La Fiesta de la Inmaculada Concepción

Es una de las celebraciones marianas más importantes del calendario litúrgico de la Iglesia católica. Se realiza cada 8 de diciembre alrededor de la figura de la Santísima Virgen María

El papa Francisco ora frente a la columna de la Virgen María, cerca de la escalinata de la Plaza España (Vatican Media/ Handout via Reuters)

El origen de esta celebración se remonta a mediados del siglo XIX de la mano del Papa Pío XI, aunque en España se celebra desde 1644. Es una festividad de carácter religioso, que conmemora el nacimiento de la Virgen María, quien estuvo libre de pecado y culpa desde su concepción hasta su muerte, según marca la tradición católica.

Recorriendo una de las calles más famosas de Roma-La Via Condotti-, se desemboca en la teatral y escenográfica escalinata de Piazza di Spagna, girando a la derecha hay una imponente columna coronada por una imagen de la Virgen María, que se erigió para conmemorar esta fecha.

En 1777, durante el reforzamiento de los cimientos de un edificio donado por Pío VI a las monjas benedictinas de S. María de Campo Marzio, salió a la luz una columna de mármol de gran tamaño: tenía 11,85 metros de altura y 1,45 metros de diámetro. Aunque el Papa ordenó inmediatamente su extracción, tuvo que esperar casi un año antes de que se iniciaran los trabajos para poder sacarla.

Las dificultades eran muchas y había que prepararlo todo con cuidado. Se armaron ocho cabrestantes, cada uno de los cuales fue manejado por 16 personas.

Juramento de Sangre español defendiendo en vida y muerte la Inmaculada Concepción de la Virgen María firmado por los Cofrades se conserva en pergamino original de la época en el Archivo de San Isidoro

El 21 de mayo de 1778 la columna fue finalmente extraída. Sin embargo, su destino no fue inmediato porque, aunque había muchos proyectos para su reutilización, ninguno parecía viable. Así que la columna permaneció durante 77 años junto al Palacio de Montecitorio, donde había sido transportada.

El 8 de diciembre de 1854 cuando el Papa Pío IX proclama solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción con la Constitución Apostólica Ineffabilis Deus, expresando el deseo de erigir en Roma un monumento que recordara el acontecimiento a las generaciones futuras. Allí sería utilizada esta imponente columna de mármol de una solo pieza.

En la noche del 18 de diciembre de 1856, todo estaba listo para la compleja fase de la elevación, en la que participaron 200 bomberos. El 5 de agosto de 1857, los bomberos también colocaron sobre la columna la estatua de bronce de la Virgen, obra de Giuseppe Obici.

Allí se dirigirá el papa Francisco, a las 16 hrs. Tendrá una pequeña ceremonia media hora antes en Santa María la Mayor, a la que Francisco llegará en la tradicional visita a la basílica para llevar el regalo de la “Rosa de Oro” al icono de la Virgen Salus Populi Romani (en español: “Protectora del Pueblo Romano”), es el nombre que se le da en el siglo XIX al icono bizantino de la Virgen y el Niño, que procede del Siglo I del cristianismo.

El Papa Francisco reza ante la imagen de la Virgen Salus Populi Romani (Vatican News)

Según la tradición la imagen fue pintada por San Lucas en un trozo de madera de una mesa construida por el propio Redentor que la Virgen María guardó tras su crucifixión. Esta misma leyenda nos dice que la pintura permaneció en Jerusalén y sus alrededores hasta que fue descubierta por Santa Elena en el siglo IV, la pintura fue trasladada a Constantinopla, donde su hijo, el emperador Constantino el Grande, erigió una iglesia para su entronización.

Más tarde, el icono sería trasladado por la propia Santa Elena a Roma. Fue colocado en la Basílica de Santa María la Mayor considerada como el “primer santuario dedicado a la Virgen María en Occidente”.

Durante siglos se colocó por encima de la puerta del baptisterio de la basílica, según un documento de 1240 aparece mencionada como Regina Caeli (“Reina del Cielo”). Más tarde se trasladó a la nave de la basílica, y desde el siglo XIII se conservó en un tabernáculo de mármol. Desde 1613, se situó en el altar de la Capilla Borghese o Capilla Paulina de la basílica, construida específicamente para guardar el icono.

