Realpolitik o cuando realidad mata relato

La falta de inteligencia estratégica nacional le ha impedido al presidente argentino tener en claro que la apuesta por Zelensky no influye sobre la política de los EEUU

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Javier Milei se reunió con Volodimir Zelenski
Javier Milei se reunió con Volodimir Zelenski

La intensificación de la guerra cognitiva puede modificar la percepción masiva de la realidad, pero no puede cambiar la realidad cuando los actores que se enfrentan en un conflicto ponen todos sus factores de poder en juego, sean éstos materiales (económicos o militares) o los psico-sociales (patriotismo, nacionalismo, religión, identidad nacional, y otros). Los algoritmos hacen su trabajo segmentando a las poblaciones según sus “sesgos de confirmación”, pero, a pesar de ello, la realidad, a la larga se impone sobre la desinformación.

En Occidente estamos bombardeados por las noticias que nos informan sobre las bondades y avances de los “buenos” (Ucrania e Israel) y las barbaridades irracionales que cometen los “malos” (rusos y palestinos), sin analizar los hechos en forma objetiva; simplemente es propaganda. No se me escapa que, del otro lado del mostrador, se muestra todo en forma recíproca; los “buenos” y los “malos” son los respectivos opuestos. La pura realidad objetiva no existe; estará siempre sujeta a las pasiones humanas y es inevitablemente subjetiva. Pese a ello, las relaciones entre países necesitan imperiosamente análisis objetivos que vayan guiando los respectivos intereses en juego, intentando sacar conclusiones que iluminen el camino hacia mayores estadios de paz; así se ha hecho siempre y si así no se hiciese, el mundo sería una carnicería invivible. Clarificar la realidad se hace necesaria. Nadie escapa finalmente de la “realpolitik”.

Esta introducción viene a propósito de los acontecimientos de índole geopolítica que está generando el nuevo gobierno del presidente Javier Milei (JM). Cuando se actúa con criterios ideológicos y no del interés nacional, comienzan los problemas. Ya lo había practicado intensamente el kirchnerismo, tanto Néstor como CFK, creyendo erróneamente que se avecinaba el fin del “imperialismo yankee”; se enamoraron del auge chino y de las sutilezas con que los rusos se manejan en un terreno bien conocido por ellos, Venezuela y Cuba. Dichas creencias personales aplicadas a políticas de estado complicaron la situación nacional, impidiendo aprovechar la dialéctica geopolítica a favor de obtener ventajas relativas para nuestro país. El mismo pecado ideológico cometió Mauricio Macri, creyendo equivocadamente que las relaciones empresariales internacionales abren las puertas de los intereses nacionales; grave error que derivó en un préstamo desproporcionado a las necesidades nacionales (aunque provechoso para sus amigos del mundo financiero). Se sabía desde la época de Martínez de Hoz, que hay que evitar las deudas externas y los préstamos atados a las jurisdicciones judiciales extranjeras. También Kicillof debería estudiar más este tema y no teorizar como profesor universitario.

El presidente MIlei ha dicho reiteradamente que nunca negociará con gobiernos “comunistas y corruptos”, y sólo tendrá relaciones con gobiernos democráticos, dejando a salvo que los privados pueden hacer libremente lo que les plazca. A partir de allí y luego de ganar el balotaje, sus ministros comenzaron a “interpretarlo” con versiones más edulcoradas. Ahora que comienza a gobernar vemos que hay “nuevas versiones”. Envía una carta a Xi Jinping para poder conseguir con urgencia el desembolso del swap chino, y sugiere una futura entrevista personal. Los chinos son pacientes y sonríen, pero no olvidan. Creo que JM aún no los conoce y sus asesores tampoco. Otro punto álgido de la geopolítica mileísta es el muy cálido recibimiento de Zelensky, dando a entender un alineamiento automático con EEUU. Se ha filtrado una posible donación de dos helicópteros Russian Mi-171 pertenecientes a nuestra fuerza aérea, usados principalmente en nuestras operaciones antárticas. Si esto se concretara implicaría romper la neutralidad frente al conflicto NATO-Ucrania-Rusia. Serguéi Lavrov, advirtió que los países occidentales que apoyan a Ucrania se están convirtiendo en parte del conflicto y cualquier cargamento con armas para Kiev pasará a ser un blanco legítimo para las FFAA rusas. Los rusos son también pacientes y no olvidan. Otro punto que podría ser altamente problemático sería el eventual traslado de la embajada en Tel Aviv a Jerusalén. Ya tenemos amargas experiencias de haber sido socios extra OTAN en las aventuras petroleras de Bush & Co. El haber ordenado votar abstención, junto con Gran Bretaña, una resolución de la ONU para el alto el fuego en Gaza, tampoco ayuda.

El espectro del conflicto de Malvinas subyace solapada e indirectamente en todas estas acciones, como indicando un camino de sumisión definitiva, lo cual afecta aún más nuestras estrategias a largo plazo. Lamentablemente todas estas decisiones están basadas en criterios ideológicos personales, que nunca podrían alegarse que “fueron votados en el balotaje” para impulsarlas como política de estado. Siempre hemos indicado que los sucesivos gobiernos nunca han basado sus decisiones en un análisis de inteligencia estratégica, como corresponde a cualquier país serio. Hasta el mismo gobierno de Biden actúa con sumo sigilo y pone poco énfasis en su obvio apoyo a Milei. La delegación envíada el 10/12 no fue de alto nivel político.

