Pocas alegrías hay más breves que una luna de miel en la política. La suelen tener los presidentes en el comienzo de sus mandatos y la tendrá Javier Milei desde este domingo cuando le entreguen el bastón presidencial. Su duración dependerá de la habilidad del hombre que ganó el ballotage con el 56% de los votos. Puede ser extensa si lograr construir gobernabilidad. O un suspiro si se enfrenta la aventura del poder con el escudo del principiante.
Quizás ya lo haya hecho, o quizás no. Pero lo convendría estudiar a fondo la gestión de Raúl Alfonsín, el dirigente político que más detesta y al que más ha criticado. El radical también derrotó al peronismo en 1983, después de ocho años de dictadura militar. Obtuvo el 52%, pero en primera vuelta. Un porcentaje más significativo que el 30% del libertario en la misma instancia.
Once días después de asumir y con la sociedad argentina a sus pies, Alfonsín envió al Congreso la “Ley de Reordenamiento Sindical”, un proyecto sindical para democratizar la vida de los gremios argentinos y diluir allí el poder ancestral del peronismo.
La ley se aprobó en la Cámara de Diputados y llegó velozmente al Senado el 11 de marzo de 1984, el cuerpo donde el peronismo mantenía una estrecha mayoría. Alfonsín no logró convencer al veterano Elías Sapag, senador por el Movimiento Popular Neuquino, y perdió la batalla por apenas un voto. Ganaron los Ubaldini, los Barrionuevo, los Cavalieri y los Triaca. Ese día naufragó el proyecto para quebrar al peronismo en su espacio vital y es posible que haya comenzado a resquebrajarse el aura del presidente que debió irse seis meses antes del poder.
A diferencia de su odiado Alfonsín, o de su idolatrado Carlos Menem, Milei no contará con bloques mayoritarios de legisladores que puedan sostenerlo cuando se ponga en marcha la conflagración política. El segundo puesto en la primera vuelta del 22 de octubre apenas le permite contar con 38 diputados y 7 senadores de La Libertad Avanza. El resto debe conseguirlos con habilidad, capacidad de coerción y una convicción que algunos políticos traen desde la cuna. Milei debe despejar esa incógnita.
Mientras los bloques de legisladores peronistas, radicales, del PRO y ese resto de bloques minoritarios a los que Emilio Monzó bautizó como “apátridas” se desangra en internas indescifrables, Milei ha comenzado a sumar algunas voluntades de esos que ya muchos en el Congreso llaman “diputados y senadores MI”.
Son legisladores que creen que a Milei le corresponde, por la gran elección que hizo en la segunda vuelta y por el desastre que le dejan Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, contar con un período de respaldo legislativo para sus leyes fundamentales. “Al principio de su gestión, a Javier no le vamos a atar las manos”, explica uno de esos legisladores que va a levantar la mano para apoyar la Ley Ómnibus que prepara el equipo del nuevo presidente. Un diputado MI con disfraz de león.
Los diputados y senadores MI calculan que la luna de miel no debería durar mucho más de tres meses. “Si no mete las leyes principales en ese período, después las cosas empezarán a complicarse en serio”, describe un senador de esos que ya lo vio todo en términos de crisis. Las cuentas cierran o no depende de quien las haga, porque el universo parlamentario en tiempos de Milei es una ecuación gaseosa. A veces parece que alcanza para llegar a las mayorías. Y al minuto siguiente parece que no.
Además de los diputados y senadores propios de La Libertad Avanza, Milei ha logrado implantar la confusión entre los legisladores adversarios. El kirchnerismo intenta abroquelar a los propios entre diputados ultras, piqueteros y sindicales, pero el peronismo más lejano a Cristina Kirchner se va convirtiendo en un enjambre de legisladores MI. La punta de lanza de este movimiento son los que acompañaron a Juan Schiaretti en la elección presidencial. Pueden llegar a veinte si suman algunos “apátridas” que alguna vez integraron la familia peronista.
En las últimas horas, declaró su independencia de Juntos por el Cambio el bloque “Cambio Federal” que lidera Miguel Ángel Pichetto, y al que siguen una docena de diputados MI donde se anotan Emilio Monzó, Nicolás Massot, el republicano Ricardo López Murphy, la sorpresa de Margarita Stolbizer y el respaldo del ex embajador en España, el peronista Ramón Puerta. Todos ellos harán un seguimiento constructivo de las leyes de Milei.
Son parte, además, del estallido que ha convulsionado a Juntos por el Cambio desde el 22 de octubre en el que la primera vuelta electoral los vio aparecer terceros detrás de Sergio Massa y del huracán Milei. Los radicales a duras penas se salvaron de seguir con la división que ya arrastraban. Un grupo de 23 diputados alineados con el cordobés Rodrigo de Loredo están dispuestos a respaldar las leyes de Milei que le parezcan más razonables.
En cambio, el grupo de 12 diputados de la UCR que conducía Facundo Manes aceptó mantenerse dentro del bloque y aceptar la jefatura del cordobés, aunque les costará aceptar la mayoría de los proyectos que Milei prepara para mandar al Congreso.
La bancada en Diputados del Pro también estuvo al borde de la ruptura, pero la decisión de Milei de no otorgarle la Presidencia de la Cámara a Cristian Ritondo terminó logrando que sus legisladores privilegiaran cierta unidad temblorosa. Ritondo conservará la Jefatura del bloque y los legisladores cercanos a Horacio Rodríguez Larreta (María Eugenia Vidal, Silvia Lospenatto y Álvaro González, que entró por la deserción del bailarín Maximiliano Guerra) mantendrán los pies adentro del plato.
La incógnita es por cuánto tiempo. “La unidad del PRO es por noventa días; después vemos”, alerta uno de esos legisladores. ¿Cuántos de ellos respaldarán las leyes de Milei ahora que Patricia Bullrich y Luis Petri son parte del gobierno en los ministerios de Seguridad y de Defensa? Los más cercanos a la futura ministra van a apoyar las medidas del presidente en los primeros tiempos, pero el compromiso concreto del resto queda dentro de la nube de probabilidades que domina al Congreso.
“Si manda un proyecto ómnibus de 7.000 páginas para que lo veamos en 15 días, no se lo vamos a votar”, amenaza uno de esos diputados que un día está por aprobarle todas las leyes a Milei y al día siguiente quiere rechazarlas todas. Ese es otro punto conflictivo del paquete que el nuevo presidente va a anunciar en su discurso del domingo. Nadie termina de saber la magnitud del recorte fiscal y la profundidad del ajuste que está diseñando Milei. Recién cuando se conozca esa dimensión, se podrá saber cuántos van a estar a favor y cuántos en contra.
En el Senado las cosas son aún más complejas. Milei tiene que sumar a sus 7 senadores propios 30 más para poder llegar a la ansiada mitad más 1 que necesita para aprobar las leyes. Subido a la popularidad de estos primeros días, el Presidente confía en llegar a una mayoría de 50 senadores Mi. Para eso, deberá sumar al bloque de Juntos por el Cambio completo (hoy tiene 24 senadores) y hasta algunos de los 33 que conserva el peronismo.
En este juego de la mayoría gaseosa de legisladores MI que el nuevo Presidente pueda lograr en las Cámaras de Diputados y de Senadores se cifra la gran esperanza del equipo de gobierno y la expectativa de los mercados financieros. El otro punto a tener muy en cuenta es la duración de la luna de miel. Si en tres meses Milei no logra resultados perceptibles para la población, esa atmósfera de felicidad inicial que envuelve a todo nuevo gobierno se esfumará mucho más rápido de lo que se formó.
Milei y su equipo, además de tener como referencia los tropiezos que en el pasado democrático han tenido Alfonsín, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri, deberán prestar atención a las advertencias del futuro. Esta semana, la CGT le cedió su salón de actos principal para que asumiera el nuevo conductor de la UTEP (Unión de los Trabajadores de la Economía Popular), Alejandro “Peluca” Gramajo, representante del movimiento que lidera el activista piquetero Juan Grabois. Allí se mezclaron los kirchneristas Pablo Moyano y Hugo Yasky con el “Gordo” Héctor Daer y el “Chino” Navarro y Emilio Pérsico, del Movimiento Evita.
Detrás de esa confluencia están Cristina, el kirchnerismo de la provincia de Buenos Aires y la presión en la calle que puedan meter los aparatos de los dirigentes mencionados, alimentados financieramente con planes sociales y con el número suficiente de activistas para hostigar a un gobierno nuevo que combina inexperiencia en la gestión con orfandad parlamentaria.
Javier Milei es, por sobre todas las cosas, el presidente de la incertidumbre al frente del país devorador de corazones.
Como es cierto también que es un dirigente inexperto puesto al frente de una Argentina devastada por las gestiones y los fracasos de una sucesión de presidentes experimentados.