Me animaría a afirmar que la crisis económica que recibirá el próximo gobierno tal vez sea la peor de, por lo menos, los últimos 40 años. En general las crisis anteriores tenían los ingredientes de déficit fiscal financiado con emisión monetaria, inflación y distorsión de los precios relativos.
Obviamente había problemas estructurales como el tamaño del Estado, regulaciones y controles de precios que generaban una potencial inflación, pero no de la magnitud actual. En esta oportunidad se juntan condiciones similares a las del rodrigazo de 1975 y a la de la crisis de 1989 con la hiperinflación.
La similitud con el rodrigazo tiene que ver con el atraso de las tarifas de los servicios públicos, el tipo de cambio y los combustibles. En esa época los servicios públicos eran prestados por empresas estatales que tenían pérdidas, las que eran cubiertas por el Tesoro con emisión monetaria que generaban inflación, pero como el ministro José Ber Gelbard había congelado los precios, registró inflación cero que era pura mentira.
Hoy hay una mezcla de empresas públicas y privadas que tienen atrasadas las tarifas de los servicios públicos, y sus pérdidas son cubiertas por el Tesoro vía los subsidios económicos.
Hoy hay una mezcla de empresas públicas y privadas que tienen atrasadas las tarifas de los servicios públicos, y sus pérdidas son cubiertas por el Tesoro
Hasta octubre, y tomando el tipo de cambio oficial, los subsidios económicos sumaron el equivalente de USD 10.300 millones aproximadamente, y en todo el año anterior totalizaron USD 15.352 millones. En contraste, el gobierno de Mauricio Macri recibió una cuenta por ese concepto de USD 26.863 millones y los redujo a USD 6.804 millones.
Si se estima que el corriente año finaliza con subsidios económicos por un total de USD 12.500 millones, el gobierno de Javier Milei debería lograr bajar aproximadamente a la mitad ese costo para quedar igual que el nivel que dejó Macri.
La brecha cambiaria
El otro desafío es la simplificación del mercado de cambios, claramente afectado por una maraña intervencionista.
La serie histórica de brecha cambiaria desde enero de 1971 hasta octubre último muestra que ahora se está en el segundo punto más alto.
Y siempre que desapareció la brecha cambiaria, fue porque el tipo oficial alcanzó la cotización del blue, esto es debería subir un 150%. Con esa salto y el ajuste de las tarifas de los servicios públicos para reducir los subsidios, la inflación se dispararía rápidamente por arriba del 250% anual.
En otros términos, el gobierno k deja una inflación que terminará cerca del 170% / 180% anual y sobre ese nivel habrá que corregir el resto de los precios relativos atrasados.
Los pasivos remunerados del BCRA
El otro gran problema para enfrentar tiene que ver con el desarmado de los pasivos remunerados del BCRA que superan $23 billones y recuperar el activo de la entidad y las reservas en divisas, porque le faltan unos USD 16.000 millones.
Si se recurriera al Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses iría contra los principios liberales, porque el FGS está compuesto de los ahorros de trabajadores en las AFJP que el kirchnerismo confiscó.
El otro gran problema para enfrentar tiene que ver con el desarmado de los pasivos remunerados del BCRA que superan $23 billones
Lo que se esperaría de un gobierno que quiere cambiar las reglas de juego de un Estado saqueador sería que devuelva a sus antiguos dueños los recursos que quedan en el FGS. Si los usaran para pagar parte de los pasivos remunerados, un gobierno liberal estaría convalidando el “confísquese” típico del chavismo.
Otra opción es obtener que el FMI le preste al gobierno USD 15.000 millones para capitalizar al BCRA y poder emitir pesos para rescatar los pasivos remunerados e inmediatamente absorberlos vendiendo dólares, y el saldo con los bonos del Tesoro que tiene el ente monetario.
Pero la opción de licuar los pasivos remunerados luce muy gradualista y, dentro del aparente pensamiento del presidente electo, Javier Milei, no podría levantar el cepo hasta terminar de desarmar esa herencia, y revertir la inflación asfixiante.
En ese caso, la velocidad de las reformas estructurales prometidas no será tan rápida como es deseable.
Los tiempos de la política, no son los tiempos de la economía y menos los de la población, que tiene mucha volatilidad en el apoyo que le brinda a los gobiernos y demasiada ansiedad por ver soluciones rápidas.
Los tiempos de la política, no son los tiempos de la economía y menos los de la población, que tiene mucha volatilidad en el apoyo que le brinda a los gobiernos
En síntesis, Javier Milei tendrá que enfrentar problemas urgentes (distorsión de los precios relativos, tipo de cambio y pasivos remunerados) y estructurales.
Pasar los primeros va a ser todo un desafío para conseguir fondos y resolver la bomba de tiempo de las Leliq; y para las segundas dependerá de la respuesta del Congreso y de las medidas resultantes.