¿Qué es TikTok? Si se cataloga a WhatsApp como un servicio de mensajería y no una red sociodigital, TikTok es la aplicación que más tiempo de uso captura por parte de sus consumidores: más de 20 horas mensuales (20:06), contra 17:30 de Instagram (Meta) y 15:30 de Facebook (Meta). Pero eso no es lo más alarmante, el perfil de usuarios al que apunta es el de las y los jóvenes, adolescentes, niñas y niños, se nutre de sus datos privados sin mediar necesariamente un consentimiento y sus efectos nocivos ya representan un serio riesgo para la salud física y mental de quienes lo usan.
Según los datos provistos por la compañía, de sus 1092 millones de usuarias y usuarios mensuales activa/os en abril de 2023, el 71% era menor de 35 años. Incluso, un 38,5% era menor de 25 años y el 32,5% restante pertenece a la franja de 25 a 34 años. En ese universo digital, el 53,4% son mujeres y el 46,6% son varones. La pandemia ha sido un detonante para su expansión y conversión como la red sociodigital de mayor crecimiento desde 2020.
En la Argentina, TikTok tenía 16,2 millones de usuarios y usuarias mayores de 18 años a comienzos de este año. Eso no significa que no haya perfiles por debajo de esa edad, al contrario, su uso entre adolescentes y menores es muy extendido, pero no sabemos cuántos de ellos socializan a través de esta red porque la compañía no informa datos de menores de edad. No obstante, hay una cifra que da cuenta de su expansión: entre 2022 y 2023, TikTok sumó casi 5 millones de usuarios en el país.
Desde Amnistía Internacional nos preguntamos qué pasa cuando jóvenes quedan atrapados horas en su celular en una espiral que puede ser perjudicial para su bienestar. La inquietud fue el punto de partida para una investigación sobre la base de dos ejes, el derecho a la privacidad y el impacto sobre la salud mental. Así nació “Domar el algoritmo: desafíos para la salud mental y privacidad en el uso de TikTok Argentina“.
Es el primer proyecto etnográfico de este tipo en Argentina, liderado por Martín Becerra y Victoria Irisarri, doctores en Ciencias de la Información y en Antropología, respectivamente. Y lo desarrollamos, entre febrero y junio de 2023, en cinco localidades del país con la finalidad de comprender las experiencias cotidianas de jóvenes de entre 13 a 25 años con esta plataforma. Si bien entendemos que las redes sociales representan un gran canal de socialización e información, nuestro estudio enciende algunas alarmas por los efectos no deseados, incluso invisibilizados, de esta aplicación.
Originalmente, TikTok fue creada en 2016 en China para compartir videos musicales –su nombre en chino es Douyin, que significa “sacudir la música”– y es propiedad de la compañía local ByteDance Technology. En 2017, ByteDance adquirió la plataforma Musical.ly y un año después la fusionó con TikTok, lo que fortaleció el proceso de crecimiento de esta última al absorber los 90 millones de usuarias/os que tenía Musical.ly para 2018.
TikTok toma a cada persona como unidad aislada y moldea su acceso a la oferta visual a partir de dos marcos: su huella digital –en base a la a estadísticas de géneros y temas buscados, videos vistos, tiempo de exposición y reacciones– y mediante los datos almacenados de geolocalización –incluso si el teléfono la tiene desactivada o el usuario no lo autoriza–, lo que comprende la ubicación basada en tarjeta SIM o dirección IP, contactos, compras y transacciones, búsquedas externas y otros datos personales.
Cada minuto de navegación es información para TikTok. Datos valiosos para la publicidad dirigida o conductual. TikTok incluso reconoce otras aplicaciones instaladas y accede a datos del sistema operativo Android e iOS para leer correo electrónico y aplicaciones que no encriptan end to end. Aunque se intente, la extracción de datos de la plataforma no puede desactivarse y la empresa se reserva el derecho de almacenar esa información el tiempo que considere necesario.
Cambio de reglas y salud mental
En TikTok, lo que prevalece no es tanto la persona como su contenido. De hecho, cuando se viraliza, el contenido se puede tomar y replicar por otros usuarios y no importa tanto la popularidad del emisor sino el número de reproducciones en el universo de la red para valorar su éxito. Esto altera dos aspectos del tradicional modo de operar de las redes sociodigitales: la demanda de innovación, de contenido nuevo, es casi permanente.
Durante la pandemia, TikTok se convirtió para las y los jóvenes en un acompañamiento, particularmente en el confinamiento. Cuando se dejó atrás aquella etapa de distanciamiento social, el uso no se detuvo y los efectos dañinos de la aplicación se intensificaron, en particular en las y los usuarios entre los 13 y 17 años con quienes el vínculo con TikTok fue incluso más intenso y permanente durante la pandemia.
Un efecto importante de las redes sociodigitales es la desjerarquización del conocimiento y la simetrización de los enunciadores. Asociado a la capacidad de TikTok de brindar informaciones específicas en base al conocimiento personalizado que genera el algoritmo, el buscador de la red emerge como el que mejor pareciera entender las necesidades, gustos y preferencias de sus usuarios y usuarias. En rigor, no es más que un juego de espejos con la información que recaba de sus dispositivos.
Esto refuerza un proceso que arrancó con la masificación de internet y se acentuó con la proliferación de las redes sociodigitales: TikTok no solo desplaza al otrora gran buscador online de Google para todo un segmento de usuarios y usuarias sino que transforma los modos de construir verosimilitud sobre la información recabada, en donde lo audiovisual adquiere mayor peso, y la simple repetición de contenidos y fuentes coincidentes resulta suficiente para su credibilidad. También en temas tan sensibles como la salud mental.
El autodiagnóstico aparece como una práctica frecuente y peligrosa en esta red que abarca desde dietas, cuidados de la piel, aprendizaje de técnicas de maquillaje y también de trastornos o enfermedades mentales. Videos del tipo “put a finger down” que enumeran síntomas y al final te dicen “si bajaste más de tres puede que tengas X trastorno” abundan en TikTok. No es de extrañar entonces la variedad de testimonios recabados por Amnistía Internacional que dan cuenta de la incorporación a la vida cotidiana de prácticas o consejos recomendados en esta red social, especialmente aquellos referidos a dietas y belleza.
El trastorno de la identidad disociativa (TID) aparece como uno de los problemas más mencionados, así como los challenges riesgosos para la salud física/mental, uniendo ludismo y salud. También la recurrencia de contenidos depresivos, “para llorar”, que incluyen videos con personas que “se ponen fecha” para suicidarse, otra dimensión con implicancias inquietantes.
El tiempo “perdido” y el carácter adictivo
Otro aspecto a considerar sobre el lado oscuro de TikTok es la dificultad para dejar de ver videos y la reconfiguración de la relación de sus usuarios y usuarias con el tiempo, alimentando una sensación de adicción a partir de su atractivo audiovisual, el lenguaje en el que basa su programación, sus sistemas de recomendación y su capacidad de “abducción”, tal cual lo califican las personas consultadas en nuestro estudio.
A la larga, el tiempo invertido puede provocar “culpa” por las horas diarias que se pierden navegando entre sus videos, lo que dispara diversos mecanismos de “autorregulación” que la mayor de las veces terminan siendo infructuosos. Aún con la intervención de padres cuando se trata de menores de edad, estas largas estadías en el mundo virtual incluso pueden provocar cambios en los estados de ánimo.
En consecuencia, si bien la empresa tiene obligaciones de proteger a menores de edad y la privacidad de los datos de sus usuarios y usuarias, así como mayor transparencia en el funcionamiento del algoritmo y regulación de los contenidos relacionados a temas sensibles como la salud, es a los Estados a los que les cabe también un rol fundamental para minimizar los daños. Por caso, al menos impidiendo la elaboración de perfiles personalizados de menores de edad para evitar la publicidad conductual en este segmento etario.
Asimismo, desde Amnistía Internacional creemos que se deben encarar campañas de concientización sobre los aspectos más sensibles de TikTok, exigir que la plataforma cuente con un diseño más protector por defecto, respetuoso de la salud mental, física y de la protección de los datos personales y la privacidad de los usuarios. También promoviendo que todas las campañas publicitarias deban figurar etiquetadas como tal, así como los contenidos generados por inteligencia artificial y otros mecanismos no humanos.
Por último, es menester que el Estado realice auditorías públicas, independientes, con participación del sector académico y de organizaciones de defensa de derechos de los usuarios, sobre los criterios de programación algorítmica y de los sistemas de recomendación de las plataformas digitales, incluida TikTok. Para así poder obtener un inventario completo y detallado de las actividades de tratamiento de datos por parte de esta empresa, para impedir el acceso a datos personales sobre los que las y los usuarios no prestan consentimiento informado y que no son imprescindibles para el funcionamiento de la plataforma.