La escena duró apenas veinticuatro segundos. Nadie la hubiera imaginado un año atrás. Mucho menos Cristina Kirchner, a quien le tocó presidir la Asamblea Legislativa para confirmar a la fórmula presidencial ganadora de las elecciones. Estaba disfónica. La disfonía clásica que la Vicepresidenta suele afrontar en sus días de mayor estrés. No podía ser para menos. Qué mayor aflicción para ella que estos días locos de mileirismo.
“Queda proclamado presidente de la República Argentina el ciudadano Javier Gerardo Milei y como vicepresidenta la señora ciudadana Victoria Villarruel. Se acreditará en las comunicaciones pertinentes”, dice Cristina, y su voz es tapada por los aplausos de la mayoría de los legisladores. 257 diputados y 72 senadores.
Milei y la ciudadana Villarruel se abrazan sin preocuparse por las crónicas que hablan de las tensiones y las diferencias previas a la asunción. Nicolás Del Caño y Romina del Plá están serios para mostrarle al mundo que sus historias de minúsculas rebeldías de izquierdas jamás los encontrarán en la rendición de una sonrisa ante el libertario de la escuela económica austriaca, anterior a la aparición del marxismo. Frustrados, ven alejarse a la revolución. Al menos, a la revolución con la que construyeron sus utopías..
En cambio, José Luis Espert abandona sonriente su batalla por el protagonismo liberal, saborea la amargura de la derrota y va en busca del abrazo que restañe las heridas. Hace dos años, Milei era la Libertad Avanza y él era Avanza Libertad. Como si la Argentina tuviera espacio para dos experimentos liberales.
Pero Espert es un hombre de suerte y Milei acepta el abrazo y le susurra unas palabras que bien podrían ser de reconciliación. La victoria estimula la generosidad. Unos días antes del ballotage, José Luis le entregaba su respaldo a Javier, pero se guardaba algunas recomendaciones. No toda rendición es incondicional.
“Mi opción es Milei, pero se tiene que convertir en un estadista, tiene que construir y dejar de dinamitar puentes”, lo aconsejaba entonces Espert, que mostraba algunas novedades discursivas luego del paso por Juntos por el Cambio y por el espacio de Horacio Rodríguez Larreta. “Con Macri (Mauricio) y con Bullrich (Patricia) no alcanza. Si es liberal, Milei tiene que respetar a las minorías sexuales, a la comunidad gay, y también a los trans. Hay que respetarlos, no degradarlos como hacen desde la Libertad Avanza. Hay que respetar la libertad de expresión porque a cada persona que no opina como Milei, desde el mileirismo lo tildan enseguida de valijero, de chanta, de atorrante o de viejo meado”.
Evidentemente, Milei sujetó rápido las banderas que Espert le había señalado porque se abrazaron con la intensidad de los viejos amigos. El Presidente electo necesita aliados y está claro que con Espert no tendrá que perder tiempo explicándole los fundamentos de Adam Smith. El mileirismo necesita construirse rápido con los que siempre creyeron y con los que dudaron pero ahora vuelven.
En el recinto del Congreso, Milei también se cruza a Cristian Ritondo, el diputado nacido en el peronismo de Mataderos y consolidado en el PRO que quiere quedarse sí o sí con la estratégica presidencia de la Cámara de Diputados. “Te quiero”, le dice el Presidente, como en esas fiestas de casamiento a las cinco de la mañana en la que todos se quieren con todos.
Milei lo quiere y le palmea la cara pero Ritondo no sabe todavía si será el elegido. Tiene el respaldo de Macri y de unos cuarenta diputados del PRO, pero el Presidente no le da ninguna señal acerca de si será el jefe de la Cámara Baja durante este tiempo de cielo mileirista. Su gran adversario en esta pulseada es Florencio Randazzo, el peronista díscolo que en 2015 abandonó el barco kirchnerista y que esta vez ni siquiera se dejó ver en Diputados.
Randazzo no tiene tantos diputados propios. No los alcanza a contar con el dedo de una mano, pero por adn peronista podría sumar una veintena de legisladores para sumarlos a la epopeya mileirista. Con 38 propios, 41 del PRO, algunos radicales, algunos provinciales y los peronistas que logre juntar Randazzo, Milei podría juntar los votos suficientes para sancionar las leyes que necesita y evitar las posibles amenazas de juicio político.
El suyo propio o el de cualquiera de sus ministros. Un fantasma que debe espantar antes de poner en marcha su proyecto de gobierno.
Mientras Ritondo y Randazzo esperan que el Presidente defina a quien le confía la bandera del mileirismo en la Cámara de Diputados, sus propios legisladores, los de La Libertad Avanza, se abroquelan para pedirle al jefe que le ceda ese honor a uno de los propios.
No tienen a alguien con la espalda parlamentaria curtida de Ritondo ni con los kilómetros de tierra peronista ni el nexo con el cordobés Juan Schiaretti que acredita Randazzo, pero impulsan a un libertario con apellido de casta: creen que Martín Menem, el hijo de Eduardo y el sobrino de Carlos, podría ser el que garantice la sangre liberal originaria del mileirismo y el que pueda acercarse sin problemas a los caudillos peronistas.