La Salus Populi Romani ha sido una de las devociones favoritas de varios papas, El icono ha sido considerado como milagroso, se ha orado y llevado en procesión por las calles de Roma muchas veces.

En 593 el papa San Gregorio Magno lleva el santo icono por las calles de Roma en rogativas para implorar el fin de la Peste Negra. La intención era trasladar la imagen desde la Basílica de Santa María la Mayor hasta la Antigua Basílica de San Pedro, al rogarle el papa a la Virgen por la salud de la ciudad, vio sobre la cima del Mausoleo del emperador romano Adriano al arcángel San Miguel envainando la espada de la venganza, en señal de que la plaga había terminado. A partir de ahí, el mausoleo pasó a llamarse Castillo de Sant´Angelo.

El Castillo de Sant´Angelo, mausoleo del emperador Adriano entre otros jerarcas romanos del Imperio (Freepik)

En 1571 el papa Pío V oró al icono para implorar la victoria en la batalla de Lepanto. En 1837 el papa Gregorio XVI oró ante él para pedir el final de una epidemia de cólera.

Pío XII celebró su primera misa frente al icono de la Salus Populi Romani el 1 de abril de 1899. Pío XII le rindió homenaje cuando proclamó el dogma de la Asunción de María en 1950.

En 1953, el icono procesionó por las calles de Roma para iniciar el primer año mariano en la historia de la Iglesia. Los papas Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco también han honrado a la Salus Populi Romani, con visitas personales y celebraciones litúrgicas.

El 7 de septiembre de 2013, el icono original fue llevado de manera excepcional a la Plaza de San Pedro con motivo de la vigilia de oración por la paz en Siria, convocada por el papa Francisco. Y también en la vigilia de oración solitaria del Papa francisco por el fin de la Pandemia. La Rosa de Oro, que el Papa le llevará a la Virgen, tiene raíces antiguas, simboliza la bendición papal y la tradición de este regalo se remonta a la Edad Media.

El 8 se arma el árbol de Navidad, también en la Plaza de San Pedro.

La costumbre de armar el árbol de Navidad recibió el respaldo oficial de la Iglesia Católica en 1954 por parte del Papa Pío XII, quien la vinculó al día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María (Composición Infobae Perú)

Los pueblos Nórdicos para festejar el solsticio de invierno, adornaban un roble con antorchas y se reunían alrededor de este con bailes y celebraciones para conmemorar el cambio de estación.

Con la llegada de la conversión de los pueblos paganos al cristianismo, tal celebración se ajustó al nacimiento de Cristo. El roble se cambió por el pino, que con su hoja perenne, representaba para el cristianismo el amor de Dios y la vida eterna, mientras que su forma triangular simboliza la Santísima Trinidad. Funcionó como una representación del amor de Dios y la vida eterna. El árbol hunde su raíz en la tierra y se eleva al cielo.

A través del tiempo, la estética fue cambiando, inicialmente en el árbol se colocaban manzanas y velas, las manzanas recordaban la tentación y las velas, la luz de Cristo que nos vino a salvar.

Vírgen de la Inmaculada Concepción

En 1858, en el norte de Francia, se desató una gran sequía que impidió el crecimiento de manzanas para poder decorar los pinos navideños. Esto provocó que una fábrica de vidrio de la región creara las esferas de vidrio en color rojo, para simular manzanas y así sustituirlas. A las esferas se le sumaron guirnaldas y luces y, para coronar el árbol, se colocó la estrella de Belén. En tanto, las guirnaldas de colores  son los lazos que representaban la unión de las familias y personas queridas.

Debajo del árbol se arma el pesebre, pero no se pone la imagen del niño Jesús hasta la Noche Buena, el 24 de diciembre.

El tiempo que estamos viviendo se llama Adviento, y es un tiempo de espera para la llegada de Jesús en la Navidad. Es bueno conocer el sentido de las cosas que nos ayudan externamente a preparar esta fiesta, aunque sin duda lo más importante es preparar el propio corazón, acercarse a Dios, reconciliarse con los que nos peleamos y renovar nuestra generosidad para quién lo necesita, esa será el auténtico espíritu navideño.