Días pasados se conocieron los resultados de las pruebas Pisa, un programa de evaluación internacional de alumnos que se realizó a 12.000 jóvenes de 15 años que cursan la escuela secundaria. Se evalúan sus conocimientos y habilidades de lectura, matemática y ciencias para afrontar los retos de la vida real.
Los datos cuantitativos dan cuenta del empobrecimiento educativo: Argentina ocupa el 66° lugar entre 81 países y la dejan 8° en América latina debajo de Chile, Uruguay, México, Perú, Costa Rica, Colombia y Brasil. A su vez, señala que el 70% de los estudiantes no resuelve cálculos matemáticos o el 50% no identifica una idea principal de un texto, sumado que el 99% no pudo resolver un problema. Una reseña no menor es que el 25% de los estudiantes dijeron sentirse solos o excluidos en la escuela.
Por otro lado, los datos cualitativos, señalan que el origen familiar tiene implicancia en el éxito educativo; es decir, que les fue mejor a los niños/as cuyas madres tienen nivel académico o cuyos hogares tienen más libros. Quienes tienen más de 100 libros tuvieron mejores resultados que quienes tienen más de 20, por ejemplo, o, a su vez, tuvieron mejores resultados a quienes cursaron el nivel inicial desde los dos años en comparación con quienes lo hicieron desde los 4.
En definitiva, más allá de los números, estas estadísticas deben servir para planificar políticas educativas coherentes y planificadas en relación con el cálculo y la lectoescritura, fundamentalmente.
Aprender a leer, es decir, a decodificar un texto, es necesario, pero no suficiente para poder comprenderlo, no alcanza con ello. Durante muchos años se ha entendido la alfabetización como un conjunto de destrezas, la alfabetización mecánica (correspondencia sonido-letra, capacidad de oralizar un escrito, por ejemplo) y a la alfabetización funcional, es decir comprender un texto o distinguir ideas principales como un segundo momento del proceso. Sin embargo, siguiendo a la Lic. Rocío Bressia, especialista en el tema, es necesario enseñar la autonomía y la fluidez a la par de la alfabetización convencional.
Bressia en sus capacitaciones docentes insiste en que las maestras/os y profesores enseñen con estrategias que promuevan las prácticas del lenguaje para que los estudiantes aprendan a jerarquizar conceptos, a reconocer palabras claves, a identificar ideas en una exposición, a parafrasear, a explicar y ampliar una definición a fin de comprender lo que leen.
A su vez, refuerza que los alumnos deben aprender a revisar la ortografía de un texto, pero no desde las normas memorísticas como aprendimos quienes somos mayores, sino contextualizando el párrafo o buscando en el diccionario, entre otras opciones. Y, asimismo, para fomentar la comprensión, pone énfasis también en que enseñemos el valor de los conectores; la especialista dice que un “entonces”, un “sin embargo” o un “no obstante” son carteles en el camino y que identificarlos ayudará a entender mejor de qué va el contenido que se está leyendo.
Cada provincia y, dentro de ellas, cada región, según sus características, deberá planificar políticas educativas focales a fin de lograr la alfabetización tan mentada. Si – tal lo mencionado en los resultados de estas Pruebas- los mejores docentes dan clases a los sectores más altos, se necesita reordenar para acompañar con capacitaciones o parejas pedagógicas a los docentes noveles, quienes recién recibidos acceden a trabajar en contextos más adversos. Todos los niños y niñas tienen las mismas posibilidades de aprender, pero no todos tienen las mismas oportunidades. Es allí donde el Estado debe dar respuesta.
La alfabetización es mucho más que una prioridad educativa, es la mejor inversión para lograr un futuro sustentable. Todos deberíamos velar por un mundo alfabetizado, es la única posibilidad de un crecimiento igualitario y colectivo.