“¿Qué gobernador va a negarse a hablar con alguien que tiene el apellido Menem?”, pregunta un integrante de la bancada de La Libertad Avanza en Diputados. Hay quienes le achacan la falta de experiencia parlamentaria. “Que no nos corran con esa: ninguno de nosotros tiene demasiada experiencia de nada; miren a Javier que lleva tres años en la política y ya es presidente”, se defienden.
Además de Martín Menem, los libertarios señalan como una posible jefa de Diputados a la periodista Marcela Pagano, diputada por la provincia de Buenos Aires. El negociador en jefe del naciente mileirismo, Guillermo Francos, ya recibió el reclamo de los diputados de La Libertad Avanza. Y es quien le presentará las distintas propuestas a Milei para que el Presidente elija.
Quien le tiró a los libertarios una soga envenenada fue Cristina. A las siete de la mañana del miércoles, la Vicepresidenta posteó un tuit en el que le ofreció a Milei la presidencia provisional del Senado (el tercer lugar en la sucesión presidencial) para que lo ocupe un senador de los propios. Pero les recordó que al gobierno electo también le corresponde ubicar a un libertario en la jefatura de Diputados.
El mensaje kirchnerista traducido a la realpolitik es bastante simple: no queremos a nadie de Macri (¿Ritondo?) ni a un peronista enemigo de Cristina (¿Randazzo?).
¿Qué va a hacer Milei frente a este juego de presiones externas e internas para nombrar a los jefes parlamentarios que tendrán que garantizarle las leyes para el plan económico del Gobierno?
Esa evaluación de ventajas y desventajas de candidatos es la que está haciendo en estos días Guillermo Francos. El futuro ministro del Interior debe presentarle todas las propuestas a Milei y el Presidente, junto al equipo de mayor confianza que lidera su hermana Karina, deberá decidirse por la opción más adecuada.
Apoyado en la contundencia del resultado electoral y en los buenos números de imagen positiva que le acercan las primeras encuestas, el mileirismo se nutre de todas las vertientes para consolidar la columna vertebral de una corriente que comenzó con un manojo de ideas, que siguió con emociones a flor de piel y que ahora debe crecer hacia un proyecto político sustentable.
El universo de los traders financieros le acercó a una de sus estrellas, Luis “Toto” Caputo, quien ya tuvo una experiencia fallida con Macri pero que va por la revancha, esta vez en el sillón decisivo y eléctrico del Ministerio de Economía. Sus fortalezas son el plan para desarmar las Leliqs; sus relaciones con el Fondo Monetario Internacional y el respaldo político del macrismo.
En el área de la diplomacia, la canciller Diana Mondino contará con dos colaboradores de primer nivel ante dos países decisivos para la Argentina. El eterno peronista Daniel Scioli seguirá como embajador en Brasilia, apostando a suavizar la relación Lula-Milei del mismo modo en el que intervino para hacer un puente entre Alberto Fernández y Jair Bolsonaro. Un fan de Misión Imposible.
Y el empresario Gerardo Werthein, quien fue accionista de Telecom Italia y presidente del Comité Olimpico Internacional, irá a Washington para aportar su experiencia en la relación con los Estados Unidos. Muy influyente además en la comunidad judía, Werthein aportará también a consolidar los lazos con Israel, el otro gran aliado estratégico en el plan presidencial del Milei.
El eje interno Caputo-Francos-Villarroel, con el soporte exterior de Mondino-Werthein-Scioli, serán la base del mileirismo que deberá aguantar las tormentas previsibles de los primeros tiempos del nuevo presidente. Por eso, es fundamental que Milei pueda cerrar con firmeza los acuerdos parlamentarios en la Cámara de Diputados y en el Senado.
Necesita de Macri y de Bullrich desde la orilla del PRO, y necesita de un peronismo que le faciliten Schiaretti y Randazzo, pero también aliados menos conflictivos como Miguel Ángel Pichetto y Ramón Puerta.
El desafío del milerismo es consolidarse y proyectarse en el tiempo. No será fácil ni mucho menos. Los ismos de la Argentina reciente solo perduraron cuando tuvieron el respaldo de los grandes partidos.
El alfonsinismo lo tuvo con la UCR mientras que el peronismo sostuvo las experiencias del menemismo por derecha, y del kirchnerismo por izquierda. El intento de coalición que el macrismo ensayó junto con la UCR y con la Coalición Cívica apenas le alcanzó para soportar un mandato de cuatro años.
Y cuando Cristina apostó a que Alberto Fernández fuera la continuidad moderada del kirchnerismo, la tragedia de la Argentina terminó en farsa. Hubo un albertismo fugaz durante el comienzo de la pandemia que se dliuyó antes del primer año por el efecto combinado de la olímpica ineficacia del presidente y la pasión kirchnerista por enterrarse en su propia decadencia.
Milei tiene todas las cartas fallidas de sus antecesores sobre la mesa. Solo tiene que evitar la tentación de caer en el mismo juego y elegir las opciones correctas para escapar de la trampa.