El sociólogo Manuel Mora y Araujo decía que las sociedades se mueven como un péndulo, oscilando entre los polos de izquierda a derecha y viceversa. Esto es lo que ha sucedido en Latinoamérica en los últimos treinta años, pero en el caso de Argentina con más fuerza que en otros países de la región.
En la década de los 90 el péndulo se movió hacia a la derecha bajo las premisas del Consenso de Washington, donde se promovía desde los EEUU un conjunto de políticas de libre mercado respaldadas por el FMI, el Banco Mundial y el Tesoro de EEUU. En la Argentina este periodo coincidió con los gobiernos de Carlos Menem y la ola privatizadora y de desregulación del mercado. El Estado se corrió de sus funciones históricas y el mercado estableció las nuevas reglas del juego.
Durante la década del 2000 la región se movió hacia la izquierda con gobiernos de ese color ideológico como los de Hugo Chávez en Venezuela, el de Evo Morales en Bolivia, el de Rafael Correa en Ecuador, los referentes de la izquierda del Uruguay y los Kirchner en Argentina. El Estado vuelve a decir presente y se vive un gran avance del mismo sobre la economía.
Esta tendencia continua durante la década del 2010 hasta el presente con algunas excepciones en la región como la de Mauricio Macri en el 2015. Hoy Latinoamérica enfrenta otro fenómeno que es la aparición de los outsiders de la política, producto de sociedades muy enojadas con los políticos tradicionales.
Según el último trabajo Latinobarómetro -encuesta que se lleva a cabo en casi toda la región- el 77% de los latinoamericanos consideran que los partidos políticos no funcionan y el apoyo a la democracia como el mejor sistema de gobierno bajó del 63% en el 2010 al 48% en el 2023. La corrupción también es una de las causas de este enojo: entre 1985 y el 2023, 22 presidentes de América Latina han sido acusados por corrupción.
Estos son datos que ponen de manifiesto el fastidio de la gente con los políticos tradicionales que no resuelven los problemas del día a día y da pie a que surjan opciones nuevas como Javier Milei, Daniel Noboa en Ecuador, o Nayib Bukele en el Salvador entre otros: outsiders de la política que generan confianza en que podrán dar soluciones.
El dilema que enfrentamos hoy es qué nivel de Estado es necesario para una buena administración de la cosa pública. La aparición de los outsiders genera un estimulante debate sobre el tamaño del Estado, el avance del mismo sobre la economía, el nivel del gasto público, entre otros ejes. Es un debate con el que la política tradicional se siente incómodo. Los altísimos niveles de pobreza e indigencia que sufre nuestro país son un triste pero claro ejemplo de que los Estados elefantiásicos no resuelven los problemas de nuestra sociedad.
Los péndulos oscilan de un polo a otro del espectro ideológico porque responden a los climas de época imperantes pero principalmente a la incapacidad de los gobiernos de resolver los problemas de los ciudadanos. Las categorías izquierda y derecha le dicen poco a la gente hoy, la clave es si los gobiernos resuelven o no los problemas de sus representados.
El péndulo gira nuevamente en la Argentina, y como siempre con mayor énfasis que en otros países. La clave no estará en el tamaño del Estado sino en su nivel de eficacia para resolver los problemas cotidianos.