El ministro Caputo anunció durante la semana un shock fiscal de una magnitud inédita para la Argentina.
El objetivo de este programa fiscal extremo de emergencia es evitar la hiperinflación que pronosticó el presidente Milei para los próximos meses.
La gravedad del diagnóstico quedó resumida en una frase “no hay plata”.
Para ser preciso, la única plata disponible la puede ofrecer el Banco Central con emisión, y el gobierno ha decidido “cerrar” esa ventanilla de la autoridad monetaria, de manera que, sin la maquinita, y sin posibilidad de acceder a endeudamiento, la única alternativa disponible para cubrir el déficit fiscal del gobierno nacional es con más ingresos y menos gastos.
Otra vez, siendo riguroso, la Argentina va a necesitar endeudarse en los próximos años para renovar los pagos de vencimientos de capital, tanto en moneda local, como en moneda extranjera. Pero para poder hacerlo, a costos razonables, se necesita mostrar la capacidad de hacer frente, al menos, a los montos de intereses.
Si se lograra cumplir con las medidas anunciadas, entonces, la Argentina entrará en el próximo año, en materia fiscal, en un verdadero cambio de régimen, al menos transitorio.
Poniéndole el zoom al ajuste fiscal prometido, la síntesis sería, más impuestos, menos subsidios, alguna reestructuración de la administración pública y sus empresas, y licuación.
A falta todavía de medidas estructurales estamos, como mencionara, ante un cambio de régimen fiscal transitorio, pero es un buen comienzo.
Simultáneamente, el gobierno anunció el plan “no hay dólares”.
Puso fin al absurdo esquema de despilfarrar lo que no hay del trío Fernández, Fernández, Massa, con la complicidad de las autoridades del Banco Central, que implicó vaciar las reservas interviniendo en los mercados, racionando importaciones, o entregando dólares “baratos” a los amigos, mientras se emitían pesos descontroladamente.
Recuerde, por enésima vez, porque es muy importante para lo que viene, que la falta de dólares en las reservas del Banco Central es la otra cara del exceso de pesos emitidos.
El plan no hay dólares, consiste en un salto del valor del dólar de exportación y de importación, compensado el primero (expo) con retenciones y ampliado el valor del segundo (impo) con una suba del impuesto país.
Es decir, estamos ante una devaluación que incluye una parte recaudatoria, con más impuestos a las exportaciones y más impuestos a las importaciones.
Sólo un detalle, el mayor impuesto a las exportaciones tiene que ser sancionado por el Congreso, mientras que el impuesto adicional a las importaciones se aplica directamente con una determinación del Ejecutivo.
Complementariamente, el traslado a precios de la devaluación y la “liberación” de hecho de los precios privados que estaban sujetos a distinto tipo de controles/negociaciones, con la Secretaría de Comercio está generando un rápido cambio de precios relativos, con un fuerte aumento de la tasa de inflación.
Como todavía falta el ajuste de los precios de los servicios públicos (quita de subsidios), el acomodamiento de precios privados regulados (servicios de salud, educación) y los efectos plenos sobre los precios de productos alimenticios de la eliminación de los cupos de exportación, (cortes de carne vacuna, leche, por ejemplo), se espera que el efecto pleno de este cambio de precios relativos se prolongue al menos a enero y febrero.
Y por supuesto, falta la suba de los salarios formales (paritarias), y su eventual presión sobre el componente correspondiente de los costos de las empresas y su traslado a precios.
Entiéndase bien, toda la inflación de los próximos meses es la que Massa barrió debajo de la alfombra, o postergó irresponsablemente, en medio de la campaña electoral. Y todos los dólares que faltan es porque, como mencionara, Massa y Pesce los malgastaron y postergaron pagos de importaciones para adelante.
Pero, independientemente de las causas ahora hay que enfrentar las consecuencias. No hay plata y no hay dólares.
Surgen entonces tres interrogantes sobre temas que interactúan entre sí resumidos, en una palabra: empalme.
El primero es cuánto margen le quedará al valor del tipo de cambio, después del salto inflacionario de los próximos meses. Es decir, saber si el esquema cambiario empalma con un programa de estabilización, o todavía le faltarán algunos rounds adicionales previos, con lo que ello implica para las expectativas y para lograr acumular reservas en el Banco Central.
El segundo, es si el programa de emergencia fiscal de impuestos, quita de subsidios y licuación empalma con una reforma estructural del sector público que garantice terminar con los malos impuestos y las malas licuaciones.
El tercero, es si el período de estanflación de los próximos meses, cuyo mix inflación-recesión dependerá de cuántos pesos netos se retiren del mercado, (básicamente los pesos “encepados” de los pagos pendientes de importaciones), empalma con una reactivación encabezada por el sector exportador, seguida por el resto de los sectores, en base a la credibilidad que tengan la consistencia de las políticas, su respaldo institucional y su apoyo social. Es decir, si el ahorro público empalma con inversión privada.
Estamos, entonces, ante el desafío de los tres empalmes, para ratificar un verdadero cambio de régimen.
Espero que ayuden las fuerzas del cielo.