Milei: entre la calle y el mercado

El acompañamiento social para sobrellevar el ajuste demanda una narrativa, una épica, un relato potente que la sostenga

Javier Milei en el balcón de la Casa Rosada - Europa Press/Contacto/German Adrasti

Sin plata ni tiempo, el suceso de Milei se libra entre el mercado y la calle. El capital con el que el libertario llegó al poder es tan deslumbrante como volátil. La paciencia social es un insumo a resguardar para ir adelante con las drásticas medidas que impone el momento.

Prometió ajuste, sangre, sudor y lágrimas y lo votaron igual. Llegó al gobierno augurando sacrificios y adversidad y lo vivaron en la plaza. Esta es su gran diferencia. A este argumento se aferran los que confían en que será este Presidente disruptivo el que cambiará el rumbo económico de la Argentina.

Es este razonamiento el que sorprende y maravilla a los empresarios que lo rodean y pretenden sostenerlo en su empeño evangelizador. El caso del poderosísimo Paolo Rocca, principal accionista y CEO de Techint quien, tras pedir disculpas por haber pedido un fuerte aplauso para Massa apenas unos meses atrás, ahora, dice que Javier Milei ha venido a resetear la economía.

El enfoque de Rocca es preciso. Milei llega con un mandato popular que encuentra su razón de ser en el hartazgo social y el deseo de cambio. Cómo sostener esa mística transformadora con la inmensa mayoría de los argentinos exhaustos bajo el rigor de la inflación, la inseguridad y la pobreza es el desafío del momento.

El acompañamiento social que se demanda para sobrellevar la adversidad demanda una narrativa, una épica, un relato potente que la sostenga.

No bastan las precisas pero desangeladas explicaciones técnicas del ministro de Economía. Ni las diatribas mañaneras del portavoz presidencial con vuelo propio. Tampoco alcanzan las apelaciones a la divinidad con las que Milei se conecta con el más allá mientras invoca el auxilio de “las fuerzas del cielo”. Con las lecturas bíblicas no alcanza.

Al ras de la tierra, dónde el común de los mortales, libra la batalla del día a día, las demandas son urgentes y las señales cuentan. El libro de los Macabeos resulta insuficiente para sostener la moral de los que van cayendo hacia quién sabe dónde. Alguien tiene que recrear la épica, alguien tiene que sostener la rapsodia de esta pretendida epopeya.

En su discurso inaugural MIlei aseguró que el ajuste lo pagaría el Estado y no el sector privado. Esa aseveración fue tomada de manera absolutamente literal por una inmensa mayoría que nunca incluyó el impacto que sobre su metro cuadrado supone el implacable sinceramiento de todas las variables de la economía.

Seguidores del presidente de Argentina, Javier Milei, en una fotografía de archivo. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni

Los mismos que celebraron la crudeza del libertario que se jactó de poder comunicar sin un aparente costo electoral “una verdad incómoda antes que una mentira confortable” ahora se sofocan frente a la evidencia de que el ajuste alcanza a todos pero que se ensaña, muy especialmente, con los sectores medios y medios bajos sin plan ni resto para cruzar el Rubicón.

La liberación de todos los precios de los alimentos, la eliminación de los subsidios, el aumento de la nafta, las tarifas y el transporte caen de plano sobre millones de argentinos que hoy caminan sobre el filoso desfiladero que los separa de la pobreza y la indigencia. Nada que uno no pudiera imaginar pero que muchos no quisieron o no pudieron comprender.

Hacen falta señales, gestos, datos que den cuenta de que se avanza fuerte contra esa clase imprecisa a la cual Milei llamó “la casta”

La política no ha recortado de manera clara ni contundente sus privilegios. No basta con comerse crudos los ñoquis de La Cámpora, ni con recortar a los empleados militantes, el recorte debe llegar a todo el establishment de la política.

Menos alfombra roja, menos autos, menos aviones, menos viáticos. Más austeridad, más proximidad con el planeta tierra. Los anuncios hechos por Nicolás Adorni este viernes van en ese sentido. Puede que suene a sobreactuación pero son recortes necesarios. Hay que hacerlos efectivos cuanto antes.

“La casta tiene miedo” fue la consigna que hizo rugir a los leones libertarios. Quienes ahora tienen miedo son los que nunca esperaron nada del Estado, los laburantes, los emprendedores, los monotributistas, los pequeños empresarios que optaron por Milei y a los que esa casta rapaz redujo a la peor de las condiciones. La casta dispone de infinitos recursos para sobrevivir y reinventarse.

Hace falta sostener argumentos narrativos para enfrentar el miedo que supone el tempestuoso cruce hacia la libertad. Solo Milei puede encarnarlos. El mismo que hace apenas seis días se hizo cargo del destino de todos, apostando todas sus cartas. El mismo que se calzó la kipá en la ceremonia del Janucá, el que arrugó su voz para cantar para reversionar “Panic Show” de La Renga en el balcón de la Casa Rosada.

Javier Milei - REUTERS/Matias Baglietto/

“El que las hace, las paga” la remanida consigna bullrichista, no puede quedar reducida a contener la protesta callejera. La corrupción que devoró la dignidad de los argentinos también merece un protocolo, al menos discursivo. La equidad se construye sobre la base de la justicia. La libertad no crece en la tierra contaminada por la impunidad.

Tampoco se pueden disponer alegremente de “blanqueos”. Al menos no, sino se premia también a quienes estuvieron a derecho cumpliendo en tiempo y forma con el pago de impuestos.

“Hacer que las cosas pasen”, la frase que supo ser insignia de los tiempos de PRO, demanda una mirada profundamente política. También la valentía para terminar con los privilegios de sectores económicos prebendarios acostumbrados a ser protegidos por el poder de turno.

No bastan los técnicos, no bastan los economistas. El mercado y la calle tensionarán fuerte en los próximos días. Para que las buenas noticias con las que el mercado recibió las medidas que impuso la urgencia se sostengan hace falta articular la contención de los más golpeados.

Los efectos demoledores que dejó el “massasso” deben ser atemperados al menos con una mística que suavice la vida de los que quedaron a merced de la intemperie del mercado. Si hay una luz al final del camino, alguien te la tiene que estar señalando en el día a día que supone pasar el verano.

El pragmatismo con el que Milei ingresó a su gestión, que incluye suba de impuestos, eliminación de exenciones impositivas, aumento de retenciones y blanqueo demanda alguna compensación, al menos simbólica, para los que se tomaron a pie juntillas el discurso libertario.

El momento también exige extrema prudencia de las fuerzas políticas a las que el voto popular colocó en la oposición. Respetar la voluntad de la mayoría supone dar algún margen al nuevo gobierno para ir adelante con su propuesta y a la vez fortalecerse en el rol que les tocará hacia adelante. Todo un desafío en un escenario de fragmentación extrema.

El gobierno cierra la semana expresando su satisfacción con la respuesta de los mercados pero preocupan los aumentos de precios. La brecha entre el oficial y el resto de los dólares bajó un registro mínimo en relación a los últimos años pero la devaluación está repercutiendo fuerte en góndolas y alacenas.

La “desregulación” es lo que se anuncia para la próxima semana. Es de esperar que se cumpla la promesa de sacar de encima la pesada pata del Estado y hacer la vida de todos un poco más fácil.

Este viernes, el primero de su flamante administración, Milei dijo que el 60% del esfuerzo cae en el sector público y el 40% en el privado y que este último es solo transitorio. Definió a su programa como híper ortodoxo y reivindicó el fuerte ajuste fiscal para llevar el déficit a cero.

Celebró la baja del riesgo país, el estrechamiento de la brecha cambiaria y la compra de dólares por parte del Banco Central.

El tema de los aumentos de precios quedó en manos del vocero. Adorni advirtió acerca de precios que la inflación corre al 3678% anual. Balconeando la híper.

La nota de la semana la plantó Gabriel Rubinstein. No solo dijo que el ajuste y la devaluación eran inevitables sino que aseguró que si ganaba Massa tenían pensado hacer lo mismo. Según el ex viceministro de Economía de Sergio Massa, lo único a discutir acerca del ajuste es la magnitud y definir sobre quién recae. Aseguró que a pesar de contradicciones y desprolijidades “la realidad avanza”.

Descarnado, puso en blanco sobre negro la cruda realidad. “Esto lo paga la gente, lo de la casta es completamente simbólico”.

El discurso mileísta encadenó frases que se replicaron hasta la viralización y a las que sus seguidores se aferran a modo de catecismo laico. Llegado al poder Milei tiene que reescribir a diario su narrativa, sostenerla, darle densidad. Apuntalarla con hechos y emociones.

La palabra pública llegó hasta aquí demasiado envilecida. Recuperar el sentido de lo que se dice y hace, más allá de la encerrona del pragmatismo, es una tarea impostergable, urgente para hacer sustentable el enorme esfuerzo que se demanda.