Kissinger: opiniones disonantes

Sus libros son de lectura obligatoria para todos los académicos de relaciones internacionales. Sin embargo, sería oportuno que se sumaran sus experiencias para aprender que lo pregonado no concuerda con el ejercicio del poder

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Fotografía de archivo, tomada en
Fotografía de archivo, tomada en mayo de 2006, en la que se registró al ex secretario de Estado de Estados Unidos entre 1973 y 1977, Henry Kissinger, durante una conferencia, en Lisboa (Portugal). EFE/Andre Kosters

El fallecimiento de Henry Kissinger a los 100 años provocó una catarata de notas elogiando su trayectoria como artífice de la política exterior de los Estados Unidos en el período 1969/75 y sus teorías sobre las relaciones internacionales reflejado en 53 libros e incontables conferencias y entrevistas que le sirvieron para conservar su vigencia como consultor de gobiernos y entidades privadas durante más de medio siglo. “Armas nucleares y política exterior” fue su primer libro a la edad de 31 años.

La trascendencia y admiración por su personalidad no son suficientes para omitir las opiniones disonantes sobre su actuación como Asesor de Seguridad Nacional (1969/1975) y Secretario de Estado (1973/1977) de Richard Nixon y Gerald Ford. Kissinger comenzó su actuación como consultor de la Casa Blanca y Departamento de Estado en 1965 sobre la guerra en Vietnam, posibilitándole sus viajes a ese país y París, donde se efectuarían las negociaciones de paz. Las transcripciones de documentos de esa época confirman que Kissinger transmitió al equipo del entonces candidato Richard Nixon los avances de las tratativas para llegar a un acuerdo para el cese de hostilidades, que era el eje de la campaña presidencial enfrentado al demócrata Hubert Humphrey. Nixon gestionó con el gobierno de Vietnam del Sur su retiro de las negociaciones con la promesa de asegurarle mayor apoyo militar en el caso de triunfar en las elecciones de diciembre de 1968. En compensación por las filtraciones Kissinger fue designado Asesor de Seguridad Nacional el 20 de enero de 1969. El eje de las elecciones fue el papel de Estados Unidos en la guerra por el creciente número de víctimas.

El 27 de enero de 1973 los Estados Unidos, la República Democrática de Vietnam, la República de Vietnam y el Gobierno Revolucionario de la República de Vietnam del Sur firmaron el Acuerdo de Paz por el cual Henry Kissinger y Le Duc Tho recibieron el Nobel de la Paz. Tho rechazó premio y dos miembros del Comité renunciaron en protesta por la selección del candidato.

En 1971 se conocieron “Los archivos del Pentágono” (la serie puede verse en Netflix) preparado por un equipo de analistas convocados por el Secretario de Defensa, Robert McNamara, que exponían los bombardeos indiscriminados, la violación a las restricciones impuestas por el Congreso, y la derrota inevitable de la intervención norteamericana.

Habían transcurrido cuatro años desde el inicio de las negociaciones. En ese tiempo, los Estados Unidos arreciaron los bombardeos en Vietnam del Norte, en Laos y Camboya con la excusa de desbaratar las líneas de abastecimiento hacia el sur provocando centenares de miles de muertos. El General Lon Nol asumió el control del país deponiendo al Rey Sihanouk. La militarización favoreció el avance de las guerrillas del Khmer Rouge que sumaron el apoyo de las fuerzas favorables a la monarquía.

En junio de 1975 el ejército de Vietnam del Norte ocupó Saigón estableciendo un gobierno provisional que rápidamente favoreció la unificación del país bajo el control del Gobierno comunista de Hanoi liderado por Ho Chi Minh. En abril de 1975 el Khmer Rouge derrota al ejercito de Lon Nol y entra en la ciudad de Phnom Penh y el Pathet Lao (guerrillas comunistas) someten a los Hmong armados por los Estados Unidos.

En julio de 1971 Henry Kissinger llegó a China en un viaje coordinado por Pakistán. El objetivo, más allá de la visita de Nixon, era lograr el apoyo para mejorar los términos de negociación con Vietnam del Norte. El Presidente Johnson ya había intentado establecer contactos con Chou en-lai en 1968 a través del político tailandés Sang Pathanothai. En esos años, a pesar de su cargo Chou en-lai no avanzó por temor a ser acusado de traidor por Jiang Qing. El viaje de Nixon tuvo lugar en un contexto internacional donde era insostenible continuar ignorando la influencia de China en el Sudeste Asiático y los reclamos para su reconocimiento. En la política interna, la Banda de los 4 comienza a perder autoridad y se suma el descalabro económico como consecuencia de la Revolución Cultural más el conflicto militar e ideológico con la Unión Soviética.

La arriesgada visión de Kissinger sobre las relaciones internacionales lo llevó a cooperar con Pakistán en la guerra de secesión de Bangladesh en 1971 en detrimento de India donde gobernaba el Partido del Congreso liderado por Indira Ghandi de vínculos estrechos con la Unión Soviética. En su enfoque sesgado, Kissinger también apoyó al golpe de Estado del General Suharto en Indonesia quien permaneció en el poder hasta 1998.

Los Estados Unidos abandonarían la política de “appeasement” de Kissinger con la Unión Soviética durante la presidencia de Ronald Reagan. Sus asesores sostenían que el sistema socialista no podía responder a las exigencias de una competencia con el capitalismo, y que eventualmente conduciría al colapso del régimen como efectivamente sucedió en 1991. Este es el mismo dilema que enfrentó Joe Biden cuando la Federación Rusa forzó la secesión de Crimea y luego la invasión de Ucrania. La alternativa en ese momento era rendirse ante los hechos sabiendo que podrían repetirse o tomar el riesgo de un enfrentamiento para quebrantar las posibilidades de nuevas aventuras y la ruptura del derecho internacional.

Henry Kissinger logró encaramarse en la pirámide de la fama. Sus libros son de lectura obligatoria para todos los académicos de relaciones internacionales donde se mezcla historia, experiencia y audacia. Sin embargo, sería oportuno que, sin dejarse llevar por el exitismo de sus relatos, se sumaran sus experiencias para aprender que lo pregonado, en la mayoría de las veces, no concuerda con el ejercicio del poder.

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