Como apoyatura de lo dicho precedentemente, resulta interesante repasar la situación real de Zelensky y Ucrania. Según nos informa el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, la contraofensiva ucraniana, que avanzó y retrocedió sólo muy pocos kilómetros dentro de las líneas defensivas rusas, teniendo que soportar innumerables bajas, fracasó por completo. Concluye que “tenemos que estar preparados para recibir malas noticias”. Le faltó indicar que Ucrania perdió un 40% de sus FFAA (ha muerto toda una generación de hombres), que le es ya muy difícil reponerlas. Los voluntarios ucranios que se presentaron para defender a la patria están exhaustos, heridos o muertos. Muchos de los que deberían reemplazarlos, luego de casi 2 años de guerra, prefieren no hacerlo. El gobierno de Zelensky ha intensificado las acciones para llamar a filas, incluso bajo amenaza de prisión, a varones entre los 27 y los 60 años, pero la desmotivación de buena parte de la población, que no quiere seguir la guerra, complica la situación del lado ucraniano. Muchos repudian la dicotomía entre la vida casi normal que se ve en ciudades como Kiev, alejadas del frente de combate, mientras que en las zonas de conflicto solo se observa destrucción, dolor, heridos, muerte. Las citaciones para incorporarse a la milicia están centralizadas por la administración civil y su rechazo reiterado abre instancias judiciales, con penas de 2 a 5 años. Pero si esto sigue así podría terminarse la fase de la “movilización de tono amable”. Zelensky está perdiendo atención mundial, luego del ataque terrorista de Hamas. El apoyo de Europa entró en fase crítica. Su popularidad está en caída libre en Ucrania y los soldados ucranianos no lo ven con cariño, porque sienten que sus impulsos guerreros son más personales que patrióticos. Su supervivencia política ha comenzado a estar en riesgo.

Tampoco la esperada gran caída de la economía rusa no ocurrió, como suponía todo Occidente. Fue más grave la contracción durante la pandemia que por las sanciones occidentales. En 2022 se contrajo 2,1%, pero en el 2023 volvió a crecer, probablemente al 3%. Por el contrario, la economía alemana sigue contrayéndose y la desindustrialización continúa; haber roto con las fuentes de energía rusas está provocando que la economía alemana pierda competitividad. Las cosas no pintan mucho mejor en la zona del euro y la UE.

En resumen, en el futuro previsible Ucrania quedará devastada; su poderío agrícola vendido a las multinacionales occidentales; su guerra “proxy” será un sacrificio inútil. Se necesitan urgentemente iniciativas diplomáticas.

Volviendo al análisis para buscar indicios del futuro ucraniano señalamos que Zelensky viajó de Buenos Aires directamente a Washington para reunirse con las autoridades ejecutivas y del Congreso norteamericano para ver cómo podría proseguir la guerra. Sus resultados fueron muy pobres en oposición a lo ocurrido un año atrás. Sin apoyo norteamericano la guerra se terminaría rápidamente y un colapso prematuro ucraniano llevaría a sus vecinos occidentales (Polonia, Hungría, Rumania) a plantear sus históricos reclamos territoriales porque fueron despojados por Stalin, quien se los cedió a Ucrania. Todo indica que va a proseguir el sostenimiento financiero de EEUU, pero sólo para mantener el estado de guerra y las fronteras actuales; es decir una guerra defensiva, centrada en conservar el territorio y en incrementar su propia producción de armas a lo largo de 2024, lo cual garantizaría que Kiev pueda repeler cualquier nueva ofensiva rusa. Es decir, se proveerán sistemas de armas para impedir las incursiones profundas de los rusos en territorio ucraniano; no armas ofensivas para reiniciar, luego de pasado este nuevo invierno, una contraofensiva hacia los territorios ya perdidos. Estas nuevas iniciativas se harán con supervisión directa en el terreno de altos mandos militares norteamericanos en orden a evitar los actos de corrupción, como se denunció en el senado norteamericano y para amortiguar el conflicto entre Zelensky y su principal comandante militar, el carismático general Valery Zaluzhny, quien declaró que “la guerra está estancada”.

Los objetivos de EEUU son bien claros al enviar cierta ayuda a Ucrania: mantener ocupada a Rusia en una guerra prolongada que implique continuos gastos de defensa y no expansión económica; necesita demorar cualquier desenlace porque no tiene aún un reemplazante para ocupar el trono de Kiev (teóricamente habría elecciones en marzo 2024), que permita negociaciones decorosas para terminar la guerra; además durante el 2024 EEUU estará muy ocupado en tareas políticas internas, ya que habrá elecciones en noviembre 2024 (Biden, Trump u otro); por último y tal vez lo más importante, EEUU necesita demostrarle a Europa y sus aliados asiáticos que sigue liderando a Occidente y que no se refugiará en la isla americana, soltando a Eurasia. No puede repetir una retirada como la de Vietnam, Irak o Afganistán. La guerra debe continuar, aunque sea con la modalidad de “mantener y construir”. Bastante ruido ya hace el conflicto Israel-Palestina.

En resumen, la falta de inteligencia estratégica nacional le ha impedido al presidente argentino, independiente de sus opiniones ideológicas personales, tener claro que la apuesta a Zelensky era un tema irrelevante y que no influye sobre la política de los EEUU.

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