Ahora sí terminó el siglo XX, murió Henry Kissinger

Para el fallecido ex secretario de Estado norteamericano, el rol de las idolologías y dogmas en la política internacional eran solo instrumentos que nunca debían ser el factor clave en una decisión

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Una mente joven y aguda,
Una mente joven y aguda, atrapada en cuerpo centenario (REUTERS/Stefan Wermuth)

Ese joven alemán y judío llegado de adolescente a los EEUU, que hizo su servicio militar en la inteligencia del Ejército en el último tramo de la Segunda Guerra Mundial, completaría pocos años después su tesis de grado. Unas monumentales 400 páginas tituladas “Reflexiones sobre Spengler, Toynbee y Kant”. Apasionado por la historia, la filosofía y la geopolítica, mostraba un manejo de los textos clásicos pocas veces visto. Llegaría años después su tesis de Doctorado titulada “Un Mundo Restaurado”, en donde detallaba y reflexionaba sobre la paz y la estabilidad lograda en parte sustancial de Europa luego de las olas de revoluciones y de guerras napoleónicas.

Esa explicación de la historia también contenía consejos y cursos de acción para los EEUU, en su puja contra la URSS posguerra de Corea. Un claro elogio al rol de la diplomacia, el pensamiento estratégico y el pragmático, así como a una sustancial desconfianza en la bipolaridad ideologizada que se vivía entre Washington y Moscú.

Para H. Kissinger, así como para unos de sus grandes maestros y guías, otro alemán y judío, como era H. Morgenthau, el rol de las idolologías y dogmas en la política internacional eran solo instrumentos que nunca debían ser el factor clave en una decisión. El peso estaba en la anárquica del sistema internacional, en la naturaleza humana, violenta y malvada del ser humano, en la geografía y en la historia. Como diría Tucídides 2500 años antes, los fuertes hacen lo que deben hacer y los débiles padecen. Solo el poder económico, militar y demográfico daban a los Estados seguridad.

La década de los 50, no sólo dio a luz la tesis antes mencionada, sino que fue un salto a la popularidad en una entrevista televisiva en blanco y negro, explicando que las armas nucleares era un instrumento que se podían usar perfectamente a nivel táctico cuando fuese necesario para complementar el poder convencional. Lo que después se conocería como respuesta flexible o no caer en el dilema de no reacción u holocausto mundial.

Su pasión por la academia solo era superado por su deseo de influir en los decisores. Caminó los pasillos demócratas durante el ascenso de la candidatura de J.F. Kennedy contra el republicano R. Nixon. Pero no llegaría finalmente a la función pública. Debería esperar nueve años más, con el ascenso de Nixon a la Presidencia. Si bien la química personal entre ellos era más que mala, ambos entendían que se necesitaban y debían convivir. Así le planeó al Presidente el famoso Triángulo de Kissinger o cómo poner a Washington como el vértice fuerte frente a Moscú y Beijing. Se procedió a distender la relación con la URSS y a abrir un canal de cooperación y coordinación con el anciano Mao contra los soviéticos. Esa jugada dejaría a los vietnamitas del norte sin el apoyo fundamental de los chinos. Todo ello, complementado por meses de masivos bombardeos aéreos del Pentágono, empujarían a Vietnam del Norte a firmar la paz en París y a Kissinger a ganar el premio Nobel a la Paz.

En 1973 sería un protagonista clave en desescalar una posible confrontación nuclear con la URSS como consecuencia de la Guerra árabe israelí de Yom Kippur. Le hizo entender de manera clara y contundente a Tel Aviv que el Ejército de Egipto no debería ser destruido. Luego, ya como Secretario de Estado del Presidente H. Ford, Kissinger iría acelerando la transición de Egipto de fiel aliado de Moscú a socio estratégico de Washington. Su condición de judío nunca fue, al parecer, decisiva para evitar forzar y o persuadir a los mandos israelíes a no afectar los intereses de Seguridad Nacional de los EEUU.

Pos 1977, su vida nunca más estaría ligada a la función pública y sí a la consultoría, conferencias y libros. Aun así, la totalidad de los Presidentes de los EEUU tuvieron charlas más o menos reservadas con él. En los años 90 publicaría una libro de los quilates de Diplomacia y en el 2011 otro titulado Sobre China. Un GPS imprescindible para los tomadores de decisión del sector público y privado de los EEUU para tratar de entender la evolución del gigante asiático.

En los últimos activos años de su vida, fue un canal de comunicación entre Trump y Xi Jimping. Advirtió una y otra vez sobre la necesidad de pragmatismo, diplomacia y visión geopolítica en la relación con la Rusia pos Guerra Fría. No dejarla caer más y más bajo la influencia y el poder de la ascendente China. Conoció en 1992 a un joven Putin que fue enviado por el entonces poderoso alcalde de San Petersburgo a buscarlo al aeropuerto.

El mismo Putin ha contado más de una vez la muy buena sintonía que nació en ese mismo momento y el lamento de ambos por el colapso de la URSS y la incertidumbre que eso generaría. La invasión rusa a Ucrania potenció el énfasis de Kissinger sobre la necesidad de no dejar impune la agresión rusa, pero también tener en cuenta él no empujar a Moscú a ser un actor excesivamente dependiente de los chinos. Las mayores tensiones que provocó la política exterior más agresiva y nacionalista de Xi Jimping y la posibilidad de una escalada bélica por Taiwán y o el Mar de la China, hizo que dedicarse numerosas conferencias y artículos a resaltar la necesidad de mecanismos de manejo de crisis y de clara líneas rojas entre los EEUU y Beijing. Por último, pese a su avanzada edad, tomo el tema de los peligros de la inteligencia artificial en el ámbito de los sistemas de armas convencionales y nucleares. Una mente joven y aguda, atrapada en cuerpo centenario.

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