaria de 30 mil puestos de trabajo y resignen divisas indispensables. ¿Cuántas más barbaridades habrá en ese megadecreto y en esa megaley que pretenden aprobar sin que nadie tenga tiempo para mirar demasiado?

Hay otras cuestiones que, en general, no son tan tenidas en cuenta por los ortodoxos. Durante todo el mandato de Alberto Fernández el salario real de los trabajadores formales aumentó un 0,2 por ciento. Casi nada. Pero, aun así, ese resultado es infinitamente más respetable que lo que vino antes y después. Durante los 4 años de Mauricio Macri bajó un 15,8. En un solo mes de Milei, cayó un 13 por ciento. En esa área, Milei cumplió los sueños de Macri: hizo lo mismo pero más rápido. Muchísimo más rápido, en realidad: a una velocidad 40 veces mayor. ¿Será inteligente someter a tanta gente a eso?

Es lógico que, al mirar todas las objeciones, alguien pueda llegar a conclusiones diversas: se trata de errores puntuales en medio de una revolución que va en el sentido correcto, o bien los argentinos estamos siendo sometidos a un extraño experimento donde el dogma no contempla la complejidad de la realidad que pretende transformar. Es una distinción importante. Para dirimirla, el sentido común sugiere que, salvo en las cuestiones especialmente urgentes, tal vez sea inteligente discutir cada una de las reformas, convocar a especialistas, escuchar a los actores de cada sector.

Nadie puede dudar de la erudición, talento, sabiduría e inteligencia de Federico Sturzenegger, esa especie de Leonardo Da Vinci nativo. Pero ni siquiera alguien tan dotado debería decidir por sí mismo tantas modificaciones a la vida de los argentinos.

Mientras tanto, la realidad empieza a complicar la marcha de la revolución. En aquellos días en los que Luis Caputo anunció la devaluación, y luego el Presidente presentó el DNU, varias preguntas ordenaban el debate sobre el futuro del país. ¿El traspaso a precios de la inflación obligará al Gobierno a volver a devaluar o será más limitado por los efectos de la recesión? ¿El ajuste de gastos conseguirá el equilibrio fiscal o la recesión afectará los ingresos y entonces habrá sido inútil? Y, luego, ¿el método del DNU para modificar todo lo existente, sería legal y políticamente viable?

En los últimos días, pasaron cosas que ponen en duda que la respuesta a esas preguntas sean las que imaginaba el Gobierno. A algunos jueces se le ocurrió la extraña idea de que un presidente no puede hacer cualquier cosa por decreto porque la democracia establece ciertos límites. Algunos inversores consideraron que no tienen dónde poner sus pesos sino en los dólares paralelos y la brecha ha comenzado a subir: del 11 al 38 por ciento en pocos días. Es injusto atribuirle a Milei los efectos de una corrida que empezó en marzo del 2018 y todavía no paró. Pero esa corrida puede complicarlo mucho. A él y a todos.

Nadie está a salvo del riesgo de ponérsela de sombrero. Mejor contemplar que esa es una alternativa con altas probabilidades de producirse.

No sería la primera vez que ocurre, en este país condenado a tropezar mil veces con la misma piedra.