De apagar incendios a construir el futuro

No estamos condenados al éxito ni al fracaso. Estamos en un laberinto, producto de años de estancamiento, despilfarro y falta de estrategia, pero tenemos arreglo. Hay que establecer prioridades dentro de un enfoque estratégico que le dé un propósito a nuestra sociedad

Luis Caputo y Santiago Bausili. ministro de Economía y presidente del Banco Central (Maximiliano Luna)

Gobernar es establecer prioridades dentro de un enfoque estratégico que le dé sentido de propósito a nuestra sociedad. Esto se ve aún más claro en nuestro país, donde los argentinos necesitamos tener un horizonte común, un lugar al que aspiramos llegar de manera individual y colectiva. En este contexto, asume el presidente Javier Milei, enfrentando una situación crítica.

Las medidas que se han puesto en marcha en estos últimos días son de urgencia, para evitar la espiralización inflacionaria, con una mirada que solo alcanza a doce meces vista. Sin embargo, con el fin de generar las certezas que los argentinos necesitamos, es preciso un enfoque superador mediante un programa de estabilización y crecimiento sustentado en leyes que le den legitimidad y predictibilidad, al ser aprobadas por el Congreso.

La clave para generar un proceso de desarrollo que nos encamine hacia el futuro es tener un adecuado análisis de las tendencias y actores internacionales. De aquí surgen con mucha claridad las oportunidades que el nuevo paradigma mundial nos presenta.

El intenso ajuste fiscal planteado por el gobierno, de 5,1 puntos del producto bruto interno (debido a una combinación 60% por el lado del gasto y 40% por el lado de los ingresos) así como también las medidas para apuntalar la caja en dólares del Banco Central tienen el foco en el corto plazo. Los principales riesgos que enfrenta este esquema son tres:

a) El efecto en la dinámica y la indexación de precios.

b) La velocidad de acumulación de reservas internacionales y sus efectos sobre la brecha cambiaria.

c) En un marco de caída del poder adquisitivo en los últimos seis años, el deterioro de la situación social marcará el pulso de los próximos meses.

La evolución de estas tres variables será determinante para la suerte de dichas medidas. En particular, resulta imperioso en los próximos días recalibrar la cantidad de pesos y dólares que circulan por nuestra economía. Un simple ejercicio de análisis dinámico del balance del Banco Central, nos muestra que la relación pasivos monetarios/reservas internacionales daba una brecha del 0% el 1/1/2010, cuando solo existía un único tipo de cambio, mientras que hoy ese ratio se encuentra en un 98%. Es decir que la tensión cambiaria sigue presente. Para superar esta situación, es preciso tener un abordaje semejante al que tuvimos con mi equipo durante la crisis financiera internacional de 2008-09. En esa instancia, trabajamos en todos los frentes, brindando liquidez al mercado de dólares y pesos para garantizar la estabilidad cambiaria. Así cuando comenzamos nuestra gestión al frente del Banco Central en septiembre de 2004, el dólar se aproximaba a los 3 pesos y cuando finalizamos en enero de 2010, la cotización era de 3,8 pesos. Eso es brindarle tranquilidad cambiaria a la población.

En el presente paquete de medidas subyace la idea de pasar el verano con el adelanto de exportaciones, incentivadas por un tipo de cambio atractivo y con pagos de importaciones con cuentagotas. Así, se busca alcanzar un superávit cambiario que permita recomponer las reservas, habida cuenta de la muy escasa caja en dólares (reservas internacionales netas negativas por más de 11 mil millones de dólares). Vale mencionar que el balance comercial se recompondrá en 2024, vía recuperación post sequía y una baja de las importaciones por menor actividad económica. De este modo, se busca impulsar tanto la liquidación de exportaciones como las colocaciones en pesos para capitales que aprovechen la circunstancial ganancia de tasas de interés en moneda local y a su vez demorar pagos de importaciones por unos meses, para evitar la estacionalidad del comercio exterior, a la espera de la llegada de la cosecha gruesa.

En este contexto resulta positivo que nuestra sociedad haya comprendido que el ordenamiento de las cuentas de la administración pública debe ser un medio pero no un fin, para un país que carece de crédito en todo sentido. El fin no puede ser el ajuste de la clase media, un emblema de la sociedad argentina.

A partir de aquí tenemos que ir por más. Nuestro país necesita un enfoque estratégico que impulse el desarrollo individual y social sostenido por tres pilares fundamentales: un plan integral con una visión abarcativa de la problemática económico-social, un equipo profesional e integrado, con capacidad de ejecución y leyes como las que se detallan a continuación.

1- Ley de estabilización macroeconómica que desindexe todos los incisos del presupuesto nacional con un horizonte de cuatro años, reduciendo a la mitad la nominalidad de su crecimiento, en cada uno de los períodos parlamentarios, junto con rendición de cuentas trimestrales de cada ministerio a una comisión bicameral, formada con la finalidad de realizar un firme control de gestión. Este sendero debe concluir con un incremento del gasto de un dígito en 2027.

2-Reforma de la Administración Pública. Revisión una a una de cada repartición del Estado, tanto centralizada como descentralizada, con un criterio de presupuestación base cero, es decir justificando cada uno de los gastos, sin tener en cuenta criterios históricos.

3-Ley de Modernización Tributaria y Laboral que amplíe la base imponible, disminuya la informalidad, simplifique la multiplicidad de tributos, para de esta forma bajar la carga impositiva.

4-Ley de desarrollo exportador que elimine toda restricción o cupo a nuestras ventas externas.

5-Ley nacional de infraestructura que establezca las obras necesarias para la integración productiva del país, a ser financiadas por organismos multilaterales de crédito durante el periodo 2024-34.

6-Ley de Energía y Minería. Teniendo en cuenta dos megatendencias globales que tales como, la transición y la seguridad energética, establecer la libre disponibilidad de divisas aplicable a un porcentaje de las exportaciones de estos sectores. Si además estas inversiones se realizan en el marco de acuerdos país-país gozarán del mismo nivel jurídico de la Constitución Nacional.

7- Nueva Carta Orgánica del Banco Central que elimine el financiamiento al Gobierno y garantice la independencia de sus directores, a través de la obligatoriedad de estar aprobadas por el Senado de la Nación.

Si nos animamos a más, y somos capaces de pensar en las generaciones venideras, debemos establecer una ley de innovación productiva, una ley de empleo Pyme, un acuerdo federal de armonización impositiva, una política agresiva de apertura de nuevos mercados con acuerdos internacionales estratégicos, entre otros.

Es necesario balizar el camino del progreso y del futuro, y empezar a recorrerlo juntos, sabiendo que será difícil, pero posible con un enfoque sincrónico de estabilidad y desarrollo.

Debemos entenderlo de una vez: no estamos condenados al éxito ni al fracaso. Estamos en un laberinto, producto de años de estancamiento, despilfarro y falta de estrategia, pero tenemos arreglo. Si tomamos las riendas de nuestra realidad dejando de apagar incendios y asumiendo el comando de nuestro futuro. Argentina está primero.