Alberto Fernández en España: el profesor de las políticas del fracaso

En el final de su gestión, rechaza las versiones que lo señalan como asesor de Pedro Sánchez. Dará clases en una universidad de Madrid y ensaya un insólito negacionismo de la pobreza

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Alberto Fernández encara su última semana como presidente (Foto: NA - JUAN VARGAS)
Alberto Fernández encara su última semana como presidente (Foto: NA - JUAN VARGAS)

Lo bueno de Alberto Fernández es que él mismo es el que describe los subsuelos a los que es capaz de descender. Hace cuatro años, cuando Cristina Kirchner lo eligió para que fuera el candidato a presidente del kirchnerismo y que la pusiera a cubierto de sus causas judiciales, el presidente contó que en realidad no quería ser candidato, y mucho menos presidente.

Alberto Fernández quería ser embajador argentino en España. Y así se lo iba a plantear a Cristina cuando ella lo citó para hacerle la oferta. Jamás se le pasó por la cabeza que la mujer que lleva veinte años liderando el peronismo fuera a ofrecerle la candidatura presidencial. Alberto, mucho más sensato que Cristina, entendía que no estaba a la altura de ese cargo. Los hechos sucedidos en los cuatro años siguientes le dieron la razón.

Cuando Sergio Massa ganó las elecciones en primera vuelta, el Presidente volvió a pensar en aquella vieja idea: la de pasar a ser el embajador en el país que gobiernan dos de sus grandes amigos como José Luis Rodríguez Zapatero y el actual presidente Pedro Sánchez. En este último caso, lo de amigo es una licencia poética porque los dirigentes socialistas afirman sonriendo que Sánchez “no es amigo de nadie”. Por eso, lo llaman el “Perro Sánchez”.

Pero el sueño de ocupar la hermosa casona de la calle Fernando El Santo, donde está la embajada argentina en Madrid, terminó de derrumbarse el 19 de noviembre cuando Javier Milei le ganó el balotaje a Sergio Massa por una paliza electoral.

Toda una paradoja del país adolescente. A Alberto le resultó mucho más fácil convertirse en presidente que en embajador de España.

Este último fin de semana, el diario español El Mundo publicó un artículo afirmando que Alberto Fernández iba a recalar en España como asesor del presidente Pedro Sánchez. No es una hipótesis descabellada porque cada vez que Alberto visitó España Sánchez se hizo un hueco para poder recibirlo. Pero el mismo presidente argentino rechazó esa posibilidad en una entrevista que hizo el domingo con la agencia Noticias Argentinas. En cambio, admitió que sí iría a España para dar clases en una universidad española.

Lo que el presidente argentino les ha dicho a sus colaboradores es que volvería a dar clases en la Universidad Camilo José Cela, un centro de educación privada ubicado en la calle Almagro de Madrid que integra el académico Jorge Santiago Barnes y que ha tenido un consejo asesor en el que figuraban tres conocidos de la Argentina: el ex presidente de México, el empresario y dirigente conservador Vicente Fox; el ex presidente de Colombia, el liberal Ernesto Samper; y el ex presidente argentino, el peronista Eduardo Duhalde. Antes de llegar a la Casa Rosada, Alberto hacía diez años que pasaba un mes en Madrid hablando de política.

La última de esas ocasiones fue en los primeros días de septiembre de 2019. Acababa de ganar las PASO destrozando a Mauricio Macri y se había convertido en la sensación electoral de América Latina. Lo acompañaban el futuro canciller, Felipe Solá, y quien fue su efímero asesor en política internacional, el chileno Marco Enriquez Ominami. Fue a la Camilo José Cela para dar una charla de una hora y media ante una treintena de españoles y argentinos de la izquierda romántica que le pedían selfies y lo elogiaban. “Cómo acercar la política a la Ciudadanía”, era el título del seminario. No pudo acercarla mucho. Cuatro años después, Javier Milei sería su sucesor poniendo a los políticos a la parrilla.

Fernández también ha dicho entre sus allegados que podría recibir una invitación para disertar en la Universidad de Salamanca, y otras casas de estudio españolas que lo convocarían cuando se convierta muy pronto en ex presidente.

Alberto Fernández cree que la versión sobre su supuesta asesoría para Pedro Sánchez viene de sus enemigos del Partido Popular español y de Vox, el partido de derecha extrema que más cerca se encuentra de Milei. Tanto que su líder en declive electoral, Santiago Abascal será uno de los invitados estrella en la asunción del nuevo presidente argentino. El mismo origen político le adjudica a la versión sobre supuestas propiedades que habría comprado en España y las rechaza de plano. Habría alquilado, eso sí, un departamento para estar en Madrid con su esposa, Fabiola Yáñez, y con el hijo de ambos.

Un grupo de argentinos residentes en Madrid, entre los que se encuentran algunos que trabajan cerca del Partido Popular, promueven algún tipo de protesta por la posibilidad de que el Presidente vaya a vivir cerca de ellos en la capital española. Parece una exageración, sobre todo si Alberto no va a ocupar cargos públicos y si no debe responder por causas judiciales.

Desde la derrota catastrófica de Massa, que es también la de su catastrófico gobierno, Alberto se ha largado a hablar como si la inflación anual de tres dígitos, la debacle financiera y las 130.000 muertes durante la pandemia no fueran parte de su ineficacia, de su temor a Cristina y de su irresponsabilidad. Este fin de semana sorprendió con otra de sus ocurrencias que ya no causan gracia.

Alberto Fernández cree que la versión sobre su supuesta asesoría para Pedro Sánchez viene de sus enemigos del Partido Popular español y de Vox, el partido de derecha extrema que más cerca se encuentra de Milei
Alberto Fernández cree que la versión sobre su supuesta asesoría para Pedro Sánchez viene de sus enemigos del Partido Popular español y de Vox, el partido de derecha extrema que más cerca se encuentra de Milei

La pobreza en el país de Alberto

En la entrevista mencionada, Alberto asegura que la pobreza está mal medida y que si hubiera la cantidad de pobres que señala el Indec la Argentina estaría estallada. Insólito, pero también patético. Cuestiona la medición que hace un funcionario de su gobierno (Marco Lavagna) e ignora que el país que gobierna hace cuatro años sí está estallado y que por eso acaba de perder por escándalo las elecciones.

Mauricio Macri era quien decía que su gobierno debía ser evaluado al final de su gestión por los resultados de la pobreza, y por esas cifras terminó derrotado.

La pobreza durante el gobierno de Alberto Fernández fue mucho peor. El 40,1% de pobreza que el Indec midió en el primer semestre del año ya es un dato viejo y la pobreza actual es todavía más alta. Y no se trata solo del Indec. Las mediciones del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina coinciden con los datos oficiales en que la pobreza cruza la línea del 50% en el Conurbano Bonaerense y supera el 60% cuando se trata de la pobreza de los menores de 14 años. Los chicos son los más pobres en la Argentina de Alberto.

Además de fantasear con los datos de la pobreza que explotaron durante su gestión, Alberto Fernández habla del futuro del peronismo como si él fuera a tener algún protagonismo en esa discusión por el liderazgo. Pone en duda a Axel Kicillof que, le guste más o menos, logró la reelección en la agobiada provincia de Buenos Aires. Y propone como referentes de lo que viene a sus amigos Jorge “Coqui” Capitanich, Gabriel Katopodis y Victoria Tolosa Paz. El gobernador del Chaco fue derrotado en medio de la investigación por la desaparición de una chica que tiene a su mayor aliado político como sospechoso. Y los otros dos son funcionarios de su gobierno repudiados también electoralmente.

Como si nadie hubiera podido enterarse de las humillaciones a las que lo sometió Cristina Kirchner, Alberto se presenta como el único que le presentó batalla y se ufana de tener una mirada distinta a la de la Vicepresidenta. La verdad es que no hubo un solo tema importante en el que el Presidente impusiera su criterio y la sociedad la valorara como beneficio. Un ministro, el cristinista Eduardo De Pedro, llegó al límite de renunciarle y luego volver a considerarse ministro como si nada hubiera sucedido.

En lo que se podrá diferenciar Alberto Fernández de Cristina Kirchner es en el plano institucional. Si este domingo le entrega el bastón de mando en el Congreso a Javier Milei, habrá sido junto a Carlos Menem el otro presidente peronista que le cede los atributos del poder a otro de diferente signo político. Cristina no quiso hacerlo con Macri. No es poco en el desquicio que caracteriza a la Argentina de estos días.

Pero si la inflación casi híper, el dólar multiplicado por quince y la pobreza exponencial que deja su gobierno no son suficientes, solo hay que recordar la vergüenza infinita de los vacunatorios VIP, las dosis que no se compraron a tiempo por motivos ideológicos y la fiestas en la Quinta de Olivos que Alberto Fernández confiesa no poder explicar, como suficiente fracaso para considerarlo el peor de estos cuarenta años de democracia.

Quizás sea una buena discusión para las clases que dicte en las universidades españolas. Sus alumnos podrán deducir que, en aquello de acercar la política a la ciudadanía, Alberto no ha hecho otra cosa que alejarla hasta volverla un instrumento inútil.